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Bilbao se rinde al Dylan más rockero y bailarín de los últimos tiempos

El músico, muy sonriente, se mostró socarrón, contento, enérgico. Ofreció un concierto en el que el rock predominó sobre otros estilos musicales.

Bob Dylan actuó en la noche del miércoles ante más de 7.000 personas en la explanada del Museo Guggenheim de Bilbao. El músico estadounidense ofreció un concierto que duró algo más de hora y media y en el que sonaron éxitos como "Tangled up in blue" o "Highway 61 revisited".

El show de Bob Dylan debería haber empezado a las nueve. La puntualidad es una norma fija en los conciertos del cantautor, que nunca repite repertorio, pero sí esquemas de concierto.

A las nueve, Dylan seguía sin aparecer porque por la explanada del Guggenheim seguía entrando gente. Los dylanianos más veteranos, extrañados, empezaron a silbar. Otros, ante la gran cantidad de personas que todavía quedaban por entrar al recinto, apuntaban en broma: "Lo tiran a la ría como sea puntual".

Y Dylan rompió otro esquema. Desde 2002, sus conciertos están precedidos por la lectura de un texto, que es el siguiente:

"Damas y caballeros, permítanme presentarles al poeta laureado del rock’n'roll. La voz de la promesa de la contracultura de los sesenta. El chico que forzó al folk a meterse en la cama del rock. Que se atavió de maquillaje en los setenta y desapareció en el humo del abuso de sustancias. Que emergió para descubrir a Jesús. Se le consideró una figura acabada al final de los años 80, y de pronto cambió de marchas publicando algunas de las mejores canciones de su carrera desde finales de los 90. Damas y caballeros, el artista de Columbia Records, Bob Dylan".

La lectura no se llevó a cabo, y cuando los relojes marcaron las nueve y cuarto, aparecieron los miembros de la banda: Donnie Herron –pedal steel y violín-, Tony Garnier –bajo y contrabajo-, Stu Kimball –guitarras acústicas y eléctricas-, George Recile –batería- y Charlie Sexton, a la guitarra solista. Cuando este último tocó los primeros acordes de "Leopard-skin pill-box hat", de Blonde on blonde, de un lateral del escenario apareció Dylan, se colocó sobre el órgano, y empezó a cantar.

El concierto de Bilbao dejó sin excusa a aquellos que sostienen que los conciertos de Dylan son aburridos. El cantautor ofreció un repertorio muy rockero, poderoso, guitarrero. "Man in the long black coat" fue impregnada de un sonido tex-mex, "Things have changed" fue transformada en un country-rock muy alejado del blues monótono de la versión original, y con "Tangled up in blue" -canción triste con la que Dylan abre su disco ‘valle de lágrimas’, Blood on the tracks-, ¡el público saltaba!

Como Dylan. El músico, muy sonriente, se mostraba socarrón, contento, enérgico. A lo largo del show, tocó la armónica en más de media docena de canciones, y en otras tantas, el cantautor bailó -mucho más cerca, eso sí, de los modos de Chiquito de la Calzada que de los de Fred Astaire-.

Dylan incorporó el piano a algunas canciones de sus últimos trabajos –Modern times y Love and theft-, y solo tocó la guitarra eléctrica en "Simple twist of fate", uno de los temas que más emocionó al público. Con "Can’t wait", de Time out of mind, el respetable se aburrió, aunque la batería final de himnos fue lo más aplaudido y disfrutado por este: "Ballad of a thin man" –con la que Dylan cantó con efecto eco, como Bunbury con los Héroes del Silencio-, "Like a rolling stone" y, después de presentar a su banda, "All along the watchtower".

Dylan saludó, se despidió y se escondió. El público pidió más al ritmo de "oe oe oe oe", y el cantautor no tardó en salir para ofrecer un único bis: una maravillosa versión de "Blowin’ in the wind", con Donnie Herron al violín.

Además de en la capital vizcaína, Dylan ofrecerá dos conciertos más en su paso por España: el 13 de julio en Benicasim (Castellón) y el 14 del mismo mes en Cap Roig (Gerona).

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