Rafael Nadal acaba de proclamarse el tenista más grande de la historia de este deporte levantando su título de Grand Slam número 21, y lo ha hecho cinco meses después de tener que poner fin a la temporada 2021 por su enfermedad congénita en el pie, la bautizada como Müller-Weiss. El español tuvo que renunciar a Wimbledon, el US Open y los Juegos Olímpicos.
El 11 de agosto de 2021, 20 días después de anunciar que no jugaría más ese año, reapareció en sus redes sociales para comunicarse con sus seguidores e informarles de su estado, y lo hizo con una imagen en muletas en una clínica de Barcelona. "Deciros que estuve en Barcelona con mi equipo y el equipo médico para recibir un tratamiento en el pie que me tendrá unos días de reposo y unas semanas fuera de la pista", decía Rafa en su publicación.
Pero conocer tus límites es parte de ganar y para Rafa renunciar a Wimbledon, el US Open y los Juegos era vital. Así evitó agravar la lesión y pudo recuperarse al 100% para poder competir como lo ha hecho en la mañana del domingo, un hito increíble al alcance de muy pocos. Con el win predictor en contra, contra el favorito del torneo tras la baja de Djokovic, con las dudas de su vuelta y con dos sets abajo. Con todo y contra todos, Rafa Nadal es capaz de cualquier cosa.
El origen de la lesión
Todo comenzó en la temporada 2004, cuando Nadal tan solo contaba con 19 años. El balear ya se había convertido en profesional y empezaba a demostrar que tenía tenis suficiente como para convertirse en un gran jugador cuando su progresión se vio detenida, momentáneamente, tras sufrir una rotura por estrés en el escafoides de su pie izquierdo. Tras solventar el problema físico, volvió a las pistas, pero solo unos meses más tarde, ya en 2005, volvió a notar una serie de molestias en la misma zona.
Tras acudir a un especialista, este le diagnosticó el problema que en realidad tenía: la enfermedad de Müller-Weiss, un problema crónico en el que un hueso del pie, el escafoides, sufre displasia. La causa de la aparición de esta dolencia es desconocida, pero es complicada, especialmente en deportistas de élite. Empieza faltando aporte sanguíneo que debilita al hueso y termina sufriendo alteraciones en las sobrecargas mecánicas que derivan en pequeñas fracturas.