Hubieron de pasar 50 minutos para que las cámaras enfocasen a uno de los porteros haciendo algo más que colocar a su defensa. El afortunado fue Zemmamouche, que hoy suplía al sancionado Chaouchi, expulsado en la semifinal contra Egipto después de perder completamente los papeles. Zemmamouche se lució por dos veces al repeler un durísimo disparo de Taiwo desde 30 metros primero y el remate a bocajarro de Obinna tras cazar el rechace después.
A ambos disparos sucedieron las primeras exclamaciones de la grada semivacía del Complexo da Sra. Da Graça, que asistía impasible a cuanto acontecía sobre la hierba. Y con razón, porque hasta esa doble oportunidad de Nigeria el partido fue un secarral, cincuenta minutos de futbolín, con la pelota trotando sin tino de un lado al otro de la línea de medio campo y con algún que otro disparo lejano que ni un milagro hubiese dirigido hacia los tres palos.
Salieron ambos equipos sin pulso competitivo, más a resolver un engorroso trámite que a tratar de espantar algunos de sus demonios peleando al menos por el tercer cajón del podio. Lo mejor que se puede decir de la primera parte es que duró 45 minutos. Llegó entonces la doble oportunidad nigeriana y el juego subió algunos enteros, los suficientes para que Nigeria consiguiese abrir el marcador por medio de Obinna, delantero del Málaga, que supo arrancar con el balón pegado a la bota, superar a los centrales y encarar y batir con un disparo cruzado a Zammamouche. Era el minuto 61 y de lo bien poco que habían mostrado entre ambos equipos, a Nigeria correspondía la mejor parte, aunque a años luz de la excelencia.
Los jugadores de Shuaibu Amodu abundaron en las mismas carencias de todo el campeonato. Les falta conducción a partir de la línea de tres cuartos y adolecen de una precipitación casi nerviosa que se traduce en lanzamientos muy lejanos en posiciones poco ventajosas para que acaben en la red. Ni siquiera la abulia de Argelia, que se defendió con orden pero que no decidió estirarse hasta bien entrada la segunda mitad, le sirvió a Nigeria para redimirse de un campeonato discreto, muy por debajo de lo que se esperaba de esta selección mundialista.
Argelia, mermada por las bajas y también moralmente afectada por la dolorosa derrota que le infligió Egipto, tardó casi 70 minutos en comenzar a rondar el área de Enyeama y desde entonces ya no se fue de allí. Pero en todo caso su presencia nunca dio verdadera sensación de peligro. Su bagaje final se redujo a un par de disparos lejanos, uno de ellos mordido, y a un par de centros a la olla que sacó la defensa nigeriana. Y eso que les bastaba a los de Rabah Saadane con presionar ligeramente la salida del balón de Nigeria para que éstos optasen por rifarlo a base de patadones a tierra de nadie.
En general, y pese a que en la última media hora cobró algo de pulso el partido, la sensación que dieron ambos equipos es de desidia, de falta de actitud. La intensidad de otras tardes la dejaron ambos equipos en la caseta. Al final, la medalla de bronce se la llevó Nigeria, pero bien pudiera haber sido al revés, un premio menor para una selección que llegó a Angola como favorita y que aún deberá trabajar notablemente su fútbol, al igual que su rival de hoy, si quiere brillar en el próximo Mundial de Sudáfrica.