De sobra es sabido el gran ego que calzan los pilotos de Fórmula 1, pero como en todo hay niveles y en esto Lewis Hamilton es el campeón.
Imaginen que por un momento se pueden llegar a convertir en el mejor piloto de F1 de todos los tiempos, y además, y perdonen la expresión, negro. Y enfatizo este matiz, que en principio no tendría mayor importancia, porque Lewis Hamilton ha obligado a toda la organización y a sus compañeros de equipo a clavar la rodilla en favor de los derechos a la ciudadanía de este color en EEUU, juzgando a quien no lo hacía y etiquetando a quien preferían hablar de política y de derechos humanos fuera de los circuitos. Porque, seamos sinceros, no se puede presumir de ser el mayor defensor de los derechos humanos de cualquier cultura, raza o religión en el marco de un deporte que se codea con los jeques de Abu Dhabi o Qatar. Una imagen que, por cierto, no volveremos a ver: la FIA ha entendido que la F1 es deporte y sólo deporte y que la política es para los parlamentos.
En cualquier caso, imaginen: el más grande, el único de su raza, llegado desde los orígenes más humildes hasta la cima que nadie ha conquistado, ocho mundiales de la máxima expresión del automovilismo mundial. No debe de ser fácil gestionar el ego con tal tentación al alcance de tus manos y cuando, además, lo has saboreado, lo has podido oler y lo has perdido en la última vuelta, que fue lo que pasó en Abu Dhabi hace poco menos de dos meses.
En concreto han pasado 56 días y desde entonces Hamilton no ha dicho ni una sola palabra sobre el robo que supuestamente sufrió en aquella carrera histórica. Decepción, desencanto, desilusión y mucho enfado: es lo que mostró el piloto inglés, convencido de haber sido el piloto más ninguneado de la historia de la F1. Y es que se le da muy bien ser la víctima, el hombre herido, el defensor de las causas no sé si perdidas, y como tal tenía que volver a defender el honor, su causa y su verdad.
Encontrar una actividad a sus años con el glamour de la F1 y que le paguen 50 millones de euros al año no iba a ser fácil aun siendo Lewis Hamilton. Dinero, protagonismo, ego... todo ello ha hecho que Hamilton continúe en activo, pero también en la picota, en el estrellato y en el foco.