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El crudo negocio de las petroleras

La caída del precio del petróleo y la amenaza de otras fuentes energéticas alternativas ha puesto en jaque a los grandes productores del oro negro.

La caída del precio del petróleo y la amenaza de otras fuentes energéticas alternativas ha puesto en jaque a los grandes productores del oro negro.

La primera norma en economía es que los precios se fijan en función de la ley de la oferta y la demanda. La segunda es que la primera norma no siempre se cumple. Porque si no, uno podría darse cabezazos contra la pared interminablemente y seguir sin entender por qué el precio del petróleo ha bajado tanto mientras la producción de las refinerías sigue en caída libre.

La respuesta a este interrogante tiene que ver con la brutal especulación financiera que ha llevado al crudo a un precio digno de épocas de ciclo económico al alza. Porque la demanda real de petróleo, y en eso están de acuerdo todos los analistas del sector, sigue en stand by. Y a eso se suma otro hecho que puede tener un impacto negativo en las grandes petroleras a largo plazo: el impulso al cambio de modelo en el sector del automóvil, donde cada vez ganan más fuerza las apuestas por el coche eléctrico.

Las intenciones políticas son sólo eso, intenciones, hasta que alguien va con una inversión por delante. Y ése ha sido Florentino Pérez, presidente de ACS, quien parece decidido a volcarse con el coche eléctrico a través de una alianza estratégica con el fabricante de coches Seat. Esta colaboración se enmarcará dentro del programa impulsado por el ministro de Industria, Miguel Sebastián, denominado Cenit Verde, en el que participarán también otros proveedores tecnológicos, como Indra.

La parte en la que la empresa de construcción y servicios puede ayudar a Seat está muy relacionada con la crisis de las petroleras, al menos a largo plazo. ACS es uno de los mayores proveedores eléctricos del país a través de su filial Cobra. La idea de la compañía es ayudar a Seat a desarrollar este tipo de vehículos para quedarse después con la gestión de las estaciones eléctricas.

Es decir, puesto que Florentino Pérez no tiene negocio en el petróleo, se ha decidido a potenciar uno de sus grandes enemigos: la electricidad. Si sus planes salen como él desea, los conductores ya no repostarán el tanque de sus coches, sino que recargarán sus baterías. Para el orgullo de Sebastián y el lamento de las petroleras.

Aunque las petroleras estén en un momento de especial dificultad, sería absurdo hablar del fin del crudo como principal modelo energético. Aún así, no cabe duda de que los esfuerzos de todos los Gobiernos están destinados a reducir la dependencia del planeta a esta materia prima. Y las inversiones (y subvenciones) que van hacia una industria equivalen a dinero que deja de ir hacia otras.

Cae la producción

Las petroleras, además, están teniendo problemas para sacar rendimientos a algunas de sus inversiones más sonadas. Según la firma de análisis del sector Euroilstock, la producción de las refinerías petroleras en los 16 principales países europeos cayó el pasado octubre un 3,5%, hasta algo menos de 11,5 millones de barriles por día. En términos interanuales, esta disminución equivale a un 9% tras la brusca caída de la demanda industrial.

De hecho, El director de operaciones de Repsol YPF, Miguel Martínez, ha llegado a decir que con la caída de la demanda de productos petrolíferos sobran refinerías y están desapareciendo los márgenes de refino que garantizan el negocio de downstream de las petroleras. Según las estimaciones que recogía recientemente La Vanguardia, el consumo de crudo se recortará a nivel mundial en 2,3 millones de barriles diarios durante el 2009 y acumulará dos años a la baja.

Esto deja en una situación muy comprometida a algunas petroleras que han invertido grandes cantidades de dinero en estaciones de refino que ahora se descubren ruinosas. En British Petroleum (BP) han tenido que añadir otros 200 millones a la inversión inicial en su refinería de Castellón para reconvertirla hacia una mayor producción de gasóleo y adaptarla así a la demanda actual, ya que mientras el consumo de gasóleo ha crecido un 9%, el de la gasolina ha disminuido un 2% y el de fuel industrial hasta un 5%.

Inversiones ruinosas

Con los actuales precios del petróleo, las inversiones en extracción y refino pueden no ser rentables, según señalan desde la gestora Pictet Funds. Actualmente el crudo cotiza en el entorno de los 80 dólares, un precio muy por encima de lo que justificaría la demanda actual de combustible. No obstante, este precio está anticipando una recuperación de la demanda para los próximos años.

Aún así, parece excesivo teniendo en cuenta que el barril de crudo costaba 40 dólares hace algo más de dos años. Y ese nivel durante un largo periodo de tiempo supondría la ruina para las petroleras, como se ha dejado ver de manera efímera en sus resultados. En España, Repsol YPF registró un beneficio neto de 1.257 millones de euros en los nueve primeros meses del año, lo que supone un descenso del 55,4% precisamente por el menor precio del crudo.

