Con sus 220 centímetros y sus 132 kilos, Sabas dominaba todos los aspectos del juego. Anotaba y reboteada con gran facilidad (fue máximo reboteador de la ACB en tres ocasiones), su intimidación en la zona era letal, y su capacidad para asistir a sus compañeros y leer el juego en la pista eran más propios de un base que de un jugador de sus dimensiones. Allá por donde pasó, en Lituania, en España o en Portland, se le guarda un grato recuerdo, pues sus enormes cualidades baloncestísticas sólo eran comparables con sus cualidades humanas. Es el gigante del Este. Abran paso.
Arvydas Romas Sabonis nació un 19 de diciembre de 1964 en Kaunas, en la antigua República Socialista Soviética de Lituania. A los 17 años ya formaba parte del primer equipo del Zalgiris, su club, aunque su primera oportunidad para darse a conocer se produjo en 1982, cuando formó parte de la selección absoluta de la URSS que se proclamó campeona del mundo en Colombia.
La política le pone la primera traba
En los siguientes tres años, Sabonis logró una plata en el campeonato del mundo júnior, un oro y un bronce en dos Eurobasket, así como dos ligas soviéticas y un subcampeonato europeo con el Zalgiris.
Todas estas buenas actuaciones despertaron la atención de la mejor liga de baloncesto. Concretamente, los Portland Trail Blazers eligieron al lituano en la primera ronda del Draft del 86, por delante de jugadores como Rodman o Hornacek, pero las circunstancias políticas de la época, en los momentos finales de la Guerra Fría, provocaron que su país le negara la opción de ir a jugar a Estados Unidos. Curiosamente, una temporada antes los Atlanta Hawks habían intentado su contratación, aunque entonces no tuvo que intervenir la política, pues Arvydas no contaba con los 21 años necesarios para entrar en el draft.
Ese mismo año Sabonis se repuso del golpe nuevamente con su selección, al lograr la medalla de plata en el Mundial, perdiendo en la final ante los Estados Unidos, así como con el Zalgiris, con el que obtuvo una nueva liga soviética y una Copa Mundial de Clubs.
Lesión que le marcará de por vida
Al final de esa misma temporada, pero, el gigante del Este recibiría su segundo mazazo, esta vez aún más grande, y que le perseguiría para el resto de su carrera. Unas molestias que arrastraba desde meses antes, se transformaron en una rotura del tendón de Aquiles, lo que le mermaría físicamente a partir de ese momento. Incluso le llegaron a aconsejar que abandonara el baloncesto, pero la efectiva intervención del Dr. Cook y la voluntad del lituano pudieron evitarlo.
De hecho, Sabonis, como sólo saben hacer los más grandes, transformó una desgracia en una virtud, pues el lituano tuvo que cambiar en gran parte su estilo de juego, ampliando enormemente otras cualidades más atípicas para un cinco, como su tiro exterior, su capacidad de asistencia y, sobretodo, su inteligencia en la pista.
Prueba de ello la dio en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988. Sabas, tras varios meses sin jugar, acudió a la cita renqueante, pese a lo cual su nivel fue espectacular, llevando a su selección al oro tras vencer en la final a Yugoslavia y en la semifinal a los EEUU, en lo que supuso un golpe histórico en la selección estadounidense, que desde entonces llevó siempre a los mejores, dejando fuera a los universitarios, quienes acudían a los Juegos hasta la fecha.
No fue hasta 1989 cuando Sabonis pudo abandonar su país. Sin embargo, no se marchó a la NBA, sino que vino a España, sorprendentemente a las filas de un Forum de Valladolid que, no obstante, había configurado un ambicioso proyecto, coincidiendo con jugadores de la talla de Homicius, Tikhonenko, Corbalan, Reyes o el malogrado Mike Schlegel.
Ese mismo verano de 1989 la URSS consiguió una nueva presea en el Eurobasket, aunque en esta ocasión sólo pudo ser de bronce, tras caer en semifinales ante la todopoderosa Grecia de Nikos Galis, autor de 45 puntos. Iba a ser su última medalla como soviético.
Tras tres temporadas en el equipo del Pisuerga, las mejores de su historia tras acabar siempre en puestos de Playoff y llegar a semifinales de la Copa Korac, Sabonis, fichó por el Real Madrid. Un mes antes de debutar, el pívot disputó en Barcelona sus segundos Juegos Olímpicos, esta vez con Lituania, con la que obtuvo una histórica medalla de Bronce.
