LD (M. Llamas) El precio del oro ha alcanzado un récord histórico al rebasar la barrera psicológica de los 1.000 dólares. Desde 2005, el Banco de España se ha desprendido de casi la mitad de sus reservas de oro, bajo la excusa de que dicho metal “ya no es un activo rentable”, según el ministro de Economía, Pedro Solbes. Como resultado, la decisión del Gobierno arroja unas pérdidas próximas a los 1.500 millones de euros.
En junio del pasado año, el ministro de Economía, Pedro Solbes, defendió ante el Senado que la decisión de proceder a la venta masiva de las reservas de oro en poder del Banco de España respondía a la necesidad de “mejorar la rentabilidad de sus activos” mediante la adquisición de divisas y bonos extranjeros.
Sin embargo, la estrategia seguida en este ámbito no ha resultado rentable. Desde 2005, el Banco de España ha vendido 7,78 millones de onzas de oro, casi el 46 por ciento de sus reservas. De haber mantenido estos activos en su balance, la revalorización de estas onzas alcanzaría hoy 4.994 millones de euros, frente a los cerca de 3.500 millones ingresados por el Banco de España gracias a su venta.
De este modo, la operación orquestada por el Gobierno arroja un déficit próximo a los 1.500 millones de euros. El pasado mes de enero, el Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (IJM)advertía de que, ya entonces, las pérdidas ascendían a 1.200 millones en apenas tres años. Y eso, por el momento, puesto que no faltan los analistas que sitúan el precio de la onza en el entorno de los 2.000 dólares a medio plazo.
Además, si el Banco de España no hubiera iniciado su programa de ventas de oro, hoy el valor de sus reservas sería de 10.803 millones frente a los 5.809 actuales (casi 5.000 millones de diferencia), en base a las 9,05 millones de onzas que aún conserva.
La política errática de la Fed
La autoridad monetaria española invirtió gran parte de los ingresos obtenidos por estas operaciones en bonos y renta fija estatal, cuya rentabilidad media se sitúa en el 4 por ciento. Por el contrario, el oro se ha revalorizado un 95,3 por ciento desde marzo de 2005 (casi el doble en tres años), y un 31,38 por ciento desde que Solbes predijera la escasa rentabilidad del metal amarillo (junio de 2007).
Ya entonces, algunas entidades internacionales avanzaban que el precio de la onza alcanzaría los 1.000 dólares, tal y como ha sucedido hoy. Pero, ¿a qué se debe este progresivo encarecimiento?
La masiva inyección de liquidez en el mercado financiero, junto a la agresiva política de reducción de tipos aplicada por la Reserva Federal de EEUU (Fed), ha provocado “una fuerte escalada de precios en las materias primas”, según advierte el IJM. Así, entre agosto y el pasado mes de enero, la mayoría de materias primas (entre ellas, el oro) se ha encarecido en torno a un 35 por ciento.
La expansión crediticia de la Fed está “destruyendo el valor del dólar, lo que mueve a los inversores a buscar nuevos depósitos de valor. En la medida en que ni la bolsa ni el mercado inmobiliario pueden actuar como tales, los nuevos fondos afluyen hacia los mercados de materias primas”.
Desde agosto de 2007, momento en el que estalló la crisis de las hipotecas subprime, propiciando la interneción de la Fed en el mercado financiero internacional, el dólar se ha depreciado casi un 13,5 por ciento con respecto al euro; el precio del petróleo, por su parte, se ha elevado cai un 49,4 por ciento en apenas medio año.
Por tanto, según el citado Observatorio, el “tan repetido argumento de que la inflación actual no es responsabilidad de la política monetaria de los bancos centrales sino por elementos fundamentales de la economía (incrementos de la demanda de India y China, escasez de petróleo…) es completamente errónea”.
Pese a ello, los responsables monetarios de EEUU no parecen asumir de momento atisbo alguno de responsabilidad por la situación inflacionaria, tanto presente como pasada (en referencia a las bajadas de tipos aprobadas desde 2001, tanto por la Fed como por el Banco Central Europeo).
Aunque, el propio presidente del Fed llegó a reconocer recientemente que su política monetaria estaba provocando la depreciación progresiva del dólar en el mercado de divisas, con los riesgos implícitos que ello conlleva.
No por casualidad, Jim Rogers, uno de los principales y más expertos inversores del mercado de commodities (materias primas) no dudó en afirmar recientemente a la cadena estadounidense CNBC que “habría que cerrar la Fed, porque ningún país ha prosperado depreciando su moneda”. Si esto ocurriera, “nadie imprimiría billetes, no habría inflación, y no tendríamos un dólar colapsado”.
"Los bancos de inversión han estado yendo hacia la bancarrota desde el principio de los tiempos. Si la gente comete errores y empleas el Estado para salvarlos, eso no es capitalismo, sino comunismo para los ricos", advierte.