LD (M. Llamas) Aunque existen diversas definiciones acerca de lo que ha de entenderse por hiperinflación, la mayoría de economistas considera que dicho fenómeno se produce cuando los precios de determinados productos experimentan un alza superior al 20 ó 30 por ciento en un corto período de tiempo. Aunque dicho concepto se emplea en general para hacer alusión a un elevado encarecimiento en apenas días, el alza de los precios en algunos productos se asemeja a este fenómeno, al menos, en términos de volumen, ya que han registrado una inflación superior al 50 por ciento en escasos meses.
En este sentido, la hiperinflación se ha instalado ya en el sector de la energía y de la alimentación. Así, el precio del barril de crudo ha superado la barrera de los 143 dólares y amenaza con dispararse hasta los 170 en los próximos meses, según las previsiones de los países productores (OPEP).
De este modo, el crudo se ha encarecido casi un 50 por ciento en la primera mitad de año. Solo en junio, la subida del petróleo ha sido del 9,9 por ciento, mientras que su precio prácticamente se ha duplicado en los últimos 12 meses.
Los productos agrícolas tampoco se quedan atrás. Según un reciente informe de la Comisión Europea (CE) sobre el encarecimiento de las materias primas, “los precios de los productos básicos a nivel mundial se han incrementado un 70 por ciento en dólares entre septiembre de 2006 y febrero de 2008”. En concreto, “los precios del trigo, el maíz y el arroz, así como el de los productos lácteos han experimentado un incremento especialmente fuerte”.
Los precios de referencia de los mercados mundiales a principios de febrero de 2008, en comparación con el mismo mes de 2007, fueron del siguiente orden: 113 por ciento para el trigo de los EEUU, frente al 93 por ciento para el trigo de la UE; 83 por ciento para la soja de los EEUU; 52 por ciento para el arroz de Tailandia frente al 24 por ciento para el arroz de los EEUU.
El precio de la carne y el aceite se dispara en la UE
“Desde febrero, el precio de referencia del arroz (precio de exportación de Tailandia) se ha duplicado, ya que superó los 1.000 dólares por tonelada a finales de abril. La carne, como la de las aves de corral, y los aceites vegetales también han registrado fuertes incrementos de precio”. Según el documento, en Europa, los precios de la carne y de los productos lácteos se incrementaron en un 96 por ciento y en un 30 por ciento, respectivamente, entre septiembre de 2006 y febrero de 2008.
La inflación de estos productos se debe, según el informe, a diversos factores, tales como la depreciación del dólar, el alza de los combustibles, la especulación en los mercados financieros de commodities (materias primas), el aumento de los biocarburantes o el incremento de la demanda por parte de los países emergentes, tales como China, Brasil o India.
El informe advierte, por ejemplo, el impacto que provoca en el sector de la alimentación el encarecimiento de la energía, ya que se incrementa el coste de la producción y del transporte. Así, “el precio de los fertilizantes nitrogenados ha subido un 350 por ciento desde 1999, debido en gran medida a los costes del combustible”, indica.
Efectos sobre las exportaciones de los países emergentes
Algunos analistas, incluso, avanzan el deterioro de las exportaciones de grandes potencias asiáticas como China debido, precisamente, a la combinación de dos factores: El encarecimiento del transporte y el previsible derrumbe del consumo estadounidense.
En el caso de España, cuya dependencia energética asciende al 80 por ciento, el impacto de la inflación energética se está trasladando al incremento que experimenta el déficit por cuenta corriente (el más elevado del mundo en términos de PIB).
A ello, se suma la hiperinflación que ya registran ciertos productos agrícolas a nivel nacional. El pasado mes de junio, el precio de los limones ha subido un 63,7 por ciento interanual, el aceite de girasol un 45,6 por ciento, mientras que la harina se ha encarecido un 9,3 por ciento, según los datos difundidos este martes por el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio.
En los últimos doce meses los espaguetis han subido un 25,7 por ciento, la leche un 22,4 por ciento, las naranjas un 18,1 por ciento, las sardinas un 14, las bacaladillas un 13,8. Además, el pan de molde, con una subida del 13 por ciento, y la mantequilla y el arroz, con alzas superiores al 12 por ciento, ha registrado igualmente tasa de inflación de dos dígitos.
Algunos productos agrícolas suben más de un 50 por ciento en España
Por debajo de este porcentaje se situaron las subidas registradas por las chirlas, el pollo, la bollería, los gallos, los yogures, los huevos y las acelgas, todos ellos por encima del 11 por ciento. Desde junio del pasado año también se han encarecido más del 10 por ciento los tomates, las anchoas y las alubias. Por debajo de los dos dígitos se situaron las gambas congeladas (9,54), el chocolate (8,35), los plátanos (7,87), la ternera (6,36) y el atún en aceite y las manzanas (6 por ciento).
Por debajo de este porcentaje se situaron las subidas registradas por las chirlas, el pollo, la bollería, los gallos, los yogures, los huevos y las acelgas, todos ellos por encima del 11 por ciento. Desde junio del pasado año también se han encarecido más del 10 por ciento los tomates, las anchoas y las alubias. Por debajo de los dos dígitos se situaron las gambas congeladas (9,54), el chocolate (8,35), los plátanos (7,87), la ternera (6,36) y el atún en aceite y las manzanas (6 por ciento).
Ante estos datos, no es de extrañar que una inflación superior al 10 por ciento se ciña ya sobre dos tercios de la población mundial. En el caso de España, la inflación real (basada en la cesta de la compra) supera el 8 por ciento interanual, tal y como avanzó LD. Y ello, sin tener en cuenta la negativa evolución que está experimentando el Índice de Precios Industriales, que ya se sitúan en el 7,9 por ciento interanual.
Un alza que, de mantenerse, avanza una segunda oleada inflacionista a corto plazo, al tiempo que reducirá el margen de beneficios de las empresas ya que, en gran medida, no podrán repercutir el alza de los costes al precio final del producto debido a la debilidad del consumo (caída de las ventas al por menor).