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Real Madrid y Boston Celtics se vuelven a enfrentar con el recuerdo del partido del Open McDonalds de 1988

Aquel partido en el Palacio de los Deportes forma parte del libro de oro del baloncesto español por varias razones. Este tendrá difícil igualarlo.

Aquel partido en el Palacio de los Deportes forma parte del libro de oro del baloncesto español por varias razones. Este tendrá difícil igualarlo.
Larry Bird lideró a los Celtics en Madrid en 1988 | Cordon Press

Casi veintisiete años más tarde, los Boston Celtics volverán a jugar en el Palacio de los Deportes de la Comunidad frente al Real Madrid. Sin embargo, pocas cosas hoy podrán considerarse igual. Si acaso, que ambos equipos siguen siendo considerados dos de los más laureados a uno y otro lado del charco, pero pocas más coincidencias existen con la visita que los de Massachusetts protagonizaron a la capital de España hace casi ya tres décadas, un 24 de octubre de 1988.

El de ahora es un partido que ha levantado cierta expectación, como casi todo lo que juega este Real Madrid de Pablo Laso, reciente campeón intercontinental. Pero nada comparado con la casi paralización de un país que trajo consigo aquel segundo Open McDonalds, el primero fuera de Estados Unidos, tras la edición inaugural en Milwaukee, un año antes. Aquella era la primera vez que, auspiciada por la propia NBA, una franquicia se disponía a enfrentarse con equipos del Viejo Continente en su propio territorio. Y la elección no fue al azar, pues no existía mejor embajador que los Boston Celtics, por aquel entonces con 16 anillos de campeón, apenas uno más hoy día. Allí se plantó un quinteto inolvidable: Dennis Johnson, Danny Ainge, Larry Bird, Kevin McHale y Robert Parish, y un banquillo con nombres que hoy día siguen siendo de sobra conocidos: Brian Shaw, Jim Paxson, Brad Lohaus, el entonces futuro baskonista Ramón Rivas, y el nombre al que todos miraban en Estados Unidos como el que debía coger el relevo de los Celtics: Reggie Lewis, un fino alero de dos metros que iniciaba su segunda temporada como profesional.

Un equipo que, a finales de la década de los 80, se veía en España como la llegada de un OVNI repleto de marcianos pero a los que el duro paso del tiempo también ha demostrado que, sencillamente, eran humanos que estaban a otro nivel deportivo, implanteable en España salvo para unos pocos que habían seguido en su aventura NBA a Fernando Martín. Veintisiete años más tarde, Larry Bird tuvo que dejar hasta los banquillos por sus problemas cardíacos, añadidos a esa maldita espalda que le retiró de las canchas. Peor suerte aún corrieron Dennis Johnson, fallecido en 2007, o Reggie Lewis, de dramática muerte durante un entrenamiento en 1993, apenas con 27 años. Aquel es un partido, en efecto, marcado por las marchas demasiado tempranas, pues en el Real Madrid jugaban Fernando Martín, Drazen Petrovic, y buscaba hacerse con un sitio en el primer equipo un tirador letal llamado Carlos García Ribas, que jugaría durante años a buen nivel en segundas ligas españolas, y que también se dejaría la vida muy pronto en una carretera. Hasta el recinto en el que se jugó estuvo a punto de irse al garete, y tras el tremendo incendio que lo asoló en 2001, desde 2005 presenta una cara totalmente diferente, aunque siga en el mismo lugar, la Plaza de Felipe II.

Aquellos Boston Celtics llegaron a España por tanto, como seres venidos de otro planeta. Hoy la NBA se ha universalizado tanto que en cierta medida se ha banalizado. La invasión internacional de la mejor liga del mundo, y muy especialmente su enorme difusión y repercusión internacional, hace a quien más y a quien menos amplio conocedor de cientos de detalles que ocurren en las canchas americanas. Además, los de Brad Stevens son hoy un equipo en reconstrucción, que aunque se colaran en playoffs la temporada pasada, no son considerados entre los más grandes de la liga. Y en cierta medida, no es disparatado pensar que el Real Madrid, de no ser por sus problemas físicos en esta pretemporada, tendrá incluso serias opciones de triunfo. Por aquel 1988, aquello era casi una quimera.

El ambiente que se vivirá el jueves en Madrid será casi el de una fiesta, el de la primera vez era casi una guerra. Y es que después de pasear sus bonanzas por España, acto con el entonces príncipe Felipe incluido, tras comer en el McDonalds (como no podía ser de otra manera) de la Plaza de Callao en pleno centro de Madrid, los Celtics, entonces dirigidos por Jimmy Rodgers, se encontraron con un ambiente a medio camino entre la admiración y la hostilidad. Y un partido que hubieron de tomarse francamente en serio, lejos de lo que posiblemente pasará este jueves, toda vez que los NBA ya han perdido alguna vez con los europeos, y ya no se masca el drama como cuando se podía tratar de la primera vez.

