Con el inicio de los playoffs prácticamente a la vuelta de la esquina, los Golden State Warriors siguen siendo el mejor equipo de la temporada NBA. No ya sólo es que tengan el primer balance de la liga (60-13), o que estén dominando con puño de hierro, y seda, dada la belleza de su juego, la temible Conferencia Oeste. Más allá de todo eso, estos Warriors son ahora mismo sin duda el equipo más atractivo de ver del planeta. Tras la polémica salida de Mark Jackson del banquillo, el hombre que comenzó a cambiarlo todo en la Bahía de Oakland, y con la llegada del debutante Steve Kerr a la dirección desde la banda, el equipo ha dado un paso más y no ya es sólo la fiesta ofensiva de las últimas temporadas, liderando la anotación promedio de la liga con 109.8 puntos por partido (el siguiente ataque, el de Los Ángeles Clippers, no llega a 106.5), sino que además los californianos se han convertido, desde la peculiar estructura de su plantilla, en una de las mejores defensas de la competición, concediendo apenas 98.9 tantos en su cesta. La combinación de ambos factores les hace ser el mejor de los treinta equipos NBA, pero, ¿Son los favoritos número uno a ganar el anillo a finales de junio?
No pocos analistas han mostrado sus dudas durante la temporada sobre lo que serán capaces de hacer los Warriors cuando llegue la hora de jugarse el anillo, ese momento en el que los jugadores interiores adquieren una relevancia mayor si cabe. Cuando los pívots "ganan campeonatos", como dice el manido dicho en el mundillo de la canasta. En la apuesta de Kerr no existe ningún pívot verdaderamente dominante, especialmente en la zona ofensiva. El australiano Andrew Bogut, crucial en defensa, apenas suma 6.1 puntos en el lado contrario. David Lee, no hace tanto uno de los mejores interiores en ataque de la liga, aparece desde el banquillo como un secundario de lujo pero sus problemas físicos y la falta de continuidad sólo le conceden 18 minutos por partido, en los que aporta 8 puntos de media. Así las cosas, el rocoso Marreese Speights es la mejor baza ofensiva de Kerr en la pintura, pero sus guarismos no alcanzan ni los 11 tantos por duelo.
Y es que en la bahía los Splash Brothers absorben todo, o casi. El 21 de diciembre de 2012, los Warriors sumaron un triunfo por 115-100 como locales ante los Charlotte Bobcats. Al descanso de dicho encuentro, la que ya hoy es considerada la mejor pareja de tiradores puros que nunca tuvo un equipo en la historia, se asociaba para sumar siete triples en once intentos. Fue la primera vez que la cuenta oficial de twitter de la franquicia puso nombre a esa bendición del destino que quiso juntar a Stephen Curry y Klay Thompson en la misma plantilla y que, apenas tres años más tarde, mantiene a sus aficionados soñando con un anillo que los Warriors sólo han logrado una vez, en 1975.
Halftime: Warriors 58 - Bobcats 49. @StephenCurry30 & Klay Thompson are a combined 7-of-11 from 3 point range #SplashBrothers
— Golden St. Warriors (@warriors) diciembre 22, 2012
El mote del endiablado dúo de exteriores corrió como la pólvora y hoy día ya es un clásico más en la NBA. Ambos encajan como anillo al dedo. Se complementan, se desean, y se ayudan para convertir el perímetro de Golden State en el más mortífero de la competición. Curry es el paradigma de la diversión en el baloncesto, el que llevan en la sangre los que aprendieron a jugar en la calle, capaz de enajenar a cualquier rival convirtiendo la acción técnica más compleja en un simple juego de niños, siempre con una sonrisa en la cara. Thompson es el tirador letal forjado a sí mismo con horas y horas de lanzamientos, capacitado para anotar 37 puntos en un cuarto, y el perfecto socio para Curry convirtiendo en una quimera llevar a cabo una contención efectiva sobre el perímetro más peligroso del mundo del baloncesto. Entre ambos suman más de 45 puntos cada noche, superando los seis triples de promedio. Una auténtica locura que será el principal objetivo de las defensas rivales durante los playoffs si quieren evitar de una u otra forma que estos Warriors alcancen su objetivo.
A rebufo de sus dos hombres más determinantes, la plantilla del mejor equipo de la liga se completa con una serie de secundarios capaz de cumplir su papel a la perfección, comenzando por ese extraño espécimen de nombre Draymond Green, del que por su estructura física y estilo de juego pocos sabrían decir si es un alero o un pívot, pero al que precisamente su indefinición y polivalencia le hace una pieza indispensable en los esquemas de Kerr. Junto a él, un veterano como Andre Iguodala ha dejado atrás tiempos de mayor lucimiento personal para, en pos del beneficio colectivo, sacrificarse en tareas defensivas y de intendencia. Otros dos expertos exteriores, como Leandrinho Barbosa y Shaun Livingston han recuperado la ilusión en la maquinaria de la bahía, y cumplen a la perfección el papel de anotar puntos en los pocos minutos que les tiene encomendados su entrenador.
Pero quizá una pieza clave de cara a la pelea por el título puede ser Harrison Barnes. El talentoso alero afroamericano es quizá el gran damnificado de la oda al baloncesto ofensivo que representan los Splash Brothers. El producto de North Carolina no termina de romper en lo que muchos esperaban de él cuando fue seleccionado en el número 7 del draft de 2012, si bien la pura matemática hace casi imposible que Barnes tenga un mayor lucimiento personal en un equipo con dos de los anotadores más fiables de la liga. Apenas ha anotado por encima de los 20 puntos cinco veces en lo que va de temporada, pero, atención a este dato, siempre que lo hizo fue ante equipos aspirantes a lo más alto o como poco en la pelea por llegar a los playoff. A saber, Atlanta, San Antonio, Houston, Oklahoma, y New Orleans. Nunca en partidos de medio pelo, lo que da a entender el potencial que Barnes ostenta en su interior, que puede ser clave cuando se cuezan las habas en el momento en que la aportación de los secundarios es, en no pocas ocasiones, tan decisiva o más como la de los titulares.
Con 14 triunfos en sus últimos 15 duelos, además es el equipo más en forma de la competición en el último tramo, y vienen de arrasar a varios de los rivales más potentes de la liga, como Atlanta o Memphis Grizzlies. En apenas unas semanas, la cancha pondrá a cada uno en el lugar que le corresponda, pero lo que es un hecho es que no hay especiales motivos para no confiar en que el torbellino que llega desde Oakland no sea capaz de culminar una temporada histórica. Eso sí, para ello, algunas piezas deberán de dar ese paso adelante, quizá pequeño pero necesario, para lograr que la culminación del año se torne en epopeya y no en elegía.