Daba la sensación de que lo de menos era el contenido de unos Presupuestos que deberían ser el instrumento para ayudarnos a salir de la crisis y no para hundirnos más en ella. Los últimos compases del debate, tras el enfrentamiento Rajoy-Salgado de este martes, fueron el preludio de una votación anunciada y conocida de antemano. El único aliciente, ver cómo justificaban PNV y CC sus votos a unas cuentas unánimemente criticadas.
El PNV habló de “responsabilidad ante la crisis” y “disposición a arrimar al hombro”, eso que tanto pide De la Vega, para hacer frente a la situación económica. Casi presumieron de “sentido de Estado”, ése del que habló la vicepresidenta la semana pasada horas antes de que el partido desfilara con el entorno de ETA en San Sebastián. Tras las buenas palabras, los nacionalistas también aludieron, claro, al acuerdo “del grupo parlamentario” con el Gobierno para terminar de darles sus votos, como el blindaje del concierto o las inversiones en el País Vasco, que no quedarán aquí: el diputado Pedro Azpiazu no desaprovechó la ocasión para hacer más reclamaciones, como mayores inversiones en su comunidad.
Pese a lo anunciado de su voto, el nacionalista hizo, con mesura, las críticas lógicas a unos presupuestos que se creen muy pocos: al Gobierno le reprochó que combatiera la crisis “sin una estrategia creíble”, viajando en “noche cerrada” con las luces de posición. También le acusó de una política fiscal “errática”, pidió menos gastos y eliminar ministerios “que no tienen sentido” y habló de una reforma laboral que no llega y que, en su opinión, debería pasar por incluir “un sistema de indemnización creciente” más “equitativo” para todos. Unos minutos después, los seis parlamentarios vascos rechazaban en el pleno las enmiendas a la totalidad.
Lo mismo ocurrió con Coalición Canaria: José Luis Perestelo habló de las condiciones cumplidas que su grupo había puesto para la aprobación de las cuentas –152 millones para hacer frente al paro en las islas– y habló de “sentido de estado” y de una “actuación consecuente” de su grupo. Sí admitió, sin embargo, que las cuentas que eran “manifiestamente mejorables”.
Cómo no, Elena Salgado dedicó buena parte de su intervención a los agradecimientos a los partidos que iban a permitir a su Gobierno pasar por este trámite. Aunque el papel principal, sin embargo, estaba este miércoles reservado a José Antonio Alonso. Su misión, según acertadamente resumió en declaraciones a LD Rosa Díez, era el de levantar el alicaído ánimo de los parlamentarios socialistas tras el papel de la vicepresidenta en el debate con Rajoy. La estrategia también era previsible: hablar poco de los Presupuestos y atacar al PP. Alonso, metido en su papel, tampoco se olvidó de citar a Bush y Aznar para hablar de una crisis mundial que todas las potencias, excepto la nuestra, empiezan a dejar ya atrás.
El grueso de sus ataques los dirigió a un Mariano Rajoy ausente de la cámara: el largo debate del martes retrasó su llegada como la de otros muchos diputados que se apresuraban por los pasillos instantes antes del comienzo de la votación. La emoción por conocer el resultado era, sin embargo, inexistente: no faltó ningún socialista y los dos diputados de CC y los seis del PNV fueron más que suficiente, como se sabía, para tumbar las enmiendas. Aunque se votaron juntas, los votos de los partidos contrarios a los presupuestos, PP, CiU, ERC, IU-ICV y grupo mixto –con la excepción de Carlos Salvador, de UPN, que se abstuvo– no iban a ser suficientes para superar los 177 de sus rivales. El guión estaba escrito. Y los actores, actuaron según su papel.
El ataque ensayado y la escena final
Sin sobresaltos de última hora, tal y como estaba previsto y anunciado, el PSOE superó con alivio el primer trámite de los Presupuestos en el Congreso. Las críticas unánimes, incluso de quienes iban a darle su apoyo, no impidieron que se cumpliera el guión. El resto, teatro.
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