Rafa Nadal y Novak Djokovic juegan a otra cosa. Es mucho más que tenis. Es dejarse el alma en cada punto, regalando al espectador mágicos momentos que engrandecen aún más este deporte.
En el enfrentamiento número 37 entre ambos, en la tercera final del Abierto de Estados Unidos que les ha enfrentado en las últimas cuatro ediciones, la suerte -o, mejor dicho, el gran momento de forma que viene exhibiendo desde hace ya unos cuantos meses- ha vuelto a estar del lado de Nadal, que se ha impuesto a su rival por 6-2, 3-6, 6-4 y 6-1 en tres horas y 19 minutos.
El manacorense gana así por segunda vez en Flushing Meadows -la primera vez, en 2010, también fue Nole su rival en la final- y conquista el decimotercer título de Grand Slam de su carrera, con lo que iguala al australiano Roy Emerson y ya sólo tiene por delante al estadounidense Pete Sampras (14) y al suizo Roger Federer (17).
En un año de ensueño, en el que ha vuelto con gran fuerza tras superar una lesión de rodilla que lo ha tenido varios meses alejado de las pistas, Nadal conquista así su décimo título de 2013 y su segundo grande tras Roland Garros. Su próximo objetivo es ayudar a España a conservar la permanencia en el Grupo Mundial de Copa Davis, en la eliminatoria que medirá a la Armada contra Ucrania el próximo fin de semana en la Caja Mágica de Madrid.
De momento esta noche, en la pista Arthur Ashe de Flushing Meadows ante cerca de 15.000 espectadores -entre ellos algunos ilustres como la Reina Sofía, Sean Connery, Leonardo DiCaprio, David Beckham o Jessica Alba, entre otros-, Nadal volvió a dar todo un ejemplo de orgullo. Es Rafa el deportista con mayor fortaleza mental no sólo del circuito ATP, sino también posiblemente de todo el planeta. Hace apenas unas semanas figuraba como quinto tenista del mundo y ahora es el segundo, con el número uno -seguirá en poder de Djokovic pese a la derrota- al alcance de la mano.
El balear, que venía de destrozar a su amigo Richard Gasquet en semifinales, comenzó la final como un tiro. Sólo necesitó 19 minutos para apuntarse el primer break ante Djokovic, que en la ronda previa había sufrido lo indecible para eliminar al suizo Stanislas Wawrinka, la revelación del torneo, al ganarle en cinco sets. Y, como quien no quiere la cosa, Rafa volvió a romper el saque de Nole -esta vez con un juego en blanco- para apuntarse el primer set en 42 minutos.
Pintaban oros en la Gran Manzana para un Nadal que, además de confirmar en los últimos tiempos la mejoría en el saque, hacía gala de su descomunal físico para llegar a bolas casi imposibles, haciendo desquiciar a un Djokovic siempre a merced.
Pero el panorama empezaría a cambiar en la segunda manga. El serbio gozó en el inicio de este parcial de sus primeras bolas de break y, después de una hora y veinte minutos de partido, lograría romper por primera vez el saque de Rafa. Eso sí, tuvo que sudar para conseguirlo en un punto excelso, lo mejor del torneo, tras un intercambio de 54 golpes que hizo enloquecer al espectador. Puño izquierdo en alto, el número uno lo celebró con su gesto característico de rabia.
Rafa le devolvió el break acto seguido, pero Djokovic pareció no inmutarse. Soltando palos a diestro y siniestro, moviendo al español de un lado a otro de la pista, el balcánico volvió a romper el servicio de su oponente para ponerse 5-3, consolidando después la rotura al servicio e igualando el partido tras una hora y 40 minutos de lucha.
Más de lo mismo en el inicio del tercer set, cuando Djokovic firmó rápidamente una rotura ante un Nadal que, pese a jugar algo más agresivo, se las veía y deseaba para poder ganar cada punto. El belgradense, en cambio, seguía a lo suyo y parecía ni despeinarse.
Eran los peores momentos de la noche para el número dos del mundo. Pero si algo nos ha enseñado el tenis en esta última década es que nunca se puede dar por muerto a Rafa Nadal. Djokovic se había puesto 3-1 en el marcador, pero el español logró empatar el partido. Y no sólo eso: el serbio tuvo a continuación tres bolas de break, pero el de Manacor las salvó y se acabó apuntando el juego (4-5). Para rematar la faena, el español le hizo un nuevo break a Djokovic en el décimo juego y ganó el tercer set en 61 minutos.
Había cambiado nuevamente el panorama, y de qué manera. Rafa se cargó de moral y aprovechó el tirón para comenzar el cuarto parcial con un nuevo break (2-0). Esta vez sí, Nole estaba tocado y parecía fuera de la final. Esta vez de manera irrevocable. Una nueva rotura en el sexto juego (5-1) terminó por hundir al número uno mundial, resignado ya a su suerte. Nadal, sin apuros, consolidó los breaks y, tras mandar Djokovic una derecha fuera, acabaría sellando su triunfo tras casi tres horas y media de lucha.