Si alguien tuviese que elegir cuál es el mejor partido posible en el tenis actual, la respuesta llevaría al duelo entre Rafa Nadal y Novak Djokovic. Son los actuales números uno y dos del mundo, dominan el ranking mundial y prometen un duelo para el recuerdo en la final de la Copa de Maestros.
Ante el vigente campeón, Nadal tratará de añadir su nombre a la escueta lista de españoles que han ganado el torneo, que se limita hasta ahora a Alex Corretja, que venció en la final a Carlos Moyà en 1998, cuando la Copa de Maestros se jugaba en Hanover, y Manuel Orantes, que en 1976 batió en Houston al polaco Wojtek Fibak.
El balear jugará ante Djokovic su segunda final del campeonato que cierra la temporada, un último peldaño que ya alcanzó en 2010, cuando el suizo Roger Federer frustró su objetivo. A sus 27 años, Nadal ha ganado los cuatro Grand Slam -Australia, Roland Garros, Wimbledon y el US Open-, se ha colgado la medalla de oro olímpica, en Pekín 2008, y ha levantado la Copa Davis con España, pero todavía no ha conquistado una Copa de Maestros, su asignatura pendiente.
La pista cubierta, perjudicial para Nadal
Una de las explicaciones para ese espacio en blanco en su casi inmejorable currículum es que desde 2006, cuando Nadal se clasificó para su primera Copa de Maestros, en Shangái, todos los partidos se han disputado en pista cubierta, a priori el escenario que menos favorece a su juego.
Con todo, en la semifinal de este año Nadal ha logrado batir por primera vez bajo techo al suizo Roger Federer, al que ya ha ganado en todos las pistas posibles, y tratará de superar también a Djokovic sobre el tapete azul del O2 Arena de Londres. El serbio termina un año agridulce, que comenzó con una victoria en el Abierto de Australia, pero que se fue torciendo a medida que avanzaba la temporada.
El británico Andy Murray le arrebató primero la final de Wimbledon, Nadal le ganó después la del US Open, y el español le ha terminado superando también en el ranking de la ATP, en el que el serbio acabará segundo la temporada tras dos años en lo más alto.
En ese contexto, Djokovic llega a la final de la Copa de Maestros dispuesto a cerrar sus heridas ante el español. Desde que Nadal le asestó aquel duro golpe en el Abierto de Estados Unidos, el pasado 9 de septiembre, Djokovic no ha vuelto a ceder un solo partido.