(Libertad Digital) El Tratado de Kioto recibe cada vez menos apoyo, y las declaraciones del primer ministro británico, Tony Blair, apuntan también en esa dirección. Tony Blair, que se había mostrado favorable en un principio al acuerdo, ha declarado este miércoles en un foro internacional sobre el cambio climático en Wellington (Nueva Zelanda), que se ha convertido "en una especie de religión" y que es necesario alcanzar un camino alternativo, más amplio, y que apueste por el desarrollo tecnológico.
Ya existe un acuerdo de este estilo, el Pacto Asia-Pacífico (PAP), en el que están entre otros países, los dos principales emisores, Estados Unidos y China, y el país que más emite por persona, Australia. A ellos se suman Japón, Corea del Sur, Canadá e India. En total, representan a los emisores de más del 50 por ciento del CO2, frente al menos del 25 por ciento que emiten los firmantes de Kioto.
El PAP, además, es un acuerdo que se basa en el desarrollo económico y tecnológico, mientras que Kioto opta por una estrategia de limitar la actividad para reducir las emisiones de CO2 de forma coactiva, con importantes consecuencias para la economía. Las palabras de Tony Blair podrían adelantar un cambio de estrategia británica de Kioto al PAP. Blair ha declarado que "no creo que podamos esperar cinco años (cuando expira el protocolo de Kioto) para establecer un nuevo acuerdo. Creo que tenemos que hacerlo antes".
Las palabras de Blair sobre el tratado climático como "una especie de religión" no suponen una crítica inusual. Este martes se ha celebrado en la Universidad Carlos III la conferencia
Kioto, ¿Solución o Problema?, en la que Christopher Horner recordó las palabras del arquitecto del protocolo de Kioto Maurice Strong, quien declaró en su momento "¿no es la única esperanza para que el planeta que colapsen las civilizaciones industrializadas? ¿No es nuestra responsabilidad lograr que esto ocurra?". También recordó las palabras del Comisario de Medio Ambiente de la Unión Europea Margot Wallstrom, cuando el 19 de marzo de 2002 reconoció que "nosotros nos damos cuenta. Nadie sostiene que tendrá un efecto detectable en el clima, bajo ninguna circunstacia. Se trataba de una herramienta para ayudar a Europa a competir. Ha fracasado