Muy buenos días, y muchas gracias por acompañarnos en la presentación de este informe estratégico Europa: Propuestas de Libertad, que han elaborado Alberto Carnero y Manuel Herrera con las aportaciones de más de un centenar de buenos colaboradores de la Fundación.
Estamos hoy aquí para hablar de Europa y de sus desafíos de futuro. Un futuro, que es también el de España, y que depende en buena medida de las decisiones políticas que seamos capaces de tomar.
Hace unas semanas se celebraron elecciones al Parlamento Europeo. De la contundente victoria obtenida por la lista del Partido Popular encabezada por Jaime Mayor podemos concluir que la mayoría de los españoles quiere un cambio. Un nuevo rumbo que recupere para España el protagonismo perdido y un papel relevante en Europa.
La victoria del Partido Popular en las elecciones pone de manifiesto el comienzo de un nuevo ciclo político y el fracaso del Gobierno socialista y el deseo de los españoles por volver a ser determinantes en Europa.
La historia de Europa en los últimos 50 años ha sido un gran éxito. Pero nos engañaríamos si creyéramos que nuestro futuro está garantizado por el éxito del pasado.
En un momento de crisis y de incertidumbres, FAES quiere hacer una meditada y constructiva contribución al debate sobre el futuro de Europa que para nosotros sólo tiene sentido si es un futuro de libertad. Nuestras propuestas están basadas pues en ese principio irrenunciable de libertad.
Como nos dijo el lunes mi buen amigo Gianfranco Fini, Europa necesita un nuevo sueño, una estrella polar que guíe a los europeos. Sin ese ideal será difícil lograr el renacimiento de los valores que inspiraron esa gran generación de políticos europeos que, tras el desastre y la destrucción de la guerra, vieron la Europa posible.
Para mí, está claro que ese ideal no debe ser enredarnos en procelosos y estériles debates institucionales, sino que debe ser recuperar la fuerza de la libertad en el proyecto europeo. En una Europa que no se deje enredar por asfixiantes burocracias que se empeñan en hacer lo que no saben hacer y que no dejan que las personas hagan lo que sí saben hacer.
Vamos a hablar de Europa pero también vamos a hablar de España, que debe mantener su vocación de ser una de las grandes potencias europeas. En estas elecciones los españoles han votado como los europeos. Han votado por los partidos que proponen soluciones de libertad para salir de la crisis.
Europa está basada en los Estados nacionales. La Europa de la libertad que conocemos no sobreviviría al intento de liquidar esas naciones. No es posible hablar de Europa sin hablar de Francia, de Italia, de Alemania... o de España, claro está.
Europa ha sido un éxito porque ha respetado su historia, las naciones que la conforman; porque no ha sido un proyecto de ingeniería social. Ha sido un proyecto basado en pequeños pero decisivos pasos en los que el ideal no hacía perder el sentido de la realidad.
El origen del proceso de integración europea fue, precisamente, la idea de ampliar la libertad de las personas. Por eso es tan importante recordar y reafirmar las raíces históricas de Europa, entre otras, sus raíces cristianas.
Quiero recordar que el origen de Europa es sencillamente inexplicable sin sus raíces. Sin su tradición griega, romana, de la Ilustración. Y, por supuesto, sin sus raíces cristianas. Negar esa herencia es uno de los elementos que más contribuye a alimentar la confusión intelectual y moral de nuestro tiempo y que, en consecuencia, más nos debilita.
Pretender eliminar los Estados nacionales, como intentan los nacionalismos excluyentes, sólo puede traer más problemas. Y conviene recordar que cada vez que han adquirido protagonismo las ideologías identitarias y excluyentes ha habido división y conflicto en Europa.
No existe incompatibilidad entre los intereses de los Estados y los de Europa. Al contrario; sólo unos Estados fuertes son capaces de construir una Europa fuerte. Y sólo una España fuerte ayuda a reforzar Europa.
La política de algunos de diluirse en Europa es inútil para la nación que lo haga. Porque debilitará a la nación que lo haga y debilitará también la propia idea de Europa.
