El español Rafael Nadal recuperó sus esperanzas de convertirse en un rival peligroso y en pelea por el título al destrozar al israelí Dudi Sela por 6-1, 6-0 y 7-5, y alcanzar los octavos de final por novena vez en su carrera.
"En los dos primeros sets he jugado muy bien con menos errores, eso me ayudó. He jugado mejor que el otro día cuando no me sentía tan bien, físicamente", dijo Nadal en pista. "Hoy cambié bien las direcciones con la derecha y me moví bien. En el tercero él tuvo oportunidades, es algo normal siendo la tercera ronda del Abierto de Australia", explicó.
"No tengo nada de dolor, pero necesito jugar más partidos y sentir confianza, y necesito mejorar en todo", comentó Rafa negándose a decir un número del cero al diez para describir cómo se sentía físicamente. "Nunca he sido muy bueno en matemáticas", bromeó.
"Es muy difícil comparar lo de hoy con uno de los perores momentos que he pasado en pista. Mi cuerpo no estaba bien y tuve suerte de pasar porque pensé durante unos juegos que tenía que tomar el avión y volver a Mallorca", dijo.
Sin rastro de la deshidratación
Casi con la camiseta intacta esta noche, en la que una ligera brisa fresca invitaba al espectáculo, Nadal sentenció su primer enfrentamiento contra Sela, 106 del mundo, con comodidad, y ahora se enfrentará contra el cañonero sudafricano Kevin Anderson, que derrotó al francés Richard Gasquet, por 6-4, 7-6 (3) y 7-6 (6) con 18 saques directos.
Nadal ha vencido al gigante de Johannesburgo, de dos metros y tres centímetros, decimocuarto favorito, en el único encuentro que ambos han disputado, en los octavos de final del Masters 1000 de Toronto en 2010, por 6-2 y 7-6 (6), cuando Anderson solo logró conectar ocho saques directos.
En cierta forma, Sela, que soñaba en convertirse en el primer israelí en alcanzar los octavos de final después Amos Mansdorf, cuartofinalista en 1992, pagó los pagos rotos después del angustioso partido de Nadal contra Smyczek.
Tres de las cuatro últimas derrotas de Rafa en Grand Slam se habían producido con jugadores entre el puesto 100 y 144 del mundo, y Nadal no quería más sorpresas desagradables, por eso, en algunos momentos hubo más pelea entre las gaviotas que pululaban por el techo de la pista y que en un momento hicieron que Nadal las mirase, que abajo en la superficie azul.
Juego más seguro
Ganó el español los primeros cuatro juegos como una exhalación, amplió distancias enseguida y en menos de una hora se había hecho ya con los dos primeros sets del encuentro. Se dibujaba una paliza, porque parecía como si en vez de descansar y relajarse en las últimas 24 horas después de su partido angustioso, el español se hubiera tomado un reconstituyente mágico y se sintiera un gigante en la pista.
Ante tanta mejora, Sela aguantó como pudo el castigo, y fue hasta cierto punto lógica su cómica reacción a principios del tercer set, cuando invitó al público a animarle, como si fuera un director de orquesta, dirigiendo los aplausos de los sectores de las gradas.
Pero en el tercer set, sufrió algo más Nadal. Bajó su porcentaje de primeros saques y su rendimiento con la derecha, y su tío Toni le recriminó y exigió más constancia y firmeza cuando sirvió con 4-4 en sus espaldas porque ya no mandaba como al principio.
Rafa obedeció para sellar el partido a la segunda oportunidad con un cruzado de derecha, sin ceder una sola vez su saque, rompiendo seis el de su rival, y con 43 golpes ganadores. "Uno más", dijo al referirse a su victoria.
En otro encuentro de la jornada, la nueva sensación australiana Nick Kyrgios, verdugo de Nadal en Wimbledon el pasado año, derrotó al tunecino Malek Jaziri, con 24 saques directos y por 6-3, 7-6 (6) y 6-1, a pesar de que sufrió de hemorragias nasales en varios momentos del encuentro.