El mejor Rafa Nadal ya está aquí de nuevo. En realidad, lo dejó claro en el Masters de Madrid, pero por si a alguien le quedaba alguna duda, el mallorquín las ha despejado todas de un plumazo. Y es que la exhibición que ha llevado a cabo hoy ante Federer ha sido antológica.
Desde el comienzo del duelo se vio que el de Manacor estaba con una marcha más. O dos. A la primera bola de break dio el primer salto de celebración. De inmediato, confirmaba la rotura. Federer aguantaba el chaparrón como podía, desde el fondo de la pista. Siempre incapaz de responder ante el vendaval. Y así llegó otra rotura. Y otra confirmación. Y otra rotura... 6-1 en apenas 21 minutos de partido. Apoteósico.
En la segunda manga Federer pareció despertar, pero sólo fue un espejismo. De hecho, el primer juego, a saque del suizo, fue para Rafa. Y casi sin darse cuenta se puso con el 3-0 en el marcador. Los peloteos eran constantes, pero siempre con el mismo resultado: punto para Nadal.
Tras otro break el mallorquín sirvió para otro 6-1, pero Federer demostró su orgullo y le rompió el saque en blanco. Acto seguido puso el 5-3, pero a la segunda oportunidad, Nadal volvió a ganar su servicio, firmando así su sexta corona de la temporada, séptima en Roma desde que ganara por primera vez en 2005.
Precisamente esa era una de las pocas cosas que le quedaban al español para terminar de creérselo. Desde su regreso, sólo se había medido una vez al suizo –y con victoria- pero en los cuartos de final de Indian Wells. Ahora, ya puede decir que le ha ganado a Federer en una final importante. Como solía hacer, al menos sobre tierra, antes de su grave lesión.
Un resultado que, además, le permite llegar cargado de moral a Roland Garros. Aunque él afirma que no es el objetivo, visto lo visto esta tarde no puede ser otro. Porque desde luego si Rafa juega al nivel que lo ha hecho hoy, nadie podrá con él. Nadie. Como era antes.