El film se beneficia de una propuesta inicial que señala caminos casi desconocidos en el panorama del cine patrio reciente, acosado por dramas intrascendentes o propuestas falsamente autorales, por el aburrimiento estético y el academicismo disfrazado de provocación. Porque la película comienza con fuerza y energía, acotando su terreno de juego y proponiendo una escalada de tensión y peligro rematadamente entretenida.
Celda 211 juega en su primera mitad con varias incertidumbres que mantienen el pabellón bien alto, y que Monzón visualiza con corrección. Desde los recelos de los presos acerca de la verdadera identidad del guardia infiltrado, hasta la imprevisible crueldad e inteligencia aportada por Tosar a su ya mítico personaje, Celda 211 dibuja una España cínica y negra repleta de instituciones frígidas e indecisas, funcionarios inútiles, reclusos peligrosos y un afilado humor negro en la línea del mejor cine de secuestros, para deleite del que esto suscribe.
Pero es en torno a la mitad de su metraje cuando su guionista Guerricaechevarría y Monzón deciden que el cine de género les "encorseta", y en su determinación por exprimir nuevos niveles de lectura –que la película ya tenía antes-, se pasan de ambiciosos. La manera de presentar la tragedia que precipita el final del film no es verosímil, oscila entre lo accidental y lo grotesco y da al traste con lo logrado hasta entonces, un thriller que apuntaba maneras directas, toscas e imprevisibles. Este fatalismo de parvulario desarticula la oscura épica del insolente thriller que habían planteado y que era recibido con ganas, y cae en diversas incoherencias al dirigir sus miras hacia el drama puro y duro. Es precisamente cuando el film trata de justificarse cuando se deslizan los tópicos más sobados y se finiquitan las verdaderas posibilidades del relato, que hasta entonces ya era un thriller y un drama entretenido y para nada vulgar.
Que no cunda el pánico: pese a que Celda 211 renuncie a la mitad a entregar un amargo thriller repleto de recovecos, todavía sigue siendo un film interesante, algo edulcorado, pero que deja un Tosar que devora a todos sus compañeros de reparto con un personaje decididamente divertido, absolutamente amenazante y destinado a pasar a la memoria colectiva del cine español. Le acompañan un Resines y un Carlos Bardem que aportan con su sola presencia todo el inconformismo que los responsables de su guión han querido evidenciar en exceso.