Ningún circuito del mundo se parece al trazado urbano de Montecarlo, único por su dibujo, su estrechez y escenario, las glamurosas calles del Principado de Mónaco. Sin ser un circuito especialmente exigente para la mecánica de los monoplazas sí lo es para la pericia de los pilotos que no pueden perder ni un instante la concentración si no quieren terminar en algunas de las protecciones que rodean cada una de las sinuosas calles del circuito.
El asfalto es muy resbaladizo, las escapatorias brillan por su ausencia y los bordillos amenazan cada viraje de los pilotos, pero no todo es negativo en el Gran Premio del lujo por antonomasia. Si Montmeló enseña las carencias de los monoplazas, como lo hizo el pasado fin de semana con el Ferrari, Mónaco es un circuito de piloto, de mucha alma y mucho, mucho talento. Esto, unido a que las mecánicas se igualan en las calles monegascas, nos hace pensar que Fernando Alonso podría volver a darnos una alegría aunque sea un tímido tercer puesto que nos vuelva a permitir soñar, y dejar atrás las pesadillas.
La utilización del DRS puede que anime una carrera tradicionalmente marcada por la clasificación del sábado y la salida del Safety Car, pero su utilización se reduce apenas a 300 metros del trazado, tras su prohibición en la zona del túnel, por lo que su incidencia será mínima en carrera.
El collage se completa con la puesta de largo, el estreno del compuesto extra blando de Pirelli. Se trata del neumático más eficiente de la compañía italiana pero también el que antes se degrada, apenas dura diez vueltas contra las 15 que pueden aguantar los blandos, el otro compuesto del que los equipos podrán disponer en el Gran Premio de este fin de semana. Estos neumáticos deberían ir bien a las características del Ferrari que tanto le cuesta poner las gomas a su temperatura óptima.
Pero es agarrarse a un clavo ardiendo cuando un coche no funciona, cuando en definitiva un equipo está inmerso en una auténtica crisis de identidad y más tras la marcha de Aldo Costa de la dirección técnica de Ferrari. Salvo un milagro, es decir, hecatombe de Red Bull e iluminación divina de los del Cavallino, Ferrari pasará sin pena ni gloria esta temporada.
¿Quién iba a pensar que Fernando Alonso sufriría tanto en Ferrari como lo hizo en Renault, tras su paso por McLaren? Después del bochornoso espectáculo en el Pran Premio de España, lo que menos necesitaba Ferrari era una decisión como la tomada desde Maranello. La huida o el despido de Aldo Costa dejan en evidencia la crisis en el seno del equipo italiano. Una decisión precipitada que nada resuelve y que ahonda en la pérdida de rumbo demostrada en el diseño del F150º.
Pero dejemos de hacer herida y centrémonos en la prueba del domingo porque una carrera en Mónaco es un espectáculo en sí mismo, da igual quien la corra siempre acapara las miradas, incluso, de quienes no son amantes del mundo del motor y de la Fórmula Uno.
La leyenda del circuito monegasco se ha forjado a lo largo de los años, desde el baño que se dio el mítico campeón del mundo Alberto Ascari cuyo Lancia terminó en las aguas del puerto deportivo en 1955, hasta la inédita edición de 1996 cuando sólo tres monoplazas terminaron la carrera. Ningún piloto de la parrilla sabe qué se esconde tras cada curva de las calles de Montecarlo, por ello todo puede suceder, incluso que Fernando Alonso consiga la primera victoria de la temporada. ¿Por qué no?