La crisis de deuda ya no conoce fronteras ni calificativos. A comienzos de año parecía un problema exclusivamente griego. Luego, se expandió a Irlanda y Portugal. España fue el primer gran país europeo afectado y entonces se acuñó el genérico "países periféricos" para hacer referencia a los estados en problemas, entre los que se incluía a Italia (los medios ingleses acuñaron las siglas PIIGS).
Sin embargo, en las últimas semanas los problemas con los tipos de interés que tienen que pagar los tesoros públicos han empezado a cruzar las fronteras. Bélgica, el país europeo no perteneciente a los PIIGS sobre el que más miradas hay puestas, veía este martes como Standard&Poors revisaba la perspectiva sobre la calificación de la deuda de Bélgica, que ahora pasa a negativa como consecuencia de la incertidumbre que crea la política interna del país.
Alemania está cerca del 3%, un nivel desconocido en los últimos años. EEUU ha superado ampliamente esa cifra, en medio de las expansiones crediticias de la Reserva Federal y de los sucesivos paquetes de estímulo del Gobierno de Barack Obama. De hecho, este mismo lunes se conocía que la agencia de calificación de riesgos Moody’s amenazaba con registrar como "negativa" la perspectiva de la calificación que confiere a la deuda pública estadounidense, si finalmente se aprueba la extensión de las rebajas fiscales y las ayudas al desempleo por parte del Congreso de este país.
En España, la rentabilidad (tipo de interés) del bono español a diez años se situaba en el 5,57% frente al 2,99% ofrecido por los bonos alemanes, muy cerca del máximo histórico desde la introducción del euro alcanzado el pasado noviembre (5,67%). De este modo, la prima de riesgo ofrecida a los inversores por los bonos españoles a diez años respecto a sus homólogos alemanes rozaba los 260 puntos básicos a media sesión frente a los 251 puntos del anterior cierre. Además, el Tesoro tenía que pagar este martes un 40% más para colocar letras a 12 y 18 meses.
El Consejo del jueves
El problema de todos estos movimientos es que están extendiendo entre los inversores la idea de que la deuda pública ha perdido su intocable estatus de seguridad. Hasta ahora, era casi impensable que un Estado impagara, pero cada vez son más los países en los que esta perspectiva se considera como casi descontada. Grecia e Irlanda ya han caído (no han entrado oficialmente en quiebra porque han sido rescatados) y se da por hecho que ocurrirá lo mismo en Portugal y España.
Ante esta situación, la reunión del jueves en Bruselas del Consejo Europeo se presenta muy caliente. José Luis Rodríguez Zapatero asistirá, a pesar de que esto le impedirá votar en el Congreso la prórroga del Estado de Alarma. Según fuentes del Gobierno, ha tenido que acudir a la capital belga porque "el horno no está para bollos".
En medios diplomáticos se habla de la posibilidad de que el presidente tenga que volver de Bruselas con un paquete bajo el brazo. Y no será un regalo sorpresa de Navidad, será un plan de ajuste mucho más contundente, duro y amplío que el tijeretazo que tuvo que aprobar en mayo o que el Plan B con el que sorprendió hace unos días (en ambos casos tras reuniones con los líderes de la UE). De hecho, el Ejecutivo ya ha adelantado que presentará la reforma de las pensiones para el día 28 de enero, tenga o no el acuerdo del Pacto de Toledo. Y todo hace pensar que no será la última reforma estructural. En los mentideros políticos se repite la pregunta: ¿Se traerá de Bélgica Zapatero, antes de que acabe la semana, el Gran Recorte?
La preocupación de Merkel
España preocupa a sus socios (Angela Merkel y Nicolás Sarkozy se han reunido varias veces en los últimos meses para hablar de la crisis de deuda) porque su volumen de deuda es demasiado grande para ser rescatada, pero también porque sus bonos y letras están diseminados por media Europa, con lo que su caída podría provocar un efecto dominó sobre numerosas entidades financieras o Estados.
Las cifras de los últimos días no hacen sino empeorar la situación. La prima de riesgo es el dato que más se cita en los medios de comunicación y no ha subido desde finales de noviembre (entonces llegó a tocar los 300 puntos, pero luego ha caído en el entorno de los 260). Sin embargo, ésta sólo marca la diferencia entre la deuda alemana y la española. Lo verdaderamente importante es el coste de las letras y los bonos del Tesoro en el mercado. Ahora, con el bund germano cerca del 3%, mantener la prima de riesgo es dramático, porque eso quiere decir que el Gobierno español tiene que gastar mucho más dinero en pago de intereses.
En medio de esta tensión, se ha desarrollado desde hace unos diez días la polémica sobre los eurobonos, que podrían emitirse de forma conjunta por parte de todos los países de la zona euro y que estarían respaldados por los tesoros de todos estos países. Angela Merkel siempre ha estado en contra de esta idea y este martes se le ha unido Jean-Claude Trichet, según informa Efe. Sus argumentos son que este instrumento reduciría los incentivos a mantener controlada la deuda y podría hacer que los gobiernos se relajaran en el control del déficit. Sin embargo, hay una cuestión más, los eurobonos serían una forma de mezclar la deuda de todos los países, los cumplidores y los que no. Si un Estado no pudiera pagar su parte, tendrían que hacerlo los otros. Es decir, el riesgo se diluye, pero también se expande. Para Irlanda, España o Italia esto sería bueno, sus tipos de interés bajarían. Pero, por lo mismo, Alemania empezaría a pagar más. Y con el bund en el 3%, ¿estará el Gobierno germano dispuesto a arriesgar, aunque sea sólo un poco, su estabilidad presupuestaria para ayudar a los PIIGS?