Las posiciones de partida de los asistentes son tan dispares que casi nadie espera que pueda llegarse a un acuerdo en la Cumbre del G-20 que ha comenzado este jueves en Seúl (Corea del Sur). Aunque The Wall Street Journal asegura en su última edición que el pacto podría estar más cerca, lo cierto es que este acuerdo parece que se cerrará en torno a un texto de compromiso que salvaguarde las posiciones de todos, pero que no imponga obligaciones a ninguna de las grandes economías del mundo.
Así, el texto final podría inclinarse por hacer una mención genérica a "permitir que sean los mercados" los que determinen los precios de las monedas. De esta manera, se tratarían de detener las devoluciones artificiales promovidas por los gobiernos, pero sin generar nuevas obligaciones a China para que impulse al alza su moneda. Tampoco tendrá más recorrido la propuesta de EEUU de fijar en un 4% el máximo de desequilibrio comercial permitido entre dos grandes economías.
Al final la Cumbre de Corea, como muchas otras de este tipo, podría quedarse en un conjunto de palabras amables, una foto y una declaración de buenas intenciones. Eso sí, para añadir algo más de picante, en los últimos días se ha añadido la intervención de dos de los gurús que han controlado la economía mundial durante décadas: Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial pidiendo al vuelta del "patrón oro" y Alan Greenspan, que ha abierto la caja de los truenos en EEUU al acusar a su Gobierno de "devaluar el dólar" de forma premeditada.
Y alrededor de todo este ruido estarán presentes los tres grandes temas que dominan la economía mundial desde hace meses:
Los desequilibrios comerciales
Podría decirse que el comercio es la madre del cordero de todas las discusiones. EEUU lleva con una balanza comercial deficitaria (compra mucho más de lo que vende) demasiado tiempo. Como su capacidad de pedir prestado no es ilimitada, y menos aún en medio de una crisis, se ha fijado como objetivo relanzar sus exportaciones. Enfrente, tendrá a Alemania, a China y a los emergentes, economías todas ellas exportadoras y a las que la depreciación del dólar castigaría.
Hace unas semanas, EEUU pidió que se estableciesen mecanismos para impedir un desequilibrio comercial (positivo o negativo) entre dos potencias superior al 4%. Sin embargo, no se explicó de qué manera podría conseguirse este objetivo. En teoría nadie quiere una guerra comercial que eleve los aranceles y agrave aún más la crisis, como ya sucedió en la Gran Depresión de los años 30. Sin embargo, muchos de los mensajes que lanzan los mandatarios reunidos en Seúl tienen un ligero tonillo proteccionista y, como aperitivo a la cumbre, EEUU y Corea del Sur no han sido capaces de llegar a un acuerdo sobre su tratado de libre comercio bilateral.
La guerra de divisas
Como en el campo del comercio hay poco que hacer, desde hace unos meses algunos de los gobiernos parece que se han decantado por jugar con el valor de sus divisas. En este campo, la acusación a China es que mantiene su moneda artificialmente devaluada desde hace años y por eso mantiene esos descomunales superávit comerciales. En este sentido, el G-20 acordará "detener la devaluación competitiva": en otras palabras, pedirá a EEUU y China que dejen de intervenir en los mercados de divisas.
Lo cierto es que desde que Pekín aflojó su control sobre su moneda en junio, el yuan se ha apreciado un 3%. Además, la inflación ha alcanzado en octubre su máximo en 25 meses, algo que también preocupa a las autoridades chinas y que también ayudará a que estén menos reticentes al encarecimiento de su moneda.
Sin embargo, ahora mismo las miradas están puestas en EEUU y no en China, puesto que es el país de Barack Obama el que es acusado en las últimas horas de querer devaluar su moneda. Esta sensación, que se acrecentó tras la última inyección de liquidez de Ben Bernanke, ha sido rebatida por el Gobierno norteamericano, que asegura que quiere un dólar fuerte. De hecho, numerosos economistas alertan del peligro de debilitar al dólar, que lleva más de medio siglo como moneda de referencia internacional, con todas las ventajas que eso implica.
En cualquier caso, las tornas se han cambiado y ahora son Alemania y China las que acusan a EEUU de devaluar artificialmente su moneda para beneficiar a sus exportaciones. Y Alan Greenspan, anterior presidente de la Reserva Federal norteamericana, ha intervenido en el debate complicando aún más las cosas a su Gobierno, al que ha acusado en el Financial Times de seguir "una política de debilitación de la moneda". Algo a lo que ha respondido este mismo jueves Tim Geithner, secretario del Tesoro del Gobierno de EEUU.
Las burbujas en los emergentes
Sin embargo, no sólo la guerra comercial y de divisas centrará las discusiones del G-20. Como efecto colateral de todo lo ocurrido en los últimos meses, los países emergentes están recibiendo ingentes cantidades de dinero. Los inversores que ya no encuentran buenas rentabilidades en las economías avanzadas (con bajos tipos de interés y crecimiento plano) están buscando dónde colocar su dinero.
Aunque la inversión exterior casi siempre es bien recibida, el problema es que esto puede generar dos efectos indeseados: una apreciación de la moneda de estos países (que golpearía sus exportaciones) y un exceso inversor en determinadas áreas (lo que podría generar nuevas burbujas). Brasil puede ser el mejor ejemplo de esto, puesto que su tasa de interés del 10,75% y su crecimiento del 7% anual ha atraído a los inversores internacionales. Y, evidentemente, los precios del real y de las materias primas ya están notándolo.