El sábado once de julio, un día antes de presentarse las cuentas, el presidente del Gobierno telefoneó personalmente a los dos principales dirigentes de la formación minoritaria. Al presidente de ERC, Joan Puigcercós, le dijo: "oye, Joan, que sepas que estoy sobre el tema. Dile a Ridao que hable con Elena -Salgado, vicepresidenta económica-, y a ver si nos ponemos de acuerdo. Esto hay que arreglarlo".
Menos de media hora después, el jefe del Ejecutivo habla con Ridao: "oye, Joan, ya he hablado con Puigcercós. Nosotros estamos con ganas de llegar a un acuerdo. Habla con Elena, pero ten en cuenta que los recursos que podamos arrancar tienen que poder adjudicarse también a otras comunidades".
Según informa Victoria Prego, a partir de ahí arrancan los últimos coletazos de la negociación. "Nosotros habíamos puesto un listón y el Gobierno empezaba a saltarlo, pero aún no había llegado a superar esa altura. Hasta que la superó", reconocen los independentistas catalanes.
El mayor obstáculo: Pedro Solbes
"Durante muchos meses, el problema fue él. Nadie esperaba que el Gobierno tuviera un cajero tan incómodo como Solbes: cicatero, tacaño. A mí me lo dijo Zapatero. Me dijo que Solbes era el verdadero problema", confiesa Ridado, que añade que, tras la crisis de Gobierno, Zapatero le dijo: "ya lo hemos echado".
Con la llegada de Salgado a la Vicepresidencia económica, "Zapatero le dice que hay que poner más dinero, aunque sepa que va a incrementarse el déficit y va a aumentar la deuda. Eso es algo que Solbes no habría aceptado". Tras sucesivas rondas de contactos, ERC consiguió sus objetivos.