LD (L. Ramírez / M. Llamas) La próxima semana el máximo responsable de las cuentas públicas suecas, Bo Lundgren, se embarcará en una tarea apasionante. Este hombre, que desempeñó un papel fundamental en la resolución de la crisis bancaria de los años noventa, explicará a la Administración de EEUU cómo hay que nacionalizar la banca. La petición de esta colaboración ha salido del Congreso de EEUU, y la Casa Blanca la ve con buenos ojos.
Así lo explica el diario Financial Times en un artículo de su analista Gillian Tett, que apunta a que la balanza se ha inclinado a favor de aquéllos que desean nacionalizar la banca y dar al Estado plenos poderes (además de los que ya tiene a través de la emisión de dinero mediante la Reserva Federal) para acabar con el poco carácter privado que le queda al negocio financiero. De momento la banca de inversión ha desaparecido y los gigantes financieros han sido rescatados con fondos de los contribuyentes convirtiéndose en entidades comerciales, pero para la Casa Blanca esto no es suficiente.
Como señala el rotativo británico “los dioses nordícos deben estar riéndose entre dientes del giro que está tomando la crisis financiera global”. De hecho, hasta el pasado otoño la mayoría de los políticos norteamericanos utilizaban la palabra “sueco” para descalificar a aquéllos que piensan que la nacionalización es la clave, avanzando en la planificación central de la economía.
Pero ahora las cosas han cambiado. Como indica el economista y gurú financiero Nouriel Roubini: “Ahora todos somos suecos”, en referencia al gran peso que está teniendo el sector público en la economía de EEUU y, derivado de la crisis, en los países de todo el planeta. Según Roubini, la única duda es si la nacionalización en marcha será parcial o total. De hecho, tanto el Gobierno de EEUU como el de Gran Bretaña estudian desde hace semanas esta posibilidad, tal y como avanzó LD.
La invitación de Washington a Lundgren y sus colegas se enmarca en este contexto de cambio de paradigma. El error en el análisis de la crisis que están haciendo la mayoría de economistas e, incluso el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y su predecesor, Alan Greenspan, se ha contagiado como si de un virus se tratase por todo el planeta.
Nadie mira a los verdaderos culpables (los Bancos Centrales), que bajaron los tipos de interés de forma artificial penalizando el ahorro, estimulando la deuda y generando inflación, además de otorgar poderes especiales a los bancos de inversión, como señala Juan Ramón Rallo, director del Observatorio Económico del Instituto Juan de Mariana.
Ahora, la palabra de moda en los pasillos de la Cámara de Representantes es la de “rescate” y, por ello, quieren que los suecos les muestren el camino para el desembarco final del sector público en el sistema financiero, sin tapujos ni medias tintas. A principios de la década de 1990, con los bancos en bancarrota, el gobierno sueco de centro-derecha logró una rápida recuperación de su sistema bancario, la cual permitió que los contribuyentes obtuvieran ganancias a largo plazo.
Suecia colocó los activos de mala calidad en un banco llamado “malo” (bad bank), donde eran retenidos y después puestos a la venta con el paso del tiempo, cuando mejoraran las condiciones económicas y del mercado. Mientras, usó el dinero de los contribuyentes para inyectar suficiente capital a los bancos, a fin de permitirles reasumir la concesión de préstamos. En este proceso, Suecia eliminó a los accionistas.
En contraste, el Gobierno de Estados Unidos, hasta ahora, ha rescatado bancos sin recibir a cambio grandes participaciones de éstos, explica Bo Lundgren, quien fue ministro de asuntos fiscales y financieros durante la nacionalización bancaria de Suecia. “Para mí, ése es el problema”, añade Lundgren, quien se denomina a sí mismo más partidario del libre mercado que algunos senadores republicanos. “Si se invierte capital en ellos, uno debe tener el derecho a voto”.
Claro que Estados Unidos tiene una economía mucho más grande que la de Suecia, con un vasto sistema bancario internacional. Los activos tóxicos que Suecia tomó de sus bancos mejoraron cuando se recuperó la economía, pero Suecia no enfrentó en ese entonces una recesión global. Sin embargo, muchos analistas y políticos norteamericanos creen que Estocolmo tiene algunas lecciones que serán válidas para Washington, según informa Carter Dougherty en The New York Times.
La solución que puso en marcha Suecia le gusta a Obama. El Estado se hizo cargo de todos los activos sin valor, o imposibles de valuar en ese tiempo, y después los administró o los vendió, con el objetivo de obtener los mejores dividendos para los contribuyentes. “Contratamos especialistas del sector inmobiliario”, explica Lars H. Thunell, ex director de Securum, la institución que se convirtió en el receptor sueco de todos los activos en problemas. “Contratamos a personas de la industria, especializadas en fusiones y adquisiciones. Necesitábamos administrar bienes raíces”.
No todos están de acuerdo
Pero no todos los políticos nortamericanos están de acuerdo y ven con temor el día que se certifique lla nacionalización bancaria: Algunos escépticos se preocupan de que la nacionalización tenga un coste muy elevado; otros temen que el Gobierno no maneje los bancos de manera eficaz y hay quienes creen que la nacionalización sería demasiado complicada.
Lundgren cree que los costes de la nacionalización se tienen que comparar con los peligros que implica para una economía un sistema bancario en malas condiciones. Además, agrega que la sola amenaza de la nacionalización motivó a los banqueros suecos a encontrar soluciones creativas a sus problemas en la década de 1990.
SEB, el banco controlado por los Wallenberg, la familia empresarial más importante de Suecia, ingenió una recapitalización privada para compensar el déficit de su balance general. Entonces, los activos en problemas se colocaron en su propio banco malo; con esto liberó a la administración para que manejara las partes saludables del negocio.
Nordbanken, un banco sueco que creció en los pujantes años de finales de la década de 1980, cayó completamente bajo control gubernamental ya que sus pérdidas fueron demasiado grandes. Ahora es Nordea, un gigante bancario de la región del Mar Báltico, que aún es parcialmente propiedad del gobierno. Securum se capitalizó con 24,000 millones de coronas (2,800 millones de dólares), una suma igual al presupuesto militar del país en ese tiempo. Un estudio del Banco de la Reserva Federal de Cleveland revela que Securum al final regresó cerca de 58% de ese costo al tesoro sueco, aunque en coronas devaluadas.
Pero eso no significa que Suecia haya escapado de la actual turbulencia bancaria. Cuando se congelaron los mercados crediticios el otoño pasado, el país creó un paquete de estabilización financiera diseñado para asegurar que los bancos siguieran otorgando nuevos créditos. Sólo Swedbank se acogió inicialmente al plan. Otros bancos han tomado medidas para recaudar capital en el mercado.