(Libertad Digital - Víctor Gago) Este bocadillo sin lonchas es lo que el PP le ha comprado este domingo a Zapatero, Cuevas y a Méndez & Fidalgo, la pareja de hechos consumados fundada en el amor granítico a los impuestos ajenos.
Arias Cañete califica la reforma como un "avance positivo, aunque insuficiente, en la senda del diálogo y del consenso en la mejora del sistema de relaciones laborales iniciado por el Partido Popular en 1997". Para los populares, el acuerdo "debería haber sido más ambicioso", pero no dejan de reconocer que representa una modernización del sistema laboral y aprovechan para contraponerla a la reforma del Estatuto de Cataluña, en la que predominan las reglas intervencionistas que neutralizarán el avance que, a juicio del PP, representa la reforma laboral que Zapatero, Méndez, Fidalgo y Cuevas presentarán este martes en La Moncloa. El PP se complace en volver a ejercer de figurante en esta comedia.
La reforma no realiza ninguno de los compromisos del Gobierno y tampoco se parece en nada a lo que el PP viene defendiendo desde el Congreso que hizo presidente a Rajoy. En su discurso de investidura, el 15 de abril de 2004, Zapatero prometió combatir "la escandalosa e injustificada precariedad laboral", pero el apaño firmado como sea con los sindicatos vuelve a segmentar las formas de contratos, mantiene la indemnización por despido improcedente en 45 días al año, incrementa la duración de determinados subsidios por desempleo y potencia las subvenciones a la contratación, es decir, más rigidez, más burocracia y más dependencia política para empresas y empleados, lo contrario de lo que necesita el empleo estable prometido por el presidente. La ficción de reforma no aborda ninguno de los grandes problemas del mercado laboral: ni lo hace más competitivo, ni más flexible ni más productivo. Tampoco se atreve con el poder de los sindicatos para negociar en nombre de cada empleado.
En julio de 2003, el Círculo de Empresarios publicó un informe titulado Una reforma laboral para seguir creando empleo, en la que proponía una guía de medidas que en otros países están produciendo un empleo de más calidad y más productivo. Se trata de simplificar las formas de contratos –cuyo número y complejidad vuelve a incrementar el PSOE, con esta reforma– , abaratar el despido improcedente a 20 días por año de contrato fijo –que el PSOE mantiene con esta reforma en 45, con una medida de gracia de 33 días para el rescatado contrato de fomento del empleo estable, siempre que se firme antes del 31 de diciembre de 2007–, acabar con la negociación colectiva –intocable para el PSOE, a pesar de que el 18 de mayo de 2004 Caldera anunció que la reforma de este sistema sería "uno de los grandes pilares" de su reforma del mercado de trabajo– , y modificar el modelo de subsidios al desempleo, vinculando las prestaciones a que el beneficiario acredite una búsqueda activa de oportunidades.
El decálogo es compartido hasta los proteccionistas más recalcitrantes del PSOE, aunque difieran en el grado de las medidas que hay que aplicar. Y el PP lo hizo esencialmente suyo en la ponencia sobre Empleo elaborada por la vicepresidenta del Gobierno Balear para el XV Congreso de los populares, en el que resultó elegido Mariano Rajoy.
Si el Gobierno ha incumplido con su compromiso de aprobar una auténtica reforma del mercado laboral; si anunció que lo haría en mayo de 2005 y ha parido un ratón un año después; y si formó un Comité de Expertos que le recomendaron las medidas que el Gobierno ha acabado ignorando, ¿por qué Arias Cañete, Ana Pastor y el PP se olvidan de su propio programa y le compran esta mercancía fraudulenta, calificándola como un "avance en la modernización" del mercado de trabajo?