LD (M. Llamas) La crisis de las hipotecas subprime se ha cobrado recientemente las primeras detenciones en EEUU. Así, altos directivos de importantes bancos de inversión que, hasta hace poco, eran considerados magos de la finanzas, pasan hoy a ser candidatos para formar parte del ya de por sí abultado censo penitenciario norteamericano.
Los bajos tipos de interés aplicados por los bancos centrales permitieron a multitud de prestatarios de dudosa solvencia acceder al crédito necesario para realizar grandes inversiones (tanto inmobiliarias como empresariales) que, en la actualidad, se han demostrado insolventes o poco rentables. Hasta tal punto, que el excesivo endeudamiento amenaza ahora con intensificar la restricción del crédito (el denominado credit crunch).
Es decir, la falta de liquidez, según los expertos. De hecho, de nada ha servido la abundante inyección de crédito aprobado por los bancos centrales de EEUU (FED) y la UE (BCE), así como la bajada de tipos, tal y como avanzó LD, para atenuar la falta de dinero que afecta al mercado interbancario.
Sin embargo, las agencias de calificación de riesgo, cuya función consiste en poner nota a la emisión de deuda de las entidades de crédito y empresas, también han jugado su particular papel. Así, durante los últimos años han otorgado la máxima calificación (rating) a complejos productos financieros (como MBS, CDOs o SIV), que sirvieron como vehículos para colocar hipotecas de alto riesgo (o lo que es lo mismo, dudoso cobro) en el mercado internacional.
Tras el estallido de la crisis, la calidad de estos productos (con notas máximas de AAA) ha demostrado que, en realidad, carecen de la supuesta solvencia o calidad que se presuponía. De hecho, la degradación de activos continúa su curso.
“La revalorización constante del mercado de la vivienda convirtió el negocio hipotecario en una actividad muy rentable”, según explica a LD un gestor que, durante el periodo del apogeo subprime, prestó sus servicios a una destacada agencia de rating estadounidense. “El modelo funcionaba a través de intermediarios entre los bancos y los hipotecados, cuya función consistía en vender hipotecas a cambio de una comisión”.
Escaso conocimiento de productos financieros
El exceso de crédito obligó a dichas entidades a acudir al mercado interbancario en busca de liquidez. El método escogido consistió en la titulación de complejos productos hipotecarios (MBS, CDOs o SIV, entre otros), que combinaban hipotecas prime (de calidad) y subprime (de alto riesgo, ya que se concedían a personas de escasa solvencia económica).
La rápida expansión crediticia vivida durante esta época obligaba a las entidades financieras a “vender en semanas e, incluso, en días, dichas hipotecas empaquetadas a los inversionistas”, añade. El riesgo de estos productos era, y sigue siendo, evaluado por las citadas agencias de rating.
“El problema es que el mercado confió demasiado en la calificación crediticia efectuada por las agencias. En realidad, apenas contábamos con tres semanas para analizar una cartera de, por ejemplo, 500 millones de dólares”, advierte el analista.
Es más, algunas agencias “ni siquiera pudieron ponerse al día con la creación de estos nuevos productos financieros, ya que las condiciones de muchas de las hipotecas concedidas eran ciertamente complejas al aplicar tipos de interés muy variable, a pagar en distintos períodos y diversas circunstancias, en función de la revalorización de la vivienda o del perfil del cliente”, añade. Además, la “una buena calificación atraía nuevos clientes a la compañía”, explica.
Derrumbe del mercado inmobiliario de EEUU
Sin embargo, el castillo de naipes se derrumbó tras el desplome del mercado inmobiliario en EEUU. Las agencias de calificación ni siquiera contemplaron la posibilidad de que surgiera una crisis económica. “Daba la sensación de que se había encontrado una fórmula maestra” para seguir creciendo sin fin. Nada más lejos de la realidad.
Tal y como reconocía en 2004 el Banco Central Europeo (BCE) en la Financial Stability Review (2007), “la existencia de abundante liquidez en el mercado puede ser una de las razones por las que las agencias de calificación, desde finales de 2004, vienen obviando la posibilidad de un incremento generalizado en los defaults (impagos). En particular, la existencia de nuevos inversores con tolerancias hacia el riesgo más elevadas, parecía permitir a las empresas menos solventes una continua y fácil refinanciación y reestructuración de sus deudas”. El problema es que los bajos tipos de interés aplicados por los bancos centrales atenuaron la sensación de riesgo.