Como suele ser habitual entre los políticos, una cosa es lo que se promete y otra muy distinta lo que realmente se pretende. Que la situación fiscal de EEUU deja mucho que desear no es ninguna novedad. No obstante, registra un déficit público superior al 10% del PIB y un nivel de deuda pública próximo ya al 100% del PIB, el límite máximo que marca la ley vigente, de ahí que el gabinete demócrata haya solicitado ampliar nuevamente dicho techo para, según ellos, evitar una "catástrofe".
Ante tal situación, analistas e inversores han seguido con atención la presentación de los Presupuestos federales para 2012, que entrarán en vigor el próximo octubre. La gran mayoría esperaba escuchar las palabras mágicas, "reducir el déficit", y el presidente de EEUU, Barack Obama, no defraudó tales expectativas durante su conferencia de prensa del pasado martes, en la que presentó las grandes cifras de su gestión para el próximo ejercicio fiscal.
Las líneas básicas de su intervención, al menos, así lo certifican: su proyecto presupuestario, que será ahora discutido y negociado en el Congreso, prevé ahorrar cerca de 1,1 billones de dólares en diez años; para ello, Obama ha congelado durante cinco años los gastos no obligatorios y ha eliminado algunas ayudas públicas; además, ha anunciado cambios en los sistemas de la Seguridad Social y Medicare (asistencia sanitaria para los jubilados), así como reformas fiscales.
Obama aseguró que su proyecto está lleno de "decisiones duras", pero éstas permitirán reducir notablemente el déficit para mediados de esta década. Pese a ello, ya cuenta con el rechazo inicial de los republicanos, que tildan los recortes de insuficientes. No obstante, Obama se aleja de las recomendaciones de la Comisión Fiscal que él mismo creó, la cual considera imprescindible acometer importantes recortes en Defensa o en sanidad pública, entre otros.
Hasta aquí las declaraciones políticas, pero ¿qué dicen las cifras que incluye el nuevo plan presupuestario? Lo primero que llama la atención es que el proyecto tan sólo prevé recortar el déficit a medio y largo plazo: el presupuesto federal asciende a un total de 3,73 billones de dólares en 2012, apenas 90.000 millones menos que el actual, mientras que prevé un déficit público de 1,64 billones para este año (10,6% del PIB) y de 1,1 billones para el próximo (7%), aún muy elevado.
Pero la sorpresa surge, sobre todo, al observar las proyecciones económicas y fiscales que contiene el texto para los próximos años. En concreto, de aquí a 2015, etapa en la que Obama se ha comprometido a concentrar la reducción del déficit. A continuación, se muestran las previsiones de ingresos fiscales (revenue), gasto público (spending) y el consiguiente déficit, tanto en números absolutos como en porcentaje del PIB.
Prevé recaudar un 65% más
La gran sorpresa salta de inmediato al observar que la pretendida reducción se basa casi exclusivamente en un espectacular crecimiento de la recaudación fiscal en los próximos cuatro años, de nada más y nada menos que del 65% respecto al presupuesto vigente (2011). Según los cálculos presupuestarios, la recaudación subirá de 2,1 billones a 3 billones de dólares de 2011 a 2013 (un 50% más) y se espera que alcance los 3,6 billones en 2015 (un 65% más).
Un aumento de la recaudación de tal magnitud es inédito, tal y como pone de manifiesto el profesor Chris Materson. Obama acaba de presentar "el aumento de los ingresos más increíble que he visto nunca en un proyecto presupuestario, un aumento de nada menos que del 65% en tan sólo cuatro años". Gracias a esta optimista previsión, el Gobierno federal estima que el déficit caiga del 11% al 3,2% del PIB durante esa etapa.
El problema surge al observar que el único período en el que se ha producido un aumento recaudatorio similar tuvo lugar durante la crisis del petróleo de finales de los 70, caracterizado por unas tasas de inflación (CPI, en inglés) interanual de dos dígitos (superiores al 10%).
En los últimos 60 años tan sólo ha habido otros tres con una tasa similar o superior de crecimiento de ingresos de la que ahora estima Obama hasta 2015: 1979, 1980 y 1981. Y ello se explica por dos motivos: el periodo 79-81 sufrió la inflación más alta de los últimos 50 años (la recaudación se ajusta a la evolución de precios), y el crecimiento del PIB se disparó un 11,7%, un 8,8% y un 12,1%, respectivamente. Ambos factores son extraordinarios.
¿Prevé algo similar el Gobierno de EEUU? En absoluto. El proyecto presupuestario prevé una inflación media del 2% hasta 2015 y un aumento interanual del PIB del 4%, como máximo.
Así pues, ¿cómo explicar el histórico repunte de la recaudación? La única respuesta posible es mediante una subida fiscal igualmente histórica. ¿Problema? La historia demuestra que aumentar impuestos sólo funciona a muy corto plazo, y que las subidas nunca son proporcionales a la recaudación que finalmente se obtiene, y eso sin tener en cuenta que tales aumentos dañan el crecimiento económico y la productividad.
Es decir, se tratan de unas estimaciones muy poco realistas y, por tanto, creíbles. Materson, experto en análisis presupuestarios, concluye que el déficit y la deuda serán, pues, superiores a los cálculos oficiales, situando las cuentas estadounidenses en una posición muy delicada. En concreto, prevé un déficit anual superior al 8% hasta 2015, sumando así algo más de 7 billones de dólares en deuda pública adicional.
Duplicará el volumen de deuda
Pero es que las propias estimaciones de deuda que incluye el Presupuesto constituyen la segunda gran sorpresa del proyecto. La deuda nacional crecerá un 49% hasta 2016, desde los 13,5 billones actuales hasta los 20,8 billones en 2016, y hasta un total de 26,3 billones en 2021, justo el doble que en la actualidad (ver página 203).
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Todo ello equivale a mantener e, incluso, superar un nivel de deuda del 100% del PIB durante casi una década (en base a las previsiones de crecimiento del PIB que contempla igualmente el proyecto).
Por último, la supuesta austeridad de Obama queda desmontada al observar, en base siempre a datos oficiales, que el gasto federal se situará de media en el 24,5% del PIB durante su primer mandato (2009-2012) mientras que apenas bajará hasta el 23,1% en el segundo (2013-2016). Es decir, el peso que el Estado tendrá sobre la economía estadounidense será superior a la media histórica del 20% del PIB o el 22% alcanzado durante la última fase de la Guerra Fría (finales de los 80). ¿Austeridad? ¿Dónde?
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