La niñera mágica y el Big Bang continúa las andanzas de Nanny McPhee con un nuevo grupo de niños díscolos. El personaje literario creado por Christianna Brand, que la misma Emma Thompson se ha encargado de adaptar al cine en su doble faceta de actriz y guionista, apuesta por la explotación de estereotipos ingleses que dan al producto una cierta frescura y una vena gansa más sugerente de lo habitual en el género.
Ese aire de slapstick loco, capaz de combinar comedia física y sentimentalismo puro y duro en escasa hora y media, convierte La niñera mágica y el Big Bang en un producto correcto y digno que pese a explotar demasiado gags que no funcionan, puede apuntarse el tanto de mantener cierto nivel de atención para bajitos y padres.
No todo es descaro cartoon en La niñera mágica, y es que la cinta se da cierto prestigio gracias a una retahíla de actores con caché, que además de mantener la atención y aportar cierto peso, ayudan a cuadrar un tanto los resultados de una cinta menor. Pese a una Maggie Gyllenhaal bastante histriónica y perdida, tanto la propia Thompson, Ralph Fiennes, Ewan McGregor o Maggie Smith cumplen con dignidad y disimulan, en parte, la nula química de la niñera en cuestión con los niños, uno de los grandes inconvenientes de la cinta.
Todo esto, junto al acertado componente nostálgico y una buena factura técnica, convierten La niñera mágica y el Big Bang en un film correcto, genuinamente británico, al que no se le pueden poner demasiados peros, tan solo la coincidencia en la cartelera con Cómo entrenar a tu dragón, film animado convencional pero apabullante como pocos.