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La saga Crepúsculo: Eclipse. Por favor niña, decídete de una puñetera vez

La tercera parte de Crepúsculo se presenta en las carteleras dispuesta a satisfacer los instintos de su audiencia juvenil. Bella y Edward continúan su etéreo romance mientras Jacob prosigue su cruzada para obtener el amor de la joven, que deberá elegir entre ambos. Por favor, que se decida ya.

Metáfora atontada sobre el despertar sexual de una joven, la escritora Stephenie Meyer, autora de la saga literaria, vuelve a demostrar que no sabe cómo contar una apasionante historia porque sus prejuicios se lo prohíben. El resultado es una película que en realidad es una novela de Corín Tellado rematadamente retorcida y mal contada, que expele su aburrida noción del romance sobre mitos del cine de terror que a su autora le vienen grandes. Tras el desacompasado y asexual amorío que nos cuenta la saga Crepúsculo late una película mucho más interesante que escritora y productores se han encargado de enterrar muy hondo. El enfrentamiento entre clanes de vampiros y hombres lobo y el triángulo amoroso que lo soporta planteaban sobre el papel algo mucho mejor, repleto de amor, odio, pasión y aventura. Nada de esto se ve en la pantalla, porque la saga Crepúsculo confunde la satisfacción del deseo con el morbo, la pasión espiritual y casta con la pura frustración.

Desactivada la sensación de peligro, a la autora de las historias sólo la quedaba destruir toda noción del amor romántico en una trama conservadora en su peor sentido y carente de todo hilo argumental, pretenciosa y además sustentada en revelaciones de culebrón que ya conocíamos de anteriores entregas. Los actores, ni están ni se les espera, como siempre. El trío protagonista no conoce la química y trata de fingir intensidad frunciendo el ceño, descamisándose y mirando al horizonte, pero el resultado se asemeja más a cierto grado de estreñimiento febril que a la pasión amorosa que proclaman.

En estas circunstancias, la labor del director David Slade (Hard Candy, 30 días de oscuridad) es la de un mero juntaplanos, sin que su habilidad en el género de terror se filtre a la pésima ficción de Meyer y su guionista. Slade fue retirado de la fase de montaje por los productores, probablemente por intentar ser mejor director de lo que debía. En efecto, por la presente pulula cierta energía en la puesta en escena de la que carecían las anteriores entregas, cintas particularmente mal dirigidas. Pero esto no soluciona nada: Eclipse es un producto vulgar, reiterativo y falaz, una saga en piloto automático y un entretenimiento que no entretiene.

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