(Libertad Digital) Parecía que el león no iba a ser tan fiero como lo pintaban, pero después de un cómodo 6-1 en la primera manga, Nadal tuvo que sacar su mejor tenis para encadenar golpes ganadores y obviar la teatralidad del tenista chipriota. Se apuntó el primer set con facilidad, apoyado en la gran concentración y una agresividad que echó de menos en el segundo. Nada más comenzar el partido, le robaba a Baghdatis un juego con su servicio y sólo cedió el tercero de la manga. Con contudencia, en menos de media hora, ya mandaba en el cómputo de sets.
En la segunda manga tuvo que mostrar su mejor tenis para contrarrestar la reacción del chipriota, que se puso serio y le puso las cosas muy complicadas. Se metió a la grada en el bolsillo con gestos teatrales -celebraba sus puntos como goles de fútbol- a los que Nadal respondía con golpes ganadores. Después de un set muy igualado -el chipriota se hartó a poner pelotas en la línea-, el español evitó el tie break apuntándose los dos últimos juegos de la manga (7-5).
Al comienzo de la tercera manga, Baghdatis dio el susto con un resbalón. Parecía que se había lesionado, pero continuó dando guerra al español, que no se descompuso. El chipriota se empeñaba en dejar balones cerca de la red, pero Nadal llegaba a casi todas y se apuntaba puntos que cualquier otro hubiera dado por perdidos. Decisiva fue la rotura del servicio que conseguía en el cuarto juego, seguido de uno en blanco. Baghdatis se desmoralizó, la sonrisa se borró de su cara y sus golpes ya no estuvieron tan afortunados, mientras Nadal le ponía las rodillas verdes al obligarle a devolver sus cañonazos. Protestó algún golpe como McEnroe y golpeó la raqueta contra el suelo fruto de la desesperación, pero le falta mucho para ser como él. La sentencia estaba escrita y sólo faltaba el golpe final para estar en el partido por el título.