¿Es deportivo hacer faltas intencionadas continuamente a un jugador que no tira bien desde el tiro libre? Esa pregunta es muy habitual entre analistas, aficionados e incluso jugadores y entrenadores de baloncesto.
En la NBA, y en el baloncesto en general, la táctica de hacer faltas de un modo continuo sobre el peor tirador de tiros libres del equipo rival ha sido una opción habitual ya desde la época de Wilt Chamberlain en la década de los 60 y principios de los 70.
Chamberlain era un portento físico imparable cerca de canasta, por lo que los entrenadores rivales preferían cargar a sus jugadores de faltas personales porque, a cambio, el bajo porcentaje de acierto del center podía darle opciones de ganar si Wilt tenía una noche poco acertada, cosa habitual con su 51.1% de acierto desde la línea de tiros libres. El hack -hacer faltas intencionadamente a un jugador que no tira bien desde la línea de personal, treta habitual en el mundo del baloncesto- a Chamberlein marcó el camino.
En la madrugada del miércoles al jueves, el hack vivió una de sus máximas representaciones en el partido que jugaron los Houston Rockets y los Detroit Pistons. Andre Drummond es uno de los mejores pívots de la NBA, pero también es el peor lanzando tiros libres. Un paupérrimo 35,5% de acierto firma el búfalo de Mount Vernon.
Con un porcentaje tan pobre, el hack a Drummond es habitual. Sin embargo, los Rockets de Harden lo llevaron a su máxima expresión. Mandaron a la línea de personal 36 veces al bueno de Andre. La nota curiosa la puso K.J McDaniels. El alero ex-Sixers hizo la friolera de 5 faltas en tan sólo 9 segundos, al inicio del tercer cuarto. Trabajo de intendencia, que diría el bueno de Andrés Montes. Al final, los Pistons terminaron llevándose la victoria por 114 a 123.