La mejor forma que tiene España de contribuir al impulso político europeo es con un liderazgo español sólido y fuerte. Y la mejor forma que tiene España de contribuir a la economía europea es con una economía española pujante, abierta y dinámica.
Quiero expresar en este punto mi convicción. La Europa que hoy conocemos, la que ha permitido a varias generaciones crecer en libertad, ha sido posible gracias al vínculo atlántico. Europa ha sido un éxito y existe porque ha sido atlántica, y seguirá siendo un éxito, y seguirá existiendo, sólo si continúa siendo atlántica. Europa es atlántica o no será.
Debemos recordar que gracias al vínculo atlántico fue posible la derrota de los totalitarismos nacional-socialista y comunista. Un vínculo atlántico que está basado en ideas muy claras: la libertad, la democracia y la necesidad de una Europa unida.
De ahí el interés para Europa de una Alianza Atlántica capaz de cumplir la misión para la que fue creada, que no es otra que defender la libertad de los aliados. Una Alianza a la que Europa contribuye, y debe seguir haciéndolo cada día más, de forma responsable y decidida.
A principios de año actualizamos el informe estratégico OTAN: una Alianza por la Libertad, que propone medidas para adaptar la Alianza a los retos del mundo de hoy. Alejarnos de nuestros aliados naturales y no trabajar para fortalecer el vínculo atlántico sería un gravísimo error que amenazaría nuestra seguridad.
La Europa atlántica tiene también una dimensión económica, que la Fundación expuso en nuestro informe Por un área atlántica de prosperidad, publicado en 2006, en el que defendíamos una unión económica entre la Unión Europea y los Estados Unidos apoyada en el libre comercio.
Europa, propuestas de libertad es el cuarto informe estratégico que ha elaborado la Fundación. Es coherente con todos los anteriores. Ofrece propuestas políticas basadas en la libertad con el objetivo de encarar los problemas que ahora tiene Europa, aprovechar sus oportunidades, y mejorar sus posibilidades de futuro en el mundo global.
Pues bien, defendemos una Europa abierta, no una Europa intervenida, cerrada, ensimismada. Necesitamos una Europa que se abra al mundo y sea capaz de poner en marcha una agenda de reformas ambiciosa.
Europa puede salir de la crisis, y recuperar su papel de liderazgo en el mundo de hoy. Lo hará si se decide a impulsar las reformas necesarias. En cambio, la crisis se alargará si hay más intervencionismo, un gasto público desmesurado y ausencia de reformas.
De la actual crisis económica, social y de valores no saldrá Europa con más intervencionismo; saldrá con más libertad. No saldrá con más proteccionismo; saldrá con más apertura. No saldrá con menos impuestos, sino con menos cargas para los contribuyentes. No saldrá con más déficit sino con más estabilidad presupuestaria. No saldrá con más deuda sino con más vigor en las reformas. No saldrá con más particularismo; saldrá con más ambición. No saldrá con más relativismo; saldrá sabiendo defender los valores que han fraguado su éxito.
Europa necesita reformas económicas ambiciosas para salir de la crisis. Hace muchos años que la economía europea no crece con la fortaleza que deseamos. Los objetivos que nos marcamos en la Agenda de Lisboa en el año 2000 no se van a cumplir. No es que la Agenda de Lisboa estuviera mal diseñada, sino que ha faltado voluntad política para desarrollarla.
Y ahora necesitamos una nueva agenda económica para Europa que impulse la liberalización, las reformas y la apertura si queremos que la economía europea salga pronto de la crisis, y la supere con creciente dinamismo y fortaleza.
Las economías más pujantes no sólo traen prosperidad y bienestar para sus ciudadanos. No hay que olvidar que las potencias económicas son también potencias políticas.
Europa sólo será más influyente en el mundo si consigue convertirse en el área económica más importante del mundo. Y perderá influencia si sigue como va. La transformación económica de Europa es una condición necesaria para incrementar su responsabilidad global en el futuro, y para ser un actor determinante y no un mero testigo de las decisiones que tomen los norteamericanos y los chinos.
Pero no debemos olvidar que el único camino para lograr una Europa dinámica, con una economía más fuerte y vigorosa, es el camino de las reformas.
