Oosthuizen no podía haber soñado un lugar más idóneo como el link escocés de St. Andrews, la cuna del golf, ni un momento más señalado, el 150 cumpleaños del Abierto Británico, para alzar al cielo la Jarra de Clarete, el trofeo que se concede al ganador, y anotarse su primer grande. El sudafricano, de 29 años, ha ganado con una solidez fuera de lo normal, como líder desde el segundo día y con una ventaja brutal sobre el segundo clasificado para un total de 17 bajo par. Una tarjeta que asusta a cualquiera.
Desde el viernes ofreció Louis Oosthuizen un recital de juego contra el viento y el frío, una lección de lo que es mantener un liderazgo de manera contumaz en un major y con un temple encomiable durante la temida ronda final de un Abierto Británico, que acongoja más por celebrarse en este mítico escenario. Su triunfo fue incontestable. St. Andrews, el recinto en el que se cocinó hace siglos el golf que hoy conocemos, se rindió a la persistencia y solidez de Oosthuizen, hasta ahora un golfista del montón que este mismo año logró su primer título profesional, en el Abierto de Andalucía, pero que tras la semana del Abierto Británico ya figura en los libros de historia.
El torneo comenzó dominado de manera sobresaliente por el joven norirlandés de 21 años Rory McIlroy (63 golpes), pero una tarde siguiente de vendaval lo sepultó (80 golpes), a la vez que Oosthuizen aprovechaba la calma matinal para encaramarse al liderato y manejar ya desde el viernes una ventaja en progresión. El inglés Paul Casey se convirtió en la mayor amenaza dominical para el líder, y a la sazón en la esperanza británica. Pero Casey fue incapaz de remontar sus cuatro golpes de desventaja al comienzo.
Especialmente demoledor resultó el eagle de Oosthuizen en el par 4 del hoyo 9, tras llegar a green de un solo golpe. Casey, el décimo jugador del mundo, se vio obligado entonces a forzar la máquina, y el riesgo lo pagó con un retroceso insalvable: ocho golpes a falta de cinco hoyos. St. Andrews, para entonces, ya vislumbraba a un campeón, Oosthuizen, quien en sus tres comparecencias anteriores en este torneo nunca pudo superar el corte.
Ahí se acabó realmente la historia del Abierto Británico 2010, realmente brillante para este sudafricano que une su nombre a tantos otros compatriotas ya en los altares (Bobby Locke, Gary Player o Ernie Els). El último golfista de ese país en ganar en en este campo fue Bobby Locke, en 1957.
El torneo, por lo demás, ha resultado sido gris y opaco para los dos mejores golfistas del mundo, Tiger Woods y Phil Mickelson, quienes pugnan en la actualidad sobre un estrecho margen en el escalafón por las vicisitudes por las que atraviesa el primero.
Woods tampoco ha podido enmendar este domingo su trabajo y se marchó con 73 golpes, para finalizar en el vigésimo tercer puesto. La página que podría haber escrito para la historia, la de ser el único en ganar tres veces el Abierto Briánico en St. Andrews, ha quedado en blanco, mientras que Mickelson, que ha finalizado en la cuadragésima octava posición, deberá esperar a otra ocasión para desbancar a Tiger del liderato mundial.
El golf español ha culminado con notable el Abierto Británico, aunque al final ninguno acabó en el top-ten, pero tres en el top-20 (Álvaro Quirós, Ignacio Garrido y Sergio García). Decepcionaba la forma en la que se desinflaba al final Alejandro Cañizares (77 golpes este domingo), pero ha sido compensada con la sensacional ronda final del gaditano Álvaro Quirós (67), a la postre el mejor de los hispanos en el puesto undécimo.