En la madrugada de este martes al miércoles en España se abre el telón de la mejor liga del mundo del baloncesto, en una temporada en la que todas, o casi todas las miradas, volverán a estar puestas en alguien que sabe lo que es no ser ajeno a la presión desde que casi comenzara su carrera: LeBron James. No en vano, El Elegido, como es conocido el de Akron desde su etapa en el instituto, ha abandonado los Miami Heat tras tres temporadas para volver a su estado natal, Ohio, y a su exequipo, los Cleveland Cavaliers, con el objetivo de volver a llevarlos a la final de la NBA, pero sin duda de hacerlo con mejor resultado que en 2007, cuando los San Antonio Spurs apartaron a los Cavs del anillo.
Casi por la sola presencia de James, Cleveland Cavaliers ya sería el principal favorito al título sin importar quien rodeara al jugador más completo sobre la faz de la tierra. Pero claro, si además éste se rodea de Kyrie Irving, MVP de la pasada Copa del Mundo al mando de los Estados Unidos, o de Kevin Love, el fichaje más rutilante del verano NBA, el favoritismo de los Cavs sería casi indiscutible, de no ser por ser por alegoría de la unidad de un colectivo llamada San Antonio Spurs.
Y es que a estas alturas tan tempranas de la película casi cualquier analista apostaría por una final entre Cleveland y San Antonio, por más que una temporada conste de 82 partidos y unos playoffs durísimos como paso previo a la lucha por el título. Los Cavs, por plantilla, y casi por obligación, en lo que supone un reto descomunal para un novato en los banquillo NBA pero sobrado conocedor de lo que se cuece con una pizarra en las manos, David Blatt, el hombre que entre otras cosas arrebató un Eurobasket a España en casa 2007 como seleccionador ruso, y una Euroliga al Real Madrid hace unos meses con un Maccabi Tel Aviv que sorprendió a propios y extraños. Eso sí, Blatt tendrá que adaptar mucho sus ideas en su llegada al otro lado del Atlántico, y muy especialmente a esa cuasi-pleitesía a las estrellas que se tiene en la NBA, y que dista mucho de ser así, cada vez más, en el baloncesto del Viejo Continente.
Y los Spurs, vigentes campeones, en el objetivo de demostrar que su elixir de la eterna juventud perdurará un año más en base al mejor juego colectivo de la última década, y por qué no decir que casi de la historia del baloncesto, tras su exhibición en las pasadas finales destrozando a los Heat liderados por aquel entonces precisamente por LeBron James. Poco ha cambiado desde entonces en la ciudad del Álamo, con Duncan, Parker y Ginóbili liderando en la cancha a un equipo donde Gregg Popovich imparte desde el banquillo el magisterio que todos quieren copiar en la liga, y donde el talento y sacrificio de los Tiago Splitter, Boris Diaw, Danny Green, Patty Mills, o muy especialmente el sorprendente Kawhi Leonard, MVP de las pasadas finales, asegura un futuro siempre competitivo en Texas. Si las lesiones les respetan, serán, un año más, el principal favorito de la Conferencia Oeste.
Oklahoma lidera la lucha contra el tiempo
Pero hay vida más allá de Cavaliers y Spurs, sin duda alguna. Y esa vida debería empezar, un año más, en Oklahoma, un equipo del que cada año se alimenta más la duda que pueda llegar a ser campeón con su actual estructura. Westbrook, Ibaka y Durant (que se perderá el comienzo de liga, al menos un mes, lesionado) aseguran muchísimas victorias en la liga regular, pero a la hora de la verdad el equipo siempre se ha quedado a medio camino, bien por lesiones, o bien por verse superado por rivales más potentes en ese momento, llámense Grizzlies, Spurs, o Heat, en su única final allá por 2012.
