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La cuarta fase: Milla Jovovich se enfrenta al terror alienígena

Olvídense de la tercera fase de Spielberg. El cuarto y último grado en el contacto con OVNIS es el reservado para abducciones.

Olvídense de la tercera fase de Spielberg. El cuarto y último grado en el contacto con OVNIS es el reservado para abducciones.

Como todo, la postmodernidad tiene sus cosas, y entre ellas el hecho de que nos cuelen como film de terror un delirio no ya referencial, sino también un pastiche multiformato como es La cuarta fase, thriller ufológico que desprecia todas y cada una de las posibilidades que a su artífice Olatunde Osunsami se le presentaban para entregarse, en su lugar, a una indigesta mezcla de material supuestamente real con otro ficticio, que saca de la historia al espectador.

La narrativa que exhibe es ciertamente peculiar: lo que hace su director es disfrazar de un falso realismo la cinta intercalando episodios ficcionales; fragmentos provenientes de entrevistas (realizadas por el propio director, con presencia física en la cinta) a los personajes reales que los actores representan; y fragmentos de vídeo supuestamente reales acerca de las abducciones, alternando unos y otros para hacer avanzar a trancas y barrancas la historia.

Osunsanmi quiere tocar demasiados palos: trata de contar una historia de terror y suspense, y a la vez de romper el molde de la representación. Claro, que por el camino se carga la suspensión de incredulidad que requiere un film de estas características, finiquitando la verdadera piedra angular de un relato como La cuarta fase. El caos resultante sólo manifiesta la desconfianza de su director hacia el propio material y su capacidad de hacerlo creíble en pantalla, logrando que todo el mecanismo ideado sea contraproducente.

Los esfuerzos de su reparto son por eso infructuosos, desde una esforzada Milla Jovovich hasta un par de secundarios tan válidos como Elias Koteas o Will Patton. Su protagonismo queda oscurecido por el constante cambio de tercio, que para más INRI subraya con fosforito lo que ya hemos visto o debíamos sólo intuir. De poco sirve el excelente paisaje de la Alaska rural, o ciertos retazos de efectividad de la trama de marcianos paranoicos. Tampoco negaremos al asunto momentos de mal rollo, pero son casi todos los fundamentados en pequeños detalles de los de toda la vida, ya sea puertas entreabiertas o presencias sugeridas en las sombras de una habitación. Y está el recurso a tretas del cine de terror quizá menos limpias, pero tampoco desdeñables, léase aumentos súbitos del sonido o sustos fáciles varios.

Pero la apuesta de Osunsanmi era otra bien distinta, la de darse aires de falso documental y lograr que alzásemos forever nuestra mirada al cielo con aires de desconfianza. La verdad es que loconsigue, pero para preguntar con un lamento: ¿dónde estás, John Carpenter?.

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