Verstappen pierde los nervios y medio Mundial en Jeddah
El piloto holandés no supo gestionar la presión y perdió la carrera, la razón y el juicio.
Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Este podría ser el resumen de lo sucedido este domingo en Jeddah. Después de tanta tensión vivida entre Lewis Hamilton y Max Verstappen, entre Red Bull y Mercedes, la presión ha escapado y hemos vuelto a ver al Verstappen más impulsivo y menos inteligente.
Después de una temporada brillante, seria e impecable los nervios han podido con el holandés que ha perdido la razón, el criterio e incluso el juicio, poniendo en riesgo la integridad de Hamilton. En lugar de aprovechar la oportunidad que las dos banderas rojas, sobre todo la segunda, le habían brindado para liderar la carrera Verstappen está claro que no supo gestionar la presión. Ante el ataque de Hamilton en pista el holandés, primero, forzó la salida del trazado para mantener la primera posición y después, y lo más grave, frenó para cederle la posición al piloto inglés en una de las zonas más rápidas del circuito con una frenada antideportiva y que puede ser la clave para que Lewis Hamilton gane el Mundial el próximo fin de semana en Yas Marina.
Según Verstappen, era Hamilton el que no quería adelantarle, recuperar la posición, porque sabía que en esa parte del circuito le podría devolver el adelantamiento, pero las explicaciones del holandés están al límite de lo razonable.
La falta de temple de Verstappen ya se pudo intuir en la clasificación del sábado cuando teniendo la vuelta rápida chocó contra el muro en la última curva y se quedo sin la pole. Lo peor de todo es que al piloto de Red Bull no le hacia falta actuar de esta manera, no necesitaba sacar su versión más pandillera, y sin duda, ha quedado retratado dando la razón a Mercedes.
Con todo, y pese al choque entre ambos, la cosa no ha ido a más, no se ha convertido en el cisco de la década de la Fórmula 1 porque el alerón de Hamilton aguantó y pudo al final terminar la carrera y ganarla.
Lo cierto es que no podemos pedir más, un gran premio que prometía ser muy aburrido por la dificultad de adelantar y que gracias a los incidentes nos ha permitido ver hasta tres salidas, con tres parrillas distinta. Además la máxima tensión entre Max y Lewis nos ha retrotraídos a la época dorada de la F1 cuando Prost y Senna se disputaban las carreras incluso fuera de la pista.
Y lo mejor es que esto no ha acabado porque queda un gran premio, el último y los dos pilotos llegan empatados a puntos y con la tensión en los más alto. ¿Qué más se puede pedir?