LD (EFE) En torno a un millón de personas -1,8 millones según algún sindicato, 800.000 según la Policía-, desfilaron el martes en las 115 manifestaciones convocadas en todo el país en protesta contra los planes del Ejecutivo, que deben presentarse en forma de proyecto de ley el próximo día 28. Las marchas más numerosas fueron las de París -más de 250.000 participantes, según los organizadores, 75.000 según la Policía- y Marsella -150.000 de acuerdo con los organizadores-, en las que dominaban los funcionarios, principales concernidos por la reforma, y los empleados de empresas públicas con regímenes especiales de los que no se ocupará el proyecto de ley.
La propia Administración reconoció que sus trabajadores se sumaron mayoritariamente al paro -57,52 por ciento- aunque con diferencias notables por ministerios: del 55 al 75% en Educación, del 68% en Economía y Finanzas, el 37% en Asuntos Sociales, el 33% en Interior, el 12% en Justicia, el 3% en Cultura o Defensa.
Los propios turistas sufrieron los efectos con el cierre de lugares como el museo de Orsay, la torre Eiffel o el Palacio de Versalles. Los transportes públicos estuvieron prácticamente paralizados, con casi el 80% de los vuelos con origen o destino en un aeropuerto anulados, menos de un tercio de los trenes de larga distancia habituales, y muchos menos en los servicios de cercanías. El transporte urbano fue poco menos que inexistente en decenas de ciudades, como París, lo que hizo aumentar la circulación de coches particulares de los que quisieron acudir al trabajo, muchos de los cuales optaron por ir a pie, en bicicleta o en patines.
El grado de movilización no tenía precedentes desde las huelgas de diciembre de 1995, organizadas también contra un plan de reforma de las pensiones y que obligaron al Ejecutivo a retirar su reforma. Algunos de los sindicatos que se han opuesto de plano al eje del proyecto del Gobierno, que consiste en alargar el periodo de cotizaciones, hicieron planear la amenaza de nuevos paros, incluso indefinidos,
en las próximas semanas.
La propia Administración reconoció que sus trabajadores se sumaron mayoritariamente al paro -57,52 por ciento- aunque con diferencias notables por ministerios: del 55 al 75% en Educación, del 68% en Economía y Finanzas, el 37% en Asuntos Sociales, el 33% en Interior, el 12% en Justicia, el 3% en Cultura o Defensa.
Los propios turistas sufrieron los efectos con el cierre de lugares como el museo de Orsay, la torre Eiffel o el Palacio de Versalles. Los transportes públicos estuvieron prácticamente paralizados, con casi el 80% de los vuelos con origen o destino en un aeropuerto anulados, menos de un tercio de los trenes de larga distancia habituales, y muchos menos en los servicios de cercanías. El transporte urbano fue poco menos que inexistente en decenas de ciudades, como París, lo que hizo aumentar la circulación de coches particulares de los que quisieron acudir al trabajo, muchos de los cuales optaron por ir a pie, en bicicleta o en patines.
El grado de movilización no tenía precedentes desde las huelgas de diciembre de 1995, organizadas también contra un plan de reforma de las pensiones y que obligaron al Ejecutivo a retirar su reforma. Algunos de los sindicatos que se han opuesto de plano al eje del proyecto del Gobierno, que consiste en alargar el periodo de cotizaciones, hicieron planear la amenaza de nuevos paros, incluso indefinidos,
en las próximas semanas.