Durante los meses de mayor desplome de esta materia prima los principales países exportadores se vieron en un serio aprieto. Venezuela, por ejemplo, comenzó a perder con la explotación del negocio petrolero, ya que producir cada barril de Brent costaba más de lo que se obtenía por él en el mercado internacional.

Según relata el especialista en crudo José Suárez Núñez, extraer y producir un barril de petróleo cuesta ocho dólares, más otros seis dólares de refinación, y 16 en concepto de impuestos, lo que eleva hasta 30 el proceso de producción. “Contando el cambio entre divisas, a un país o petrolera no le sale rentable el negocio del crudo si éste baja por debajo de los 40 dólares”.

La evolución del crudo en el mercado internacional de materias primas tiene un impacto clave sobre el precio que pagan los ciudadanos por el combustible de sus vehículos. El problema es que el precio del crudo no oscila (o no como debería) en función de la demanda que hay de él en los surtidores, sino dependiendo de la especulación bursátil y otros factores tales como las condiciones climatológicas, los conflictos geopolíticos o el ajuste de producción de los países exportadores.

Y en un país como España, extremadamente dependiente en el sector energético, la evolución del crudo repercute directamente en los precios. Más aun cuando Repsol acapara la mitad de las estaciones de servicio y Cepsa casi un 30%. De hecho, la Comisión Nacional de Competencia (CNC), que vigila constantemente que no exista concertación de precios entre ambos operadores, atribuye a Repsol una capacidad directa en la creación del precio de la gasolina y el gasóleo que utilizan los ciudadanos.

Pero ni con esas el negocio petrolero pasa por su mejor momento. El acecho de las fuentes de energía renovable son por ahora sólo una amenaza, pero todo apunta a que en pocos años irán retirando cuota de mercado en sectores estratégicos.

La encrucijada del gas

Algo parecido, aunque en menor medida, puede ocurrir con el gas, que también ha sufrido una depreciación considerable por la menor demanda energética. La principal gasista española, Gas Natural, lo ha notado en sus resultados, que se han mantenido a salvo sólo gracias a la aportación de Unión Fenosa, recientemente adquirida tras la salida de su accionariado de ACS. El presidente de EDP Gas y Naturgas, João Manso, ha dicho que “ahora no es momento de hacer nuevas inversiones, sino de optimizar las que ya se han hecho”.

Actualmente los grandes grupos energéticos están centrando sus esfuerzos en reforzar el área de renovables más que en consolidar su apuesta por el gas. Desde Ibersecurities sostienen que “los costes actuales del negocio gasista, unido a la caída del precio y a la falta de incentivos impide a las compañías desarrollar su negocio tradicional”. Por eso el auge de las energías limpias, más allá de la burbuja especulativa que generó en Bolsa a finales de 2007, tiene ahora más que nunca sentido empresarial para las compañías energéticas.

Más aún después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, haya anunciado en la pasada Cumbre del Clima de Copenhague que promoverá una reducción del 17% en las emisiones de CO2 antes de 2020. “Es también una cuestión de imagen”, añaden en la misma firma de análisis.

Por todo ello no es de extrañar que el sector de utilities, especialmente las empresas petroleras y los grupos energéticos más anclados en el negocio tradicional, hayan sido las que peor se han comportado en renta variable ente año. Aunque, obviamente, todo da lugar a matices y nada es definitivo en un mercado donde el precio de la materia prima puede fluctuar con una orden de venta mal dada. Cuando la demanda energética suba, el precio del crudo subirá. Aquí sí se cumplirá la regla económica. Y entonces las petroleras ya no se acordarán de la crisis.

Batalla por el control de Repsol

Por si no había quedado claro con la interminable y ya mítica OPA sobre Endesa, las batallas de poder se libran en las grandes empresas energéticas. Ahora, por ejemplo, es el turno de Repsol, donde el desencuentro entre su presidente, Antonio Brufau, y Luis del Rivero, presidente de su principal accionista, Sacyr Vallehermoso, refleja los intereses de uno y otro por hacerse con el control del grupo.

La pugna entre ambos empresarios tiene como excusa el dividendo que pagará la petrolera a sus accionistas con cargo al ejercicio de 2010. Acuciado por una deuda de más de 10.000 millones, del Rivero no quiere que Repsol reduzca la retribución a sus accionistas, ya que supondría una importante merma en los ingresos del grupo constructor. Brufau, por su parte, está convencido de que el grupo debe reducir sensiblemente el dividendo para ajustarse a la caída de los beneficios que se espera para 2010.

Por el momento Brufau ha conseguido su objetivo, apoyado por la mayoría de consejeros y con el respaldo de sindicatos y accionistas minoritarios. El dividendo se reducirá así un 19% hasta los 0,425 euros por acción.

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