Remaron para morir en la orilla. A Los Ángeles Lakers esta temporada no les ha salido bien ni bajar del autobús. Actualmente su récord es de 31-41 y, siendo lo más optimistas posible, el 50% de victorias sería un escenario muy decente, sin embargo, no parece que vaya a ocurrir. Todo esto sucede tras el desembarco de LeBron James en la Conferencia Oeste y confluye, además, con su primera ausencia en unos playoffs desde el año 2006. Un total de 13 temporadas, con 9 finales de por medio y tres anillos después, que romperán una tradición. A partir de ahora, a los angelinos sólo les quedará maquillar el final de temporada como puedan, asumir el carrusel de derrotas que se avecina y rezar para que la lotería del draft les depare una buena promesa.
Tan rematadamente mal les está yendo a los Lakers que en la última posesión del encuentro LeBron se lesionó. Sí, cosas del destino. Cuando trataba de remontar línea de fondo, resbaló y cayó con todo su peso sobre su rodilla izquierda. Se fue del parqué con una ostentosa cojera. Los números del '23' (25 puntos, 9 rebotes, 14 asistencias) no fueron suficientes para amainar el huracán que arreció el Staples Center. El James de antaño parece haberse esfumado de un plumazo, sus números dicen lo contrario, pero las sensaciones dejan entrever que ya no domina del mismo modo.
El error comenzó en la planificación. Puede que suene dramático, pero la llegada de LeBron cortó de un plumazo la reconstrucción y eso puede tener sus consecuencias en el futuro. Quizás la mayoría de jóvenes pierdan peso o acaben saliendo, algo que ya se pudo atisbar cuando Magic Johnson trató de fichar a Anthony Davis: no les importaba ceder todas sus promesas a cambio de luchar por el campeonato.
En una NBA que ha virado el rumbo a un juego de perímetro, los Lakers se quedaron en un cúmulo de juego interior, sin tiradores. Y, aunque suene a excusa, las lesiones han lastrado la temporada en especial la del '23'. Corría Navidades y la ingle de LeBron –los años no pasan en balde– dijo 'basta'. Marchaban cuartos en el Oeste y han caído en picado hasta hundirse en el undécimo puesto.
Los Nets han puesto la puntilla a una muerte anunciada. Comienza el desierto, pero la indolencia es latente, porque la sensación de asunción del desastre era más una realidad que algo ajeno a la franquicia. Que se acabe cuanto antes, pedirá LeBron.