El crédito para el entrenador Scott Brooks parece seguir existiendo, pero no sería de extrañar que si la lesión de Durant afecta sobremanera al rendimiento inicial de los Thunder, el puesto de Brooks, que ostenta desde 2008, pudiera incluso llegar a correr peligro. Oklahoma, el eterno favorito, podría estar ante su última gran oportunidad, toda vez que la paciencia de Durant podría tener un límite, si Durantula acabara una nueva temporada, ya con 26 años, sin lograr su primer título. Y ya se sabe que en NBA lo peor que puede pasar es que la estrella se inquiete, por más que no parezca que el carácter de Durant pueda implosionar de esa forma.
En esa misma lucha contra el reloj estarán, por ejemplo, los Chicago Bulls de Pau Gasol, posiblemente el principal aspirante a quitar el trono del Este a los Cavaliers, junto a unos Heat de Miami a los que no se debe olvidar. La gran duda en torno a los Bulls es el estado físico de Derrick Rose, que jugó la Copa del Mundo en España tras casi dos temporadas en blanco por sus maltrechas rodillas.
Pero si el base vuelve a ser un 80% de lo que fue (qué decir si fuera un 100%), Pau Gasol encaja desde el puesto de 5 en un juego interior donde Joakim Noah y Taj Gibson aportarán el plus físico que Gasol sufre ya para aportar, y encima Nikola Mirotic tuviera un papel importante en año de rookie tras su salida del Real Madrid, el equipo dirigido por Tim Thibodeau será sin duda tan competitivo como en años precedentes, y probablemente este año con mejor plantilla, con lo que no sería ni mucho menos descartable verles en la final de la Conferencia Este, pues su enorme nivel defensivo de las últimas temporadas se supone que seguirá estando presente, y Gasol debería mejorar sobre manera las prestaciones ofensivas de un Carlos Boozer que ha hecho su camino a la inversa, hasta Los Ángeles para jugar en los Lakers.
Pero quizá si un equipo tiene que demostrar ya que con todas las expectativas puestas sobre él están justificadas, son los Clippers de Doc Rivers. Mantener la sólida base de la temporada anterior, con los Chris Paul o Blake Griffin como líderes, y haberla reforzado con valores seguros como Spencer Hawes en el interior, parece argumento más que suficiente como para pensar en que la franquicia históricamente pobre de Los Ángeles, debería estar ante su gran ocasión… Siempre que los Spurs lo permitan, claro. No parece haber otro equipo tan completo en el Oeste, y si Rivers consigue dar con la tecla necesaria, los Clippers serán sin duda la gran alternativa de poder a los Spurs, probablemente incluso por delante de los Thunder.
Ni que decir tiene que existen equipos que a buen seguro no podrá superar esa pelea contra el inexorable paso de las agujas del reloj, como los Lakers de un Kobe Bryant al que se ha visto a un buen nivel físico en pretemporada pero que no debe estar nada contento con la planificación realizada por los suyos para sus últimos años de profesional, donde según la inmensa mayoría de analistas, al menos este año parece que estará lejos de disputar la lucha por el anillo si no pasa algo muy gordo de por medio. En una línea similar, aunque no tan dramática, podrían estar unos New York Knicks a los que la llegada de Phil Jackson a los despachos, Derek Fisher al banquillo, y José Manuel Calderón al puesto de base, junto a la continuidad de Carmelo Anthony tras su renovación, no parecen ni mucho menos serios candidatos a estar en la parte alta del Este, y no pocas previsiones le apean de los playoffs.
Dallas Mavericks, aferrado a un Nowitzki al que este año rodean bien con fichajes como Tyson Chandler o Chandler Parsons, Brooklyn Nets, cuya temporada con Jason Kidd al mando no cuajó en absoluto y ahora entrega el bastón de mando a Lionel Hollins, o los mismos Memphis Grizzlies podrían ser equipos también presionados a rendir al más alto nivel. En el caso de los del estado de Tennessee, siempre competitivos, otro año más quedándose a medio camino podría afectar a la continuidad de la santísima trinidad del proyecto de los ositos, formada por Marc Gasol, Zach Randolph y Mike Conley.