Su objetivo de devolver a los blancos, el club más laureado de Europa, a lo más alto después de seis años sin ningún título importante, lo cumplió a la perfección. En tres temporadas, obtuvo dos ligas, una Copa del Rey y una Copa de Europa, formando una inolvidable asociación con Joe Arlauckas. En ese periodo, además, Sabas fue nombrado dos veces Mejor Jugador de Europa, MVP de la ACB y MVP de la final, así como mejor jugador del mes en un total de seis ocasiones.
Por fin, a la NBA
Tras estas tres impresionantes temporadas, la NBA y el propio Sabonis se convencieron de que su lugar estaba en Estados Unidos. Con nueve años de retraso, el destino colocaba al Gigante del Este en Portland, pese a sus 30 primaveras. Se convirtió en el rookie más veterano de la historia, aunque no fue en vano. En su año de desembarco, el lituano fue incluido en el equipo inicial de rookies. Además, en ese verano Lituania consiguió una nueva presea de bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta.
Con los Blazers estuvo seis temporadas, hasta 2001, en las que promedió 26 minutos por partido (sin duda, marcado por sus dolencias físicas), con 13 puntos, 8 rebotes, 2 asistencias y 1 tapón por partido. Esos números mejoraban durante los Playoff, cuando las exigencias de Portland hacían que Sabas tuviera que estar más tiempo en la cancha. En ese periodo, el equipo cayó en tres ocasiones en primera ronda, pero logró también llegar dos veces a la final de conferencia, sucumbiendo en ambas.
Célebre fue la final de la temporada 99-00, en la que los Blazers, que contaban con jugadores de la talla de Isaiah Rider, Rasheed Wallace, Damon Stoudamire o Brian Grant, se enfrentaron a los Lakers de Bryant y O’Neal. En ella, se llegó al séptimo partido, y tras ir todo el encuentro imponiéndose por buenas diferencias, un parcial final de 13-31 hizo que Portland no pudiera llegar a la final de la NBA. Pero esta eliminatoria también pasó a la historia por la extrema defensa, rozando la ilegalidad, que los Blazers ejercieron sobre O’Neal, cometiendo faltas sobre el pívot durante todo el partido para buscar que únicamente pudiera lanzar desde la línea de tiros libres, en lo que es toda una calamidad.
En la temporada 2001-2002 Sabonis se mantuvo alejado de las pistas de juego, pero al año siguiente regresó a los Blazers, eso sí, con algunas restricciones en el contrato impuestas por el lituano, como la de que no podía disputar más de 20 minutos por encuentro. Pese a no llegar a los registros anteriores, Sabas completó una buena campaña, llevando a su equipo de nuevo a los Playoff.
En 2003 el gigante del Este regresó a Europa, a su club, al Zalgiris Kaunas. Fue su última temporada, y se quiso despedir a lo grande. El lituano se llevó la liga de su país, siendo nombrado MVP de la misma, y dejó una grata impresión en la Euroliga, en la que fue elegido el mejor jugador del Top 16 así como integrante del quinteto ideal europeo, tras llevar a su equipo hasta los cuartos de final.
Frases para el recuerdo
No hay mejor manera de ensalzar la calidad de Sabonis que destacando algunas frases de jugadores que fueron rivales y/o compañeros del lituano. Así, Rod Strickland, quien ha jugado con jugadores de la talla de Ewing, Robinson, Garnett o Webber, dijo que Sabonis, con quien coincidió en Portland, era mejor que todos ellos. Bill Walton, integrante del Hall of Fame de la NBA, comentó que "es un Larry Bird de 2,20".
También los más jóvenes se rinden ante el gigante del Este. Andrew Bogut, gran pívot de los Milwaukee Bucks, asegura que se pasa el día viendo videos de Arvydas Sabonis para aprender y seguir mejorando, mientras que Yao Ming, el pívot chino de los Houston Rockets, dijo nada mas llegar a los Estados Unidos que su gran sueño era enfrentarse a Sabas.
Nadie puede vaticinar qué hubiera ocurrido de ir a la NBA en 1986, o de no jugar con un tendón de aquiles destrozado durante toda su carrera, pero por todos es dicho y asegurado que estaríamos hablando de uno de los mejores jugadores de la historia. Su éxito en la NBA con más de 30 años así lo demuestra, así como su claro dominio en Europa, ya sea con el Zalgiris o con el Real Madrid, o sus tres medallas olímpicas en otros tantos Juegos en los que participó, con dos países distintos. Arvydas Sabonis hubiera podido con todos.