Todo comenzó en 2001, cuando empezó a salir con Óscar Lozano. Su cambio de estilo y maquillaje ya fue notorio, pero no contenta con ello, en mayo de ese año se sometió además a una mamoplastia. Días después lucía de lo más orgullosa una talla 95.
Tan feliz debió quedar que dos años después volvió a ponerse en manos de los cirujanos para una liposucción de abdomen y una lipoescultura –nunca confirmadas por ella-.
Otro cambio radical llegó en 2006, cuando lo que aparentaba ser una "simple" visita al dentista derivó en una reconstrucción y un blanqueamiento dental que mejoró la que empezaba a ser una imagen que se había devaluado de forma alarmante. Después de arreglarse la boca, informa La Otra Crónica, Belén acometió también un aumento de labios.
Pero el antes y el después fue el 30 de noviembre de 2009, cuando decidió arreglar su desmejorada nariz y se sometió a una compleja rinoplastia y una blefaroplastia –arreglo de las bolsas de los ojos- en la clínica Teknon de Barcelona. El doctor Ramón Vila-Rovira se encargó de una intervención de lo más publicitada, por la que Belén recibió una exclusiva de la revista Lecturas que acabó vendiendo casi medio millón de ejemplares en los quioscos.
Sin embargo, lo que en principio fue una buena operación, con el tiempo se manifestó como un trabajo menos perfecto de lo que parecía. El cirujano dice que es porque Belén se saltó el postoperatorio, o no lo abordó con la diligencia que debía. Pero el descontento era manifiesto.
Al no poder afrontar una nueva corrección por la diabetes que padece, Belén se ha consolado con otros arreglos secundarios: toxina botulínica, ácido hialurónico y vitaminas para reducir sus líneas de expresión.