Golden State Warriors y Cleveland Cavaliers reeditan una final NBA apasionante y repleta de alicientes
Warriors y Cavaliers se vuelven a encontrar en la fina un año más tarde. No existen bajas y sobran cuentas pendientes.
Se hace difícil imaginar que en una ciudad de apenas 200.000 habitantes puedan tener su origen los dos jugadores con más impacto en el baloncesto actual. Allá donde circuló el primer coche de policía eléctrico, a finales del siglo XIX, en esa ciudad que fue la capital mundial del caucho, sede todavía hoy de Goodyear, dieron sus primeros pasos dos auténticos colosos de la canasta. De propuesta física descomunal uno de ellos, enclenque y con sensación de fragilidad el otro. Uno parece siempre enfadado, mientras el otro no se concibe sin una sonrisa, y un protector bucal jugueteando en sus labios. En todo caso, ambos son igualmente letales por su reinado sobre la cancha. A partir de este jueves, LeBron James y Stephen Curry liderarán a los Cleveland Cavaliers y los Golden State Warriors en la reedición de la final de la NBA de la pasada temporada. La final deseada para la inmensa mayoría de los aficionados, un choque de estilos entre dos superestrellas que dominan el baloncesto actual pero que tienen entre ceja y ceja un objetivo común: trascender.
Y es que, ocurra lo que ocurra en los próximos días, alguien va a entrar en el Olimpo del baloncesto. Una victoria de los Warriors, grandes favoritos hasta hace quince días, quizá no tanto hoy tras sudar sangre para eliminar a los Thunder en la final de Conferencia, refrendaría la mejor temporada de la historia, cuajada desde un heroico 73-9 en la liga regular, a partir de un baloncesto frenético en el que la mejor pareja de tiradores de la historia, formada por el propio Curry y su inseparable Klay Thompson, bien podrían ser el alfa y el omega del equipo. Y sin embargo, pese a su enorme importancia, no es así, pues estos Warriors no serían lo que son de no ser por el inclasificable Draymond Green, el pointforward a las órdenes de Steve Kerr, el tipo que puede jugar de todo y, muy especialmente, el alma de los de la Bahía de Oakland. No en vano, su mal rendimiento ante los Thunder de Durant y un Westbrook desatado a punto estuvo de costarles la presencia en la final a los suyos, que hubieron de convertirse en el primer equipo que levanta un 1-3 adverso en una final de Conferencia. Más motivos para sellar con diamantes un curso inolvidable.
Enfrente, sin embargo, los Warriors tendrán un dolor de cabeza, y un recuerdo complicado. Hace un año, en Oakland se celebró un anillo merecido, pero en buena medida con un asterisco. La ausencia de Kevin Love en toda la serie final, y casi lo mismo para Kyrie Irving, lesionado en el primer duelo, había puesto una alfombra roja a los californianos que, sin embargo, no pasearon por ella de terciopelo, sino que hubieron de hacerlo con pana. Celebraron el anillo pero dejaron alguna duda de qué habría sido aquello con los dos escuderos de LeBron James, solo contra el mundo entonces. Hoy la película parece diferente. Estos Cavs, tras algún volantazo en la temporada, como la sorprendente salida de David Blatt para dejar al novato Tyronn Lue al frente de las operaciones, han dejado una impresión fantástica en el camino hacia la final. Bien es cierto que sus rivales no parecieron de la misma enjundia que los presentes en el minado Oeste, pero no lo es menos que los de Ohio se han mostrado finísimos en el juego, con un LeBron determinante pero abonado al colectivo, dando la sensación de guardarse una gran exhibición individual. Añadan a eso la mejor versión conocida de Kevin Love, y una remozada idea de jugar sin tipos realmente grandes, como el ruso Mozgov hace un año, en un esquema en el que Tristan Thompson brega en la pintura y el propio Love y Channing Frye generan con su amenaza exterior los espacios necesarios para las penetraciones de Irving y LeBron.
Es una final con prácticamente todos los alicientes. Con dos plantillas sin bajas relevantes y con cuentas pendientes, con un bonito duelo en los banquillos entre Kerr, más reputado y Lue, que pese a las dudas iniciales ha sabido encontrar su camino para contentar a LeBron, lo que al final es la clave de todo en Cleveland. Por haber, hasta hay un jugador, por primera vez en la historia de la liga que ha jugado en los dos finalistas, pues el brasileño Anderson Varejao, hoy en los Warriors, comenzó la temporada en los Cavs. Pero, ante todo, hay un duelo por pasar definitivamente al libro de oro. Curry y ese estilo que ha cambiado la concepción del baloncesto quiere se segundo título, rubricando un curso acaso irrepetible. LeBron, en su sexta final consecutiva, palabras mayores para el valor más seguro de la NBA actual, quiere su tercer anillo. Por ende, pase lo que pase, seguro que estas finales serán recordadas con el paso de los tiempos. Para no perdérselas.
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