Sin unas finanzas públicas saneadas es imposible un crecimiento económico fuerte y sostenido. Por eso proponemos recuperar cuanto antes el originario Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
También habrá que impulsar la competencia y las reformas estructurales eliminando todas las barreras que impiden el funcionamiento del mercado interior.
Europa tiene también un grave problema de empleo que, en el caso de España, es dramático. En muchos países de Europa, el modelo de relaciones laborales no funciona.
Proponemos un mercado laboral más flexible y en el que se invierta en la empleabilidad de los trabajadores. Porque de esta crisis se saldrá antes si trabajamos más, no si trabajamos menos. Y para crear más empleo es necesario reformar el marco de relaciones laborales.
No hay mejor política social que crear empleo. A algunos se les llena la boca haciendo bonitos discursos sobre derechos sociales. Pero los resultados de sus políticas son un dramático aumento del paro que sufren ya más de cuatro millones y medio de personas en España. Y que serán cinco millones cuando acabe el año. Todo ello, eso sí, con bonitos discursos sobre derechos sociales.
Como bien recordaba ayer mi amigo Sebastián Piñera, la izquierda se alegra cada vez que alguien cae en la red de seguridad de la protección social, y nosotros nos alegramos cada vez que alguien es capaz de salir de esa red y aprovechar todas las oportunidades para construir su futuro. Claro que para eso hace falta que no haya gobiernos que cercenen las oportunidades y se dediquen a crear fábricas de parados en lugar de crear empleo.
Todos sabemos que otras políticas produjeron otros resultados. España lideraba no hace mucho tiempo la creación de empleo en Europa. Creábamos más empleo que Alemania, Francia e Italia juntas. Hoy España es la campeona de la destrucción de puestos de trabajo. Tiene más parados que Alemania y Francia juntas. No debemos resignarnos a seguir destruyendo empleo.
Es evidente que la recuperación económica no se producirá sin un sistema financiero saneado. La reforma financiera es urgente, como desarrollamos con detalle en el informe La reforma del sistema financiero internacional. Una propuesta con las lecciones de la crisis, que presentaremos el viernes. Nos ha parecido imprescindible que la Fundación aporte ideas de cómo debería ser la reforma del sistema financiero internacional.
Europa precisa asimismo de una política energética definida. Necesitamos un suministro energético seguro, económico, eficiente, limpio y sostenible. Todas las fuentes energéticas son necesarias para asegurar el futuro de la economía europea. También la energía nuclear, que no excluye a otras.
Porque la energía nuclear probablemente no es la solución, pero es seguro que no hay solución sin energía nuclear. La energía nuclear es limpia, segura, económica y garantiza el suministro estable.
Hoy, cuando hasta los ecologistas más sensatos se postulan abiertamente a favor de la energía nuclear (sin ir más lejos, algún fundador de Greenpeace), no se pueden cerrar centrales nucleares seguras sólo por caprichos de ecologismo electoralista.
No tiene sentido que cerremos centrales nucleares en España y compremos energía nuclear a nuestros amigos franceses. Lo hacemos, pero no tiene sentido.
Europa necesita establecer sus límites. Me refiero a sus límites geográficos y a los límites de la actuación de la Unión.
Todo proyecto político tiene límites. Por eso Europa debe fijar sus fronteras, y no sólo las geográficas. La libertad exige siempre la limitación del poder, porque ningún poder debe intentar poderlo todo. Europa es una realidad muy importante, pero limitada: no es una realidad global. Y tiene que ser fiel a sus raíces y a su historia.
La Unión Europea no puede ser un proyecto en perpetua expansión. Unos límites geográficos claros fortalecerán a los Estados miembros y facilitarán unas relaciones estables y fructíferas son sus vecinos.
Cada vez son mayores las competencias cedidas a Bruselas. Y cada vez nos gobernamos más desde allí. Por este motivo, Europa debe mejorar los mecanismos de rendición de cuentas con los ciudadanos. También debe repensar el reparto de poder entre las instancias europeas y los Estados miembros.
