Solo le han hecho falta dos carreras para volver al combate, Mónaco y Canadá. Pese a que Nico Rosberg casi le aventajaba en 50 puntos Hamilton está ahora a tan sólo 9, una situación bastante asumible y sencilla para alguien del nivel del piloto inglés.

Se podría decir que Canadá ha devuelto a la vida a Hamilton al que le había dado la espalda parte de su equipo por la intensa vida que el inglés lleva fuera de los circuitos. Una forma de vida, una forma de ser, que ha reivindicado Hamilton cuando tras ganar en el circuito de Gilles Villeneuve ha dedicado su victoria al recién desaparecido Mohamed Ali, el gran ídolo del boxeo de todos los tiempos. El vigente campeón ha hablado de la libertad de vivir y ser como uno es y no como los demás quieren que seas. A Hamilton le funciona ser él mismo dentro y fuera de las pistas de velocidad y estoy de acuerdo en que la personalidad del piloto es crucial para que también en pista se vea el carácter decisivo para ser o no ser campeón.

La victoria de Lewis Hamilton ha estado marcada por dos circunstancias sobre todo, la mala estrategia de Ferrari que no han sabido ser ambiciosos y han diseñado la carrera para ser lo que han sido, segundos, sin darse cuenta que Canadá podría haberles llevado hasta la primera posición. Y la segunda circunstancia, el toque con su compañero de equipo Nico Rosberg en la segunda curva del trazado que ha dejado a Rosberg demasiado atrasado como para recuperar la posiciones. Se oyen ecos de vendetta.

Ya sabemos que el Mundial se lo llevará un Mercedes pero al menos nos queda una pequeña emoción, saber quién de los dos pilotos será el que se alce con el título.

No se puede cerrar este artículo sin reconocer la carrera de Carlos Sainz que ha protagonizado su mejor remontada, desde el puesto 20 al 9 consiguiendo unos puntos más morales que valiosos para el equipo. A ver si es verdad y dentro de poco vemos explotar a Carlos que guarda todavía mucho potencial que no hemos visto. De si es capaz de mostrarlo o no dependerá su futuro en la Fórmula 1.