Aquel Open McDonalds era un espectáculo sin igual a ojos de los españoles. El mítico programa Cerca de las Estrellas llevaba apenas un año funcionando, y todo lo que representaba el baloncesto americano generaba auténtica fascinación aquí. La información, que llegaba con cuentagotas, se degustaba y paladeaba. Hoy ya eso apenas se valora. La NBA está en cada rincón de la vida de los adolescentes y los no tan jóvenes. Así que allí se enfrentaron los gloriosos Celtics al Real Madrid en la final del torneo, tras derrotar respectivamente a la selección yugoslava y al Scavolini de Pesaro, con reglas mayoritariamente NBA, un árbitro ruso y otro de su propia liga, en un Palacio de los Deportes a reventar, tras semanas de una inigualable demanda por conseguir una entrada.

Tampoco nada será igual ya en lo que al juego se refiere. Aquella pléyade de estrellas pasó por Madrid dejando una exhibición fantástica de lo que eran: unos genios del baloncesto más técnico posible. Amos en el pase, inigualables en la lectura de juego, irrepetibles en el juego colectivo, y además conocedores a la perfección cada uno de su rol. Por eso, cuando Drazen Petrovic anotó, parándose en contraataque (marca de la casa) el primer triple del partido para poner al Madrid por delante en un exiguo 3-2, el coliseo madrileño explotó: ¡El Madrid le va ganando a los Celtics! Casi con la misma efusividad se celebraba cada rebote que Romay le cogió al gran e interminable Robert Parish. Porque era la primera vez que aquellos marcianos se hacían de carne y hueso, por más que fuera un pellejo de primerísima calidad.

Fue aquel un partido jugado a toda pastilla, con aquella regla que hoy tanto se echa de menos de que no era necesario que los árbitros tocasen el balón tras salir fuera, lo que hacía al juego fluir a pleno pulmón, no dejando un segundo de respiro, y enganchando sin posibilidad de hacer lo contrario al espectador, que por cierto casi veía debutar a Petrovic en casa con el Real Madrid, pues sólo había jugado antes el Torneo de la Comunidad de Madrid, dado que el primer partido de liga fue una victoria foránea ante el CajaCanarias. Todo era nuevo aquel día, hasta las cheerleaders, que llamaron la atención de Pedro Barthe y Nacho Calvo, comentaristas del partido en Televisión Española. Hasta se podía dudar de qué era aquello de McDonalds. Algo que hoy, como ustedes comprenderán...

Fue una noche repleta de detalles para el recuerdo. Ver a Larry Bird, todavía no severamente lastrado por la espalda, impartir un clínic en cada acción, era poesía en movimiento. Ver al ya veterano Robert Parish usar esas enormes y habilidosísimas manos para capturar casi cada rechace, y lanzar unos primeros pases de contraataque de una perfección que los pívots de hoy en día apenas pueden efectuar, quedará para siempre en la retina del aficionado, como los movimientos de espaldas de McHale, su compañero de fatigas bajo los aros.

También quedará aquella noche como una de las más grandes en la carrera de un Pep Cargol que estuvo soberbio, y que luego se quedó a medio camino de lo esperable en su carrera, o como uno de los partidos en que más pitos recibió de su propia afición un Fernando Martín poco o nada afortunado en el tiro libre en la primera parte. Fue también uno de esos contados días en los que Lolo Sáinz cambiaba sus tremendamente rígidas rotaciones, lo que llevó a, tras el 47-61 del descanso, asustar a su glorioso rival en el tercer cuarto (de doce minutos, por supuesto), con Petrovic, Martín y Cargol desatados, para reducir la ventaja hasta lo humano (a seis puntos en el tercer cuarto) y hacer soñar a la parroquia local. Pero una descollante exhibición de Larry Bird al inicio del último cuarto (justo coincidiendo, casualidad o no, con que se superaron los 40 minutos para llegar hasta los 48 de la norma NBA), mató las aspiraciones españolas.

Desde luego, el Real Madrid–Boston Celtics de este 2015 no será un partido cualquiera, pues no todos los días se enfrentan los clubes europeos a los NBA, aunque en los últimos octubres se vaya convirtiendo en habitual para un puñado de equipos afortunados de este lado del mundo. Pero de lo que no cabe ninguna duda es que aquel partido de 1988 quedará para siempre grabado a fuego en el imaginario colectivo del aficionado a la canasta en este país, algo que difícilmente ocurrirá en esta ocasión.

De aquella noche de octubre, hasta el palco será irrepetible, con un príncipe que ahora es Rey entregando a Larry Bird el trofeo de campeón, escoltado por un comisionado NBA que ya no lo es (David Stern), y un presidente español del Comité Olímpico Internacional (Juan Antonio Samaranch), algo que quien sabe si volveremos a ver los que lean y escriban estas líneas. Fue, sin duda, una cita con la historia, que los Celtics resolvieron con contundencia (96-111), pero que tuvieron que tomarse muy en serio para que así fuese. Uno de los primeros avisos de Europa a la NBA. Hoy, ya nada es igual. Los nostálgicos del baloncesto estarán de acuerdo.

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