L D (EFE) Safin deslumbró en el 2000 cuando se hizo entonces con el Abierto de Estados Unidos al derrotar a Pete Sampras en la final, y de él se esperaba que obtuviese un buen número de Grand Slams, a continuación, pero han sido necesarios cinco años para descubrir de nuevo a un gran campeón. En el 2000, después de un año plagado de lesiones y sin muchas oportunidades de jugar contra los mejores, el genial jugador ruso formado tenísticamente en Valencia, recuperó la confianza y ganó siete torneos para situarse el 20 de noviembre como número uno del mundo.
Safin ha encarnado siempre ese espíritu de la contradicción. Cuando parecía estar más a punto, su especial carácter le hundía en el más profundo desastre, y cuando ya nadie apostaba por él, era capaz de resurgir con su sensacional tenis. Sin duda, el hombre que más ha influido en su juego, desde sus comienzos, fue el español Rafael Mensua, su "entrenador intermitente" con el que empezó todo, al que durante un tiempo acudía cada vez que un técnico le fallaba, y al que dedicó el título del Conde de Godó en el 2000 cuando ya no trabajaba con él.
La frustración se reflejaba después en las pistas donde batía récords rompiendo raquetas, 48 en una temporada, a un promedio de dos por partido. La relación con Mats Wilander, ganador de siete títulos del Grand Slam, pareció serenar el juego de un tenista sorprendente al que Sampras alabó sin dudar cuando sufrió su derrota en Flushing Meadows. Lundgren, cuartofinalista en Wimbledon, ex técnico también del chileno Marcelo Ríos y del suizo Roger Federer, entre otros, parece haber encontrado la respuesta en el juego de un Safin más tranquilo, con novia oficial, Dasha Zhukova, una estudiante de medicina que conoció en Moscú hace tres años.
Una respuesta que al ruso le faltó en la final de Melburne del 2000 contra el sueco Thomas Johansson, cuando su banquillo estaba iluminado por la presencia de tres espectaculares rubias. Tampoco tuvo suerte en la del 2004, cuando, agotado, esta vez, por los 129 juegos que necesitó para llegar a la final, Federer hizo presa en él sin concederle la más mínima oportunidad. Su venganza solo ha tardado un año en consumarse, en semifinales esta vez, donde levantó un punto de partido para demostrar después que el suizo es humano, y vencerle. Luego, Hewitt comprobó como Marat es capaz de todo cuando él quiere.
Safin ha encarnado siempre ese espíritu de la contradicción. Cuando parecía estar más a punto, su especial carácter le hundía en el más profundo desastre, y cuando ya nadie apostaba por él, era capaz de resurgir con su sensacional tenis. Sin duda, el hombre que más ha influido en su juego, desde sus comienzos, fue el español Rafael Mensua, su "entrenador intermitente" con el que empezó todo, al que durante un tiempo acudía cada vez que un técnico le fallaba, y al que dedicó el título del Conde de Godó en el 2000 cuando ya no trabajaba con él.
La frustración se reflejaba después en las pistas donde batía récords rompiendo raquetas, 48 en una temporada, a un promedio de dos por partido. La relación con Mats Wilander, ganador de siete títulos del Grand Slam, pareció serenar el juego de un tenista sorprendente al que Sampras alabó sin dudar cuando sufrió su derrota en Flushing Meadows. Lundgren, cuartofinalista en Wimbledon, ex técnico también del chileno Marcelo Ríos y del suizo Roger Federer, entre otros, parece haber encontrado la respuesta en el juego de un Safin más tranquilo, con novia oficial, Dasha Zhukova, una estudiante de medicina que conoció en Moscú hace tres años.
Una respuesta que al ruso le faltó en la final de Melburne del 2000 contra el sueco Thomas Johansson, cuando su banquillo estaba iluminado por la presencia de tres espectaculares rubias. Tampoco tuvo suerte en la del 2004, cuando, agotado, esta vez, por los 129 juegos que necesitó para llegar a la final, Federer hizo presa en él sin concederle la más mínima oportunidad. Su venganza solo ha tardado un año en consumarse, en semifinales esta vez, donde levantó un punto de partido para demostrar después que el suizo es humano, y vencerle. Luego, Hewitt comprobó como Marat es capaz de todo cuando él quiere.