Hace exactamente seis meses los Golden State Warriors disputaban la final de la NBA. Pero el 11 de junio de 2012, los californianos, el equipo del último lustro a nivel mundial, reconocido como una de las mayores de reuniones de talento jamás vista en una cancha de baloncesto, iban a empezar a desmoronarse. A la rotura del tendón de Aquiles de Kevin Durant le sucedería apenas unos días más tarde otra grave lesión, cuando el ligamento cruzado de la rodilla de Klay Thompson saltó por los aires, hipotecando casi definitivamente sus opciones de ganar el cuarto anillo en las cinco finales que jugaron consecutivamente entre 2015 y 2019. Que los Toronto Raptors terminaran alzando el trofeo Larry O’Brien fue, paradójicamente, el menor de los problemas para el equipo de Steve Kerr.
¿Qué ha sucedido desde entonces para que un equipo de leyenda sea, tras 26 encuentros de la temporada 2019/20, el peor de la NBA?
En primer lugar Kevin Durant decidió no renovar. Pese a que tras su paso por el quirófano el colosal anotador nacido en Washington estará de baja toda la temporada, la marcha de un jugador de tal calibre nunca es una buena noticia para el futuro de una franquicia, por muchas dudas que pueda haber sobre su estado físico. Menos aún en un curso importante para los Warriors, el de su mudanza al otro lado de la bahía, dejando atrás el Oracle Arena de Oakland para jugar a partir de esta temporada en el Chase Center de San Francisco. Sin embargo, los californianos parecieron reaccionar razonablemente bien, atando la renovación de Klay Thompson (pese a que también es muy difícil que vuelva esta temporada), por 5 años y 190 millones, y cerrando el fichaje del escolta de 23 años D’Angelo Russell, aprovechando el espacio salarial generado por la salida de Durant para ofrecerle 117 millones por cuatro campañas.
Aunque ciertamente existían dudas razonables sobre el encaje que un jugador como Russell, justificadamente bajo sospecha desde su llegada a la NBA con los Lakers, pudiera tener en un equipo tan particular como los Warriors, su adquisición servía en cierto modo para lamer las heridas de la salida de ‘Durántula’. Más tarde, las renovaciones de Draymond Green (100 millones, 4 temporadas) y Kevon Looney (15 millones, 3 cursos), permitían al menos mantener en parte su estructura ganadora reciente.
En todo caso, la temporada ya empezó torcida en San Francisco. Un debut hiriente en el estreno del Chase Center ante los Clippers (122-141) vino secundado por otra sonrojante derrota en Oklahoma, ante unos Thunder muy lejos de su antiguo potencial (120-92) y un balsámico triunfo en New Orleans (123-134)… antes de que todo se fuera definitivamente al traste. De regreso a casa, los Warriors perdieron ante los Phoenix Suns, pero más allá, se quedaron sin futuro a medio plazo y prácticamente sin alma cuando la muñeca izquierda de Stephen Curry, en una desafortunada acción con el pívot australiano Aron Baynes, se fracturó. Resistir la baja de Durant hubiera sido inviable para casi cualquiera. Añadirle la pérdida de Klay Thompson, un rejonazo mortal. Pero si ya se suma a Stephen Curry, el hecho es sencillamente imposible de levantar. Ni las mejores frases de ‘Mr. Wonderful’ harían creer a nadie en el porvenir a corto plazo de estos Warriors.
El escenario era inimaginable hace medio año. Los de la bahía son, tras perder este miércoles en casa ante los decrépitos New York Knicks, el peor equipo de la competición con 5 triunfos y 21 derrotas. No llegan ni a un 24% de victorias en lo que va de temporada. El mismo equipo que el año pasado ganó 57 partidos en liga regular (un 69’5%) y que en la 2015/16 batió el récord de la NBA, ganando 73 (el 81’7% del total). Pocas caídas similares existen en la historia de la competición americana, y lo que pudiera parecer inexplicable tiene un motivo evidente. Donde el año pasado un quinteto inicial tipo era Stephen Curry, Klay Thompson, Kevin Durant, Draymond Green y DeMarcus Cousins, All Stars todos ellos, este curso se ha llegado a dar un quinteto inicial formado por Jordan Poole, Ky Bowman, Glenn Robinson III, Eric Paschall y Willie Cauley-Stein.
Desde luego, lo que está pasando en Golden State Warriors no es algo nada frecuente. Una reciente investigación de la prestigiosa web hoopshype.com determinó que los Cleveland Cavaliers de la temporada 2010-11, justo tras la primera salida de LeBron James de Ohio, son el equipo que ha sufrido una mayor caída en su porcentaje de victorias, pasando del 74’4% (61-21) a un pírrico 23’2% (19-63) después de la marcha del de Akron. Eso sí, aquel hecho les permitió elegir en el draft a Kyrie Irving en el puesto número 1 y al pívot canadiense Tristan Thompson en el 4. Años más tarde, tras el regreso de LeBron a casa, los Cavaliers ganaron su primer anillo en 2016.
Otra salida tan traumática como la de James fue la segunda y definitiva de Michael Jordan de los Chicago Bulls. Los de Illinois pasaron de ganar el anillo en 1998 a ser el segundo peor equipo al siguiente curso, cayendo desde un 75’6% de triunfos (62-20) a un 26% (13-37, al ser año de ‘lockout’). Quizá ninguna transición en la historia han sido tan dramática como aquella, que incluyó, además de la pérdida de Jordan, la salida de Phil Jackson del banquillo y de Scottie Pippen, Steve Kerr, Luc Longley y Dennis Rodman de la plantilla. Casi nada. Aquí no hubo un final tan feliz. Los Bulls seleccionaron a Elton Brand en el draft… y más de dos décadas más tarde no han vuelto ni a acercarse realmente al anillo. La sombra de Michael Jordan sigue siendo demasiado alargada.
Pero ha habido más salidas gloriosas a batacazos similares al de los Warriors este año. En 1997 los San Antonio Spurs firmaron un récord de 20-62, viniendo de un 59-23 previo. Un curso agónico, lesión de el Almirante David Robinson mediante, derivó en la llegada al banquillo de Gregg Popovich y la elección de un joven de la Universidad de Wake Forest llamando Tim Duncan en el draft. El resto es historia, con cinco anillos para los texanos en los 19 años que pasó el ala-pívot de Islas Vírgenes en la franquicia. Su caída en el porcentaje de victorias en el citado curso fue de un 47’6%. Bendito problema, visto hoy.
A estas alturas de campaña, los Warriors caerían un 45’7% en su tasa de triunfos respecto a la pasada. Sería el cuarto peor descenso a los infiernos en la historia de la NBA, sólo superado por los tres ya citados. Que esta temporada se va a hacer larguísima en San Francisco es indudable, pero la realidad es que no se vislumbra una travesía del desierto tan gigantesca como la de los Chicago Bulls post-Jordan. En el próximo ejercicio, la sola presencia de Curry, Thompson y Green volverá a hacerles equipo seguro de ‘play off’. Y quién sabe qué ocurrirá si Russell cuaja, o incluso con los movimientos que lograrán para su plantilla. Eso sí, con 156,7 millones de dólares ya comprometidos en la masa salarial para el ejercicio 2021/22 el margen de maniobra de los de la bahía no es excesivo.
Desde luego, un escenario de difícil salida para una franquicia acostumbrada a dominar la NBA moderna. Pero la historia demuestra que también puede ser una oportunidad.