En las últimas semanas, el Gobierno ha insistido en que las pruebas de resistencia (stress test) efectuadas a la banca española (junto a otras grandes entidades de la zona euro), y que serán publicadas el próximo 23 de julio, servirán para reflejar la solvencia del sistema financiero español, tranquilizando así a los mercados. Sin embargo, la credibilidad de dichas pruebas dependerá de las variables (paro, morosidad, recesión, riesgo soberano, etc.) empleadas para medir las necesidades de capital extra de bancos y cajas.
En este sentido, Luis Garicano, profesor de la London School of Economics y miembro de la Fundación de Estudios de Economía Política (FEDEA), señala que los stress test deberán incluir unas pérdidas esperadas en la cartera de créditos a promotores de, al menos, un 50% para ser realistas. Es decir, unos 160.000 millones de euros.
Y es que, la banca irlandesa y estadounidense ha sufrido un porcentaje de pérdidas similar en sus respectivos créditos inmobiliarios. La burbuja que ha sufrido España a lo largo de la última década en este tipo de activos ha sido semejante e, incluso, superior a la registrada en ambos países.
Además, el suelo, que constituye una gran proporción de estas carteras, "seguramente no vale prácticamente para otra cosa que para plantar patatas", indica Garicano. Se estima que bancos y cajas han financiado la compra de suelo por un importe próximo a los 150.000 millones de euros.
Por otro lado, los stress test deberían incluir unas pérdidas superiores al 30% en los activos inmobiliarios que las entidades nacionales acumulan en sus respectivos balances. Se trata de una estimación mínima, ya que este es el deterioro que, hoy por hoy, considera razonable el propio Banco de España.
El organismo regulador subirá a partir de octubre las provisiones (el colchón que sirve para cubrir los créditos morosos) que bancos y cajas deberán efectuar sobre los activos inmobiliarios presentes en el balance durante más de 24 meses. Además, tendrán que provisionar en un año el 100% de los créditos carentes de garantía, así como aplicar un descuento del 20% en los créditos morosos concedidos para la compra de primera residencia, del 30% en el caso de oficinas y del 50% en el caso de suelo, según la circular publicada esta misma semana. Estas pérdidas se provisionan en función de la diferencia que existe entre el valor del préstamo en mora y el valor ajustado de la garantía real.
Deterioro inmobiliario mínimo del 30%
En este sentido, Garicano advierte de que el deterioro del 30% en los activos inmobiliarios que prevé el Banco de España "NO es un supuesto de estrés, es un supuesto medio", por lo que dichas pruebas deberían incluir unas pérdidas muy superiores.
El problema, según Garicano, es que los dos stress test realizados hasta ahora han sido "extremadamente tímidos" en su aproximación al problema inmobiliario en España ya que, "no sólo no han reconocido estas pérdidas en un caso de estrés máximo, sino que ni siquiera lo han reconocido en el caso medio". En concreto, se refiere a las pruebas de resistencia realizadas por Banesto y el nuevo SIP (fusión fría) entre Caja Madrid y Bancaja.
El SIP Caja Madrid-Bancaja estima unas pérdidas del 12,6% en su cartera de créditos destinados a la compra de suelo, mientras que este porcentaje se reduce al 7,8% en la cartera de promociones inmobiliarias y construcción. En el caso de Banesto sucede algo similar, según Garicano.
"Déjenme que lo diga de otra manera. El Banco de España, no pensando en el caso de estrés sino en un caso medio, obliga a provisionar el 50% de suelo, el 20% en primera residencia y 30% en oficinas. Pues bien, los supuestos de Caja Madrid sobre LGD (pérdidas de los créditos impagados) en una situación de estrés ni siquiera alcanzan las provisiones requeridas por el Banco de España".
Por ello, el experto concluye que "se acaba el tiempo. Intentar convencer al mercado de que la pérdida esperada en la cartera de promotores y constructores en un caso de estrés es menor al 10% parece simplemente suicida, y puede provocar la pérdida definitiva de credibilidad de nuestro sistema financiero".
Según Garicano, "unos test de estrés no creíbles pueden precipitar, precisamente, lo que se intenta evitar: el colapso de las instituciones sanas, que no pueden financiarse en el mercado mayorista". Por ello, el test de estrés debe "reflejar una situación de estrés verdadero del sistema financiero, particularmente, del punto donde la cartera es vulnerable: el crédito promotor", concluye.