Europa es un continente con una demografía declinante. Y es muy difícil hablar de futuro con demografías declinantes. En 2004 había una persona inactiva por cada cuatro personas en edad de trabajar. Si no se corrigen las tendencias demográficas actuales, en 2050 habrá una persona inactiva por cada dos personas en edad de trabajar.
Con estas cifras en la mano, el aumento del gasto en salud y pensiones será extraordinario. La gran pregunta es cómo van a hacer frente las sociedades europeas a este aumento de las necesidades si la población activa desciende de forma tan abrupta.
Europa, propuestas de libertad ofrece medidas que dan respuesta a los desajustes de los cambios demográficos. Debemos ampliar las posibilidades de vida laboral para aquellas personas que puedan y deseen seguir trabajando.
Hay que hacer un gran esfuerzo para estimular la natalidad, incrementar la productividad y evitar los abusos en los sistemas de protección social.
Hay que introducir criterios de mercado para que mejore la eficiencia en la prestación de los servicios sociales, como ya se ha puesto en marcha con éxito en Suecia con la sanidad, la educación y el cuidado de los mayores.
La inmigración es un fenómeno al que Europa no ha sabido dar todavía una respuesta satisfactoria. Europa necesita una política de inmigración basada en dos ideas muy claras: el cumplimiento de la legalidad y la igualdad ante la ley. La ley es una y la ley es igual para todos.
Las sociedades democráticas de Europa se fortalecerán con la integración activa de los inmigrantes. Todo aquel que quiera vivir y trabajar en Europa debe adaptarse al modelo de sociedad europeo, disfrutar de los mismos derechos pero a la vez cumplir con las obligaciones que son propias de la ciudadanía de cada país europeo.
Europa, compuesta por sociedades libres y democráticas, tiene que ofrecer oportunidades a los inmigrantes para que éstos puedan trazar su proyecto vital propio, sustentado en el cumplimiento de la ley y en la igualdad ante la ley. Este es el mejor camino para lograr la integración y evitar conflictos.
Las sociedades democráticas europeas se fortalecerán con la integración activa de los inmigrantes.
Queridos amigos,
Europa debe prepararse para competir en el mundo global. Somos conscientes de que la mejora de todos los niveles educativos es un factor clave para el futuro de Europa. Y para lograr el éxito en esa economía del conocimiento será clave la mejora de los sistemas educativos en todos sus niveles.
Si Europa desea ser la zona económica más próspera y dinámica del mundo tendrá que fomentar la competencia y la excelencia de los sistemas educativos.
Libertad de elegir y libertad de oferta deben ser principios básicos sobre los que construir un nuevo consenso que fomente la competencia, la excelencia, el mérito, la transparencia y el reconocimiento del trabajo bien hecho. Es decir, la calidad de la educación. Sólo así las generaciones futuras de europeos estarán capacitadas para competir en el mundo global.
Europa debe incrementar su responsabilidad en la gestión de los asuntos globales. La Europa que hoy conocemos ha sido posible por el vínculo atlántico. De ahí que sea tan importante reforzar la colaboración entre Europa y los Estados Unidos para hacer frente a los retos actuales.
El siglo XXI se ha iniciado marcado trágicamente por el terrorismo y la inseguridad. La amenaza terrorista es el mayor peligro para la vida en libertad y en paz.
Combatir el terrorismo es un objetivo que debe perseguirse con principios y valores claros y firmes. Para ello es imprescindible impulsar el espacio de Libertad, Seguridad y Justicia en Europa, y la cooperación atlántica en materia de seguridad.
Ayer fue un gran día para España, para Europa y para la libertad. Todos los españoles de bien nos felicitamos por la decisión que ayer hizo pública el Tribunal de Estrasburgo. El tribunal europeo ha confirmado lo que muchos llevamos años defendiendo: que Batasuna es ETA y que ninguna organización terrorista debe tener cabida en las instituciones democráticas.
