Mariano Rajoy es previsible hasta en su otra vida. Ésa fuera de los focos, de las cámaras, de los micrófonos... cuesta imaginarse al candidato del PP sin estar rodeado por una nube de periodistas y compañeros del partido. Pero ésa, pese a ser desconocida, es su faceta favorita.
El líder es tan previsible que le gusta el buen comer y dormir sus horas. Como buen gallego, le encantan los platos de cuchara y los pucheros de toda la vida. También se echa la siesta, incluso hasta en los peores momentos.
Aunque, como en todo, el PP también se ha colado en su otra vida. Mariano ya no cena, sino que se limita a tomarse un yogur. Ha perdido tantos kilos en los últimos años que los trajes ya le venían grandes. Además, ha adelantado su hora de despertar para darse largos paseos “a buen ritmo” cuando aún no ha salido el sol. Usa esos tenis de toda la vida y un chubasquero al uso, y a patearse los alrededores de su residencia privada en Aravaca.
Su previsibilidad también le lleva a veranear todos los años en el mismo lugar: Sansenxo, Pontevedra. Su playa preferida: La Lanzada. En ella también se da paseos en las mañanas de verano, pero ya le acompaña su mujer, Elvira Fernández -Viri-. A los dos les gusta ese momento. Y leer la prensa juntos, estar con los peques... Su otro destino, Gran Canaria, donde vive el padre del líder popular.
Juan y Mariano (hijo) lo son todo para el matrimonio Rajoy-Fernández. Ninguno de los dos han cumplido los diez años de edad. Cuenta el líder del PP que le gusta coger un mapa del mundo y darle a la geografía. Utiliza como gancho los fichajes de fútbol para que sus hijos se queden con los países. Con el mayor, Mariano, también se pone codo a codo con los deberes; le preocupa que se distraiga y que no saque buenas notas, teniendo en cuenta que él siempre fue de Matrícula de Honor.
Católico practicante, también busca un hueco para ir a misa. Y, siempre, intenta dormir en casa. De hecho, en campaña electoral, también lo está haciendo, aunque sólo sea para pasar unas pocas horas. El beso de dormir a sus niños, que no se lo quite nadie.
Es, al fin y a la postre, un hombre de los de siempre, pero obligado a adaptarse a los nuevos tiempos. Con Ipad y móviles de última generación, tras una larga travesía ya sabe cuáles son los colores que le sientan mejor. Una corbata roja, su talismán, si bien también se deja asesorar; para el cara a cara con Rubalcaba le dejó a su hijo Mariano que la eligiera, y escogió una azul. Marido y padre, Rajoy lleva por bandera que su familia es lo primero. Y, como pecado, un buen puro y copa en mano.
Rubalcaba: conocer al hombre, acabar con el mito
Trabajador frenético, perfeccionista, obsesivo, maquiavélico hasta la médula, gran orador, educado, cariñoso, sentimental. En Alfredo Pérez Rubalcaba, dónde acaba el político y dónde empieza la persona es difícil de medir. Es el personaje político que despierta los más fervientes defensores y más acérrimos detractores. A Rubalcaba, o se le ama o se le odia. Pero son muchas las que cosas que el gran público desconoce sobre qué tiene en la probeta este doctor en Ciencias Químicas que en otra vida hubiera sido profesor de Química Orgánica.
Pocos saben, por ejemplo, qué pasó por la cabeza de Rubalcaba en 2008 cuando barajó públicamente retirarse de la vida política, justo antes de la conformación del Gobierno de Zapatero en su segunda legislatura. Tras la justificación de que "llevaba muchos trienios en política" y el titular coincidente de que 'Rubalcaba amaga con dejar la política', se escondía una circunstancia personal ineludible que, por primera vez, ocupaba el lugar preferente por encima de sus prioridades políticas. Su mujer, Pilar Goya, perdía a tres hermanos en apenas tres meses y por circunstancias diversas. Un durísimo golpe para su mujer y para él mismo, que tuvieron que hacerse cargo, en dolorosas circunstancias, de algunos de sus sobrinos, menores de edad.
Rubalcaba, o Alfredo, es un trabajador inagotable. Come y duerme poco y guarda algún tiempo para seguir de cerca su gran pasión: el Real Madrid. Tiene bastantes puntos en común con su contrincante en el PP, Mariano Rajoy, no precisamente en lo político, donde ambos sólo coinciden en haber ostentado el cargo de ministro del Interior. Para Rubalcaba, los puros, las siestas, los paseos, y, por supuesto, Teledeporte son aficiones que el candidato disfruta tanto o más que Rajoy.
Lo primero que hace cuando se levanta es desayunar. Un buen café para compensar la falta de sueño, porque Alfredo se acuesta tarde, nunca a una hora fija, sino cuando termine de trabajar. No duerme mucho pero asegura que, afortunadamente, no tiene pesadillas. Para él, trabajar muchas horas es una virtud, aunque reconozca que se transforma en defecto para los que le quieren.
Pero Rubalcaba también disfruta de algún día libre. Levantarse, leer pausadamente los periódicos, dar un paseo, comer un plato de pasta -su comida favorita, de cualquier tipo-, echarse una pequeña siesta y después una buena sesión deportiva de televisión. ¿Los que más le gustan? No hay sorpresa: fútbol, baloncesto o tenis. Incluso en esta jornada de asueto dedica algo de tiempo al trabajo, aunque le gusta compensar después viendo una película en DVD, porque al cine hace tiempo que no va, por razones obvias. La última que vio: El discurso del Rey. Le encantó.
Durante el verano, disfrutar de más días de asueto. Y lo hace desde hace 20 años en Llanes, Asturias. Su mujer, Pilar Goya, y él veranean siempre con el amigo de la infancia de Rubalcaba, Jaime Lissavetzky y su mujer Pilar Tijeras. Ellos se conocen desde los seis años. Es su “mejor amigo”. Y los cuatro se conocieron en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid. El 'clan de los químicos', como les llaman en Ferraz, se reúnen con frecuencia a cenar y contarse sus cosas. Antes de ser ministro, salían a restaurantes. Hoy en día, lo hacen menos y, a menudo, prefieren quedar en casa de los Pérez Goya, en Majadahonda.
Reconoce que fuma puros, cuando puede, en alguna comida. Le da miedo volar. Entre sus manías, una confesable: colecciona cuadernos. Tiene una Skoda Fabia rojo con el que se dejó ver en su candidatura a las primarias del PSOE. No se quitaría nunca la barba y admite tener miedo a la enfermedad. Su obsesión: los 5 millones de parados. Y un deseo: que el Madrid gane la décima.