La Sexta estrenó este miércoles una de sus grandes apuestas para la presente temporada, Generación Ni-Ni, en referencia a los jóvenes actuales que ni estudian ni trabajan. Fiel a su vocación de servicio público, la cadena propiedad de los amigos de Zapatero estrena esta especie de Gran Hermano, destinado a intentar convertir en personas de provecho a ocho jóvenes que han decidido que su tiempo es demasiado importante como para desaprovecharlo formándose o trabajando.
Los chicos y chicas participantes estarán bajo la atenta observación de un equipo de psicólogos contratado por el programa por si en algún momento hay que facturarlos de vuelta a casa, y es que algunos de ellos presenta un expediente estudiantil con abundantes expulsiones por mala conducta.
Durante tres meses, los ocho jóvenes convivirán en una casa para que La Sexta realice con ellos un “proceso de reeducación terapéutica”, suponemos que basado en los valores de que hace gala esa cadena televisiva. Por primera vez en sus cerca de veinte años de vida tendrán que realizar diferentes tareas para poder comer y los padres podrán asistir a los progresos de sus retoños e incluso visitarlos, si es que alguno de ellos tiene interés en hacerlo durante los tres meses que van a estar privados de su compañía.
Los especímenes que van a entrar en esta casa Ni-Ni son un crisol de los resultados de la LOGSE y la cultura contemporánea fomentada precisamente por los grandes medios de comunicación. A saber:
H.G. Veinte años de edad. Expulsado de varios colegios. Sale a diario y sus padres le pagan además las letras del coche que le compraron. Naturalmente dice “no arrepentirse de nada y estar orgulloso de sí mismo” (sic).
V.A. Madrileña de 18 años. Dejó los estudios en la ESO no por voluntad propia, sino porque hasta el sistema público español de enseñanza establece un límite para las repeticiones de curso que ella acabó pulverizando. Ha solicitado varios trabajos pero cuando la llaman los rechaza porque ella “aspira a empleos mejores” (sic) y, lamentablemente, los puestos de ejecutivos de banca internacional o de ingeniero jefe en una empresa tecnológica son muy escasos
C.B. Granollers. 20 años. Dedica íntegramente su tiempo a las videoconsolas y las macrodiscotecas, no necesariamente por ese orden.
F.G. Alicante. La decana del grupo a sus 22 añazos. Dejó los estudios a los 17 y actualmente se dedica a salir de fiesta durante varios días seguidos. A su familia le cortaron la luz porque se pulió el dinero del recibo en una de estas salidas.
J.P.M. 18 años, Dos Hermanas, Sevilla. Le expulsaron del colegio por mala conducta y sus padres de casa por estar hartos de él. Al segundo lugar ha vuelto y como sus papás no le dan dinero pasa los días en el hogar viendo la tele.
J.F. natural de San Martín de la Vega, Madrid, y residente en esta. Hija de padres separados, se independizó a los 16 años. Ha tenido varios trabajos de todos los cuales la han despedido por el detalle de no acudir a su puesto sin justificación alguna. Admira a su padre por los consejos que le da, el más importante de los cuales es que “en la vida hay que probar de todo” (sic).
J.G.B. tiene 18 años y vive en Málaga. No trabaja, no estudia y en casa no le hablan, razón por la cual pasa el día en la calle con sus amigos.
A.N. es un prometedor joven, también Malagueño. A los 16 años desistió de intentar el abordaje del graduado escolar. Su padre le llevó a trabajar con él pero el puesto no colmaba sus aspiraciones. Tampoco el resto de trabajos que ha realizado esporádicamente.
Después de atacar durante años el modelo televisivo de Gran Hermano, la cadena progre por excelencia hace también sus pinitos en eso que se ha dado en llamar “tele-realidad” y antes “experimento sociológico”. La edad de los participantes y la rica vida interior de los mismos, a juzgar por sus currículums, permite aventurar una cierta controversia en los medios en cuanto empiecen a mostrar ante las cámaras sus virtudes personales. La polémica está servida.