L D (EFE) "Nunca acabaremos en un 100 por 100 con el desempleo, ni en Brasil ni en el mundo, pero con seguridad tendremos más gente trabajando que la que tenemos hoy", aseguró el mandatario luego de participar en la referida ceremonia religiosa, celebrada con motivo del Día Internacional del Trabajo.
En respuesta al sermón de Westrup, quien alertó de que el desempleo que soporta el Brasil puede convertirse en una "calamidad pública", Da Silva –que asiste desde hace 24 años a la llamada Misa del Trabajador– dijo que ese problema se ha convertido en el principal desafío para su Gobierno, y que espera, "por lo menos, comenzar a resolverlo en forma definitiva".
"Estamos preparando todas las inversiones posibles en aquellas áreas que puedan generar empleos", afirmó el mandatario, que nuevamente se abstuvo de referirse al aumento del salario mínimo (de apenas un 1,2 por ciento, descontada la inflación) que su Gobierno anunció el jueves, medida que ha sido criticada por aliados y opositores. Da Silva reconoció que, a diferencia de cuando estaba en la oposición, ahora no tiene derecho a criticar a nadie, sino que debe transformar en realidad las promesas que hizo.
No lo tiene fácil: prometió crear diez millones de empleos en cuatro años, pero lo cierto es que la tasa de paro ha crecido desde el 10,5 por ciento registrado en diciembre de 2002, poco antes de acceder a la presidencia, hasta el 12,8 por ciento (datos del pasado mes de marzo).
Asimismo, el candidato Da Silva prometió doblar el poder de compra del salario mínimo, del que dependen cerca de 21,6 millones de brasileños; sin embargo, el gobernante Da Silva tan sólo ha concedido un incremento real inferior al tres por ciento.
En respuesta al sermón de Westrup, quien alertó de que el desempleo que soporta el Brasil puede convertirse en una "calamidad pública", Da Silva –que asiste desde hace 24 años a la llamada Misa del Trabajador– dijo que ese problema se ha convertido en el principal desafío para su Gobierno, y que espera, "por lo menos, comenzar a resolverlo en forma definitiva".
"Estamos preparando todas las inversiones posibles en aquellas áreas que puedan generar empleos", afirmó el mandatario, que nuevamente se abstuvo de referirse al aumento del salario mínimo (de apenas un 1,2 por ciento, descontada la inflación) que su Gobierno anunció el jueves, medida que ha sido criticada por aliados y opositores. Da Silva reconoció que, a diferencia de cuando estaba en la oposición, ahora no tiene derecho a criticar a nadie, sino que debe transformar en realidad las promesas que hizo.
No lo tiene fácil: prometió crear diez millones de empleos en cuatro años, pero lo cierto es que la tasa de paro ha crecido desde el 10,5 por ciento registrado en diciembre de 2002, poco antes de acceder a la presidencia, hasta el 12,8 por ciento (datos del pasado mes de marzo).
Asimismo, el candidato Da Silva prometió doblar el poder de compra del salario mínimo, del que dependen cerca de 21,6 millones de brasileños; sin embargo, el gobernante Da Silva tan sólo ha concedido un incremento real inferior al tres por ciento.
Malestar de la Iglesia con el Gabinete Da Silva
El sermón del obispo diocesano de Sao Bernardo do Campo confirma el malestar de la Iglesia Católica brasileña con el Gabinete Da Silva. El Episcopado ha presentado documentos muy críticos con el Gobierno en su asamblea general anual, que concluyó este viernes.
"Toda nuestra lucha (de los sindicatos y del Partido de los Trabajadores) no hubiera sido posible sin la participación de la Iglesia Católica, que participó en todas las conquistas que la sociedad brasileña logró en los últimos años", aseguró Da Silva tras asistir a la citada ceremonia.