Furia de Titanes es el remake del último film auspiciado por Ray Harryhausen en 1981, que tuvo que salir de escena forzado por la llegada de una nueva generación de cineastas (Spielberg, Lucas) que ya en los ochenta estaban cambiando la faz del cine y precipitándolo hacia lo que es hoy, dejando obsoleta la técnica de los efectos especiales por stop-motion que el maestro cultivó en Jason y los argonautas o Simbad y la princesa.
Esto viene a cuento porque Furia de Titanes ya era un espectáculo voluntariamente antiguo en su época, y la nueva versión sólo podía apuntarse al carro de la hipertrofiada superproducción épica típica del blockbuster hollywoodiense para poder gustar en la taquilla. En este sentido, Furia de Titanes 2010 no decepcionará a las nuevas generaciones, pero afortunadamente y como la anterior, sigue siendo un puro divertimento camp, una espiral aventurera carente de la más mínima pretensión fílmica que no oculta su carácter irónico y anticuado con salidas de tono psicológicas. Con un esbozo de guión que se limita a hilar una serie de espectaculares escenas de acción a modo de únicos acontecimientos clave, el relato sólo puede ser una retahíla de lugares comunes y de frases monosilábicas de sus protagonistas.
Eso sí, la película de Louis Leterrier añade la consabida dosis de anabolizantes para configurar un musculoso y descacharrante peplum fantástico descarado y macarra, con un ritmo ascendente que convierte el film en una verdadera apisonadora, y aquí cumple con convicción. La segunda mitad de Furia de Titanes es un verdadero festín de muertes espectaculares (que acercan el film, salvando las distancias, a un remedo de Alien o cualquier body-count al uso), bichos horrendos y combates trepidantes por tierra, mar y aire: en definitiva, un saludable tebeo de aventuras que se olvida en un instante y que bebe tanto de la mitología griega como del cine de acción más bruto y autoparódico.
El francés Louis Leterrier (Transporter 2, El increíble Hulk), salido de la escuela de Luc Besson, dirige el asunto con inteligencia, apretando el acelerador cuando toca (ver el espectacular enfrentamiento contra los escorpiones y el desenlace con el Kraken) y ciñendo el film a unos ajustados noventa minutos que se agradecen una barbaridad. Leterrier narra con frescura y da manga ancha a sus actores para que se diviertan, sabedor del material que maneja. Pero se trata de un director que puede presumir de talento en todo lo referido a la pura acción, sabiendo manejar con notable desvergüenza el festín de testosterona que define a todos sus personajes. Y eso es lo que es Furia de Titanes: la primera gran película de acción del año. Ni más ni menos.