"Hasta hace unas décadas, si usted quería una casa pero no ganaba lo suficiente, mala suerte, no podía comprarla. Si le gustaba lucir un coche ostentoso pero no tenía dinero, se quedaba con las ganas. Su nivel de vida, así como su imagen, estaban limitados por su riqueza real", aseguran los psicólogos estadounidenses Jean Twenge y Keith Campbell.
"Pero entonces llegaron los préstamos baratos, los créditos en los que sólo había que devolver el interés, las hipotecas sin entrada y las tarjetas de crédito para todo el mundo". A raíz de la gran expansión del crédito que la Reserva Federal puso en marcha en el 2001 se concedieron préstamos con requisitos mínimos, incluso a personas que no presentaban documentación, y se dieron todo tipo de facilidades para endeudarse.
"Parecía estupendo. Todos conseguían sus juguetes caros y las casas que siempre habían deseado, y sin tener que esperar. Así, muchos vivían como la aristocracia que creían ser, incluso si no tenían cómo pagarlo", aseguran Twenge y Campbell, profesores de las Universidades de San Diego y Georgia, respectivamente, quienes han estudiado los efectos del abandono de las prácticas financieras tradicionales sobre la personalidad del americano medio.
"La disponibilidad de crédito fácil permitió que la gente presentara una imagen muy inflada sobre su éxito, tanto hacia sí mismos como a los demás". Ésa ha sido, según los dos académicos, una de las claves de la actual "epidemia de narcisismo" que afecta a Estados Unidos.
El narcisismo, entendido como amor propio, es un elemento saludable de la personalidad, pero más allá de ciertos límites se considera un trastorno psicológico: "Una patología mental en la que se tiene una idea exagerada de la importancia de uno mismo y una profunda necesidad de ser admirado, además de una escasa consideración por los sentimientos de los demás", según la definición de la Clínica Mayo.
En su libro The Narcissism Epidemic, Twenge y Campbell exponen los resultados de varios estudios sobre la incidencia de este trastorno en la población estadounidense. Según el más numeroso, en el que participaron 35.000 personas, la proporción de quienes presentan síntomas de narcisismo es tres veces mayor entre los veinteañeros que entre los mayores de 65 años. Otro, llevado a cabo en 85 universidades entre 1979 y 2006, reveló en este tiempo un incremento del 30% en el número de personas con dichos síntomas.
Ésos son los números que han encontrado Twenge y Campbell, pero como ellos mismos dicen, "tampoco hay que buscar muy lejos. El narcisismo está por todas partes": ropa para bebés con la inscripción "soy especial", competiciones deportivas escolares donde se otorgan trofeos simplemente por participar para que todos se sientan "ganadores" y adultos que publican cada detalle de su vida en Facebook, son algunos de los casos más frecuentes.
Hay académicos que discrepan de sus conclusiones, pero no faltan ejemplos en la vida diaria: "Mi favorito es éste: ya se pueden alquilar paparazzi falsos que te siguen cuando sales de noche, para aparentar que eres famoso", afirma Twenge. "Eso era impensable hace apenas cinco años. Hay más narcisistas que nunca, y quienes no lo son se dejan seducir también por el culto al aspecto físico, la idolatría hacia los famosos y la búsqueda de notoriedad".
Si esta epidemia es real, entonces ¿a qué se debe? Campbell y Twenge identifican cuatro causas: los padres, que hinchan el ego de sus hijos con elogios excesivos; los medios de comunicación, que presentan como normales conductas narcisistas patológicas; internet, que hace posible un exhibicionismo sin precedentes; y por último, lo que aquí nos ocupa, la burbuja crediticia.
"El boom de crédito fácil, que comenzó en los 90 y terminó de manera espectacular en 2007-08, permitió a la gente aparentar que estaban mejor de lo que realmente estaban", se lee en The Narcissism Epidemic. "La inflación del crédito lleva a la inflación de la imagen de uno mismo y alimenta el sentimiento de que se tiene derecho a todo, porque se consigue lo que uno quiere sin pagar".
"Lamentablemente, comprar bienes lujosos a crédito para creerse importante es como fumar crack para subirse el ánimo: una solución rápida y barata, pero que sólo funciona al principio. A largo plazo te deja deprimido y sin un duro".
Así, deprimidas y sin un duro, se encuentran hoy las economías occidentales, de resaca tras la juerga que vivieron gracias al crack suministrado por los bancos centrales, en especial la Fed.
La epidemia de narcisismo en EEUU coincide en el tiempo con dicha expansión del crédito. Para explicar la conexión entre ambos fenómenos Twenge y Campbell acuden al padre de la psicología moderna: "Freud describió la psique como una batalla entre los deseos infantiles (el principio del placer) y las exigencias del mundo adulto (el principio de realidad). Los primeros son importantes, pero para funcionar en sociedad hay que compensarlos con los dictados de la realidad". El narcisista, sin embargo, aspira a saltarse el principio de realidad, ya que pone límites a sus aspiraciones grandiosas.
En términos económicos, una expansión crediticia artificial equivale a cerrar los ojos a la realidad, puesto que el crédito procede exclusivamente del ahorro, y eso implica un sacrificio (consumir menos). Sin ese sacrificio no hay crédito disponible. O dicho de otra forma: sólo se puede prestar lo que no se ha consumido.
Sin embargo, los bancos centrales inundan el mercado con dinero de nueva creación, mucho más allá de lo que permitiría el ahorro real de la sociedad, y establecen así las condiciones perfectas para el desarrollo de personalidades narcisistas: incentivan el gasto, aumentan el crédito en circulación y crean la ilusión de que no es necesario ningún sacrificio. Es la fórmula infantil que permite cumplir los deseos sin tener que renunciar a nada, gastar y al mismo tiempo prestar lo que se ha gastado. Los resultados a largo plazo los podemos ver ahora, en forma de crisis económica mundial.
Volvamos al libro de Twenge y Campbell, que se limita a la psicología: "El crédito fácil es como un hada madrina, que te concede todos tus deseos, pero sólo hasta que llega el plazo para pagar. Y cuando llega, como en el 2007, la carroza se convierte de nuevo en una calabaza. No decimos que la gente no deba tener sueños a los que aspirar. Pero hoy la distancia entre la fantasía y la realidad se ha eliminado, al menos de forma temporal, al permitir que esos sueños se materialicen sin ningún esfuerzo, gracias al elixir mágico del crédito fácil".
Dada la insistencia de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo en seguir emborrachándonos con ese elixir, al mantener los tipos de interés en mínimos históricos, es razonable pensar que la epidemia de Narcisos durará muchos años.