Un caso particular puede ser el de los Indiana Pacers. Los de Frank Vogel, que encandilaron en buena parte del pasado ejercicio, decepcionaron a la hora de la verdad, con incluso múltiples pistas sobre las tensas relaciones de su vestuario. Para mayor cantidad de problemas, la gravísima lesión de su gran estrella, Paul George, durante la preparación de la selección de Estados Unidos el pasado verano, merma aún más el potencial de la franquicia presidida por Larry Bird, que parece complicado que este año se acerque a los aspirantes al anillo. Puede ser, por tanto, un año de relativa transición, en el que conseguir restablecer el equilibrio interior del equipo, que Roy Hibbert alcance un estatus de pívot dominante, y preparar a la plantilla para que el retorno de George, quizá ya en la 2015/16, puede volver a poner a los de Indianápolis en el grupo de candidatos al anillo. Sin embargo, una mala temporada puede dinamitar definitivamente un proyector que parecía ganador y que ahora mismo puede estar más cerca de volar por los aires que de triunfar.
La invasión del talento joven
Sin embargo, también podría ser esta la ocasión perfecta para que una nueva hornada de jóvenes tomara el poder en la liga. Y ahí hay que hablar de los Golden State Warriors, con sus grandes estrellas, Stephen Curry, Klay Thompson y David Lee, llegando a un nivel de madurez competitiva que asustaría al más pintado. Un equipo que juega a toda pastilla pero que ha adolecido de cierta falta de consistencia en determinados momentos en las últimas temporadas, lo que ha provocado un polémico relevo en el banquillo este verano, con Mark Jackson dejando su puesto a Steve Kerr, otrora consumado tirador en los Bulls de Michael Jordan, y hasta hace unos meses reputado analista televisivo, que debutará en los banquillos con el reto de hacer crecer a un equipo que encandila pero que de momentos anda lejos del anillo.
Otro equipo sumamente atractivo deberían ser los Washington Wizards, que ya el año pasado se permitieron el lujo de superar incluso la primera ronda en la pelea por el título, basados en el talento exterior de John Wall o Bradley Beal y el poderío interior de Marcin Gortat o Nene Hilario. Este año, además, suman piezas de garantías para crecer, como un Paul Pierce que aportará lo necesario cuando más queme el balón, en lo que los americanos llaman el clutch time, o un Kris Humphries que será un buen relevo interior para sus dos pívots de referencia.
Los Blazers de Damian Lillard y el siempre efectivo LaMarcus Aldridge, con un papel previsiblemente testimonial de Víctor Claver, podrían volver a ser una alternativa interesante, más aún tras sumar veteranía exterior con Steve Blake e interior con Chris Kaman. En esa línea podrían partir también los Houston Rockets, bajo la batuta de un James Harden reforzado tras el verano con la selección y pese a que Dwight Howard dista de ser aquel pívot dominante que amenazó con ser o a que la salida de Chandler Parsons será una baja más que notable, pero el crecimiento de jóvenes como Patrick Beverley o Terrence Jones debería garantizar buenas noticias a los texanos, donde este año coincidirán Kostas Papanikoalou y Joey Dorsey, tras ganar la Liga Endesa con el Barça hace unos meses.
Pero si de un equipo hay que hablar si reseñamos la juventud como valor principal, es de los Timberwolves de un Ricky Rubio que afrontará la temporada más importante de su carrera. Con la salida de Kevin Love, en la víspera de negociar su nuevo contrato para la próxima temporada, y trabajando de forma incansable el tiro con un entrenador personal en Minnesota, el catalán debería ser la fuente de alimentación perfecta para los killers de los Wolves, desde Kevin Martin o Thaddeus Young hasta por supuesto esa bomba de relojería en forma de número 1 del draft llamada Andrew Wiggins.
La fiesta arranca en la madrugada de este martes. Prepárense para una nueva oda al juego colectivo de los Spurs, para disfrutar del jugador más completo de la historia, LeBron James, de la efectividad supina de uno de los mejores anotadores de siempre Kevin Durant, de los últimos fade away de Kobe Bryant, de la irreverencia un Stephen Curry enrachado de forma cada vez más frecuente, o del ingente futuro de ese mitad hombre mitad ciborg llamado Anthony Davis. ¡Que arranque el show!