Conozco bien esta historia porque fui protagonista. Y la contaré en otro momento. Hoy sólo quiero aprovechar esta ocasión para agradecer el coraje y el esfuerzo de todos los que contribuyeron a hacer realidad la Ley de Partido Políticos que permitió la ilegalización de Batasuna. Quiero en particular reconocer el trabajo y la valentía de Ángel Acebes, ministro del Interior, en su implacable lucha contra los terroristas, y a José María Michavila, ministro de Justicia, su impecable trabajo en la ilegalización de la banda.
Confío en que nadie vuelva a cometer el error de buscar atajos imposibles en la lucha antiterrorista o de sucumbir a tentaciones o veleidades negociadoras que ya se ha demostrado que no conducen a ninguna parte. Negociar con quien quiere destruirte es siempre una opción perdedora.
También quiero agradecer al presidente Nicolas Sarkozy, al Gobierno francés y a los partidos políticos franceses –inmejorablemente representados aquí por el secretario general de la UMP, Xavier Bertrand, su respaldo en la lucha contra el terrorismo.
Europa también tiene una responsabilidad exterior. Por eso, las naciones europeas deben respaldar las políticas encaminadas a impulsar y reforzar gobiernos estables y democráticos en todo el mundo.
Europa debe defender con firmeza la democracia, la libertad y los derechos humanos. Estos principios políticos, que basan las democracias europeas, son irrenunciables y deben formar parte de la acción exterior de Europa.
Estos días, en Irán y en Honduras, vemos cómo la defensa de estos principios políticos es, además, un interés prioritario para Europa.
Estas ideas que he compartido con ustedes son las que proponemos para Europa.
La vida política es una mezcla de ideas y de hechos. Las buenas ideas suelen producir buenos hechos o resultados, y las malas ideas suelen producir malos resultados.
Por eso yo creo en el poder de las ideas, de las buenas ideas. En política es necesario tener buenas ideas, y defenderlas con tesón y convicción. En eso consiste la determinación política.
Las buenas ideas y la determinación política nos llevaron a ser miembros fundadores del euro. Y nos llevaron también a participar activamente en la ampliación de la Unión Europea.
Hubo quién puso trabas a todo aquello. Hubo quién nunca creyó que España llegaría a ser miembro fundador del euro. Hubo quién no vio con buenos ojos que España se mantuviese firme en la defensa de los intereses de España en las distintas negociaciones europeas.
Hubo quienes, tanto dentro como fuera de España, se empeñaban y se empeñan en relegar a nuestro país a un segundo plano.
Hay quienes, hoy, siguen sin querer que España se sitúe en el centro de la política atlántica, la que derrotó a los totalitarismos, la que permitió nuestra libertad y prosperidad.
Hay también quién cree que el europeísmo significa renunciar a defender los propios intereses. Hay quien cree que ceder siempre es la forma de mostrar una simpática voluntad de acuerdo.
Al contrario, el europeísmo se asienta en una cooperación activa entre naciones que defienden sus propios intereses y son así capaces de crear un interés común.
Europa funciona mediante la integración de los intereses de cada nación en un interés común. Y nadie puede sustituir a quien debe ejercer esa obligación de defender el interés nacional: los gobiernos de cada nación.
Los españoles hemos visto desde hace varias generaciones que nuestra libertad y democracia tenían que estar integradas en Europa. Para España, Europa fue un acicate que aceleró el motor de cambio de nuestra Transición y nuestra normalización democrática.
Queríamos compartir las ideas de Europa, que son las ideas que hicieron posible la Transición. Gracias a esas ideas, nos adherimos a las Comunidades Europeas y nos incorporamos a la OTAN. Gracias a esas ideas, los españoles cambiamos una España resignada y encerrada en sí misma por una España vibrante, abierta y dinámica. España tuvo la ambición de convertirse en una democracia que contara en Europa.
Defendemos una Europa basada en los Estados nacionales, que evite la arrogancia de las utopías inalcanzables. Consciente de su historia y de sus raíces cristianas. Una Europa abierta y con voluntad de competir en el mundo global. Una Europa atlántica, en profunda sintonía con nuestros aliados americanos. Una Europa influyente, con una economía libre, abierta y dinámica. Una Europa que sea, como fue, capaz de anticiparse a los consensos del futuro.