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Grosjean le debe su vida al halo

Así quedó el coche de Grosjean. | <span>EFE</span>

Este domingo en Sakhir lo de menos es el resultado final de la carrera del GP de Bahrein, después del escalofriante accidente sufrido por Romain Grosjean. EL piloto francés se puede decir que ha vuelto a nacer después de que su coche se partiera en dos, literalmente, y estallara en llamas al prenderse el depósito de combustible. Si hubiera tardado sólo unos segundos más en salir del coche, o hubiera quedado inconsciente tras el impacto, algo que habría sido bastante normal, en lugar de estar hablando de un milagro estaríamos hablando de una tragedia.

En mi opinión hay un elemento que ha sido crucial para que el artículo de hoy no sea de alabanzas sino de análisis, y ese es un elemento estructural de los monoplazas, el halo. Lleva dos temporadas en la Fórmula 1, ya está integrado en la estética de los monoplazas y ha sido aceptado por el público y los más escépticos de la parrilla pero no siempre fue así

Apareció en 2018 como respuesta al accidente en 2014 de Jules Bianchi en el GP de Japón, así como la necesidad de proteger aún más la integridad de los pilotos. Siempre ha sido así, el accidente de Ayrton Senna en Ímola, dio lugar al Hans, ese mecanismo que fija la cabeza de los pilotos al cockpit para evitar lesiones en la espalda antes frenazos o golpes. La seguridad dio un salto cualitativo entonces, pero la cabeza de los pilotos quedaba demasiado expuesta, y si no que se lo digan a la ya desaparecida María de Villota que se golpeó a la altura del caso con la plataforma basculante del camión durante la celebración de unos entrenamientos oficiales, si su monoplaza hubiera tenido halo la historia, su historia habría sido diferente.

Para lo más escépticos sobre la funcionalidad y la eficacia del halo los datos técnicos son incontestables, se trata de tres barras de titanio con carbono capaces de resistir la fuerza de hasta 12 toneladas formando un auténtico escudo protector que en el caso de Grosjean le ha permitido seguir consciente tras el accidente y poder ponerse a salvo una vez que su monoplaza ha empezado a arder. No es la primera vez que este, para muchos, antiestético complemento, le salva la vida a un piloto. En 2018 en el mítico circuito de Spa el monoplaza de Fernando Alonso sobrevoló al Alfa Romeo de Charles Leclerc que evitó el contacto con el coche del asturiano gracia al halo.

Hoy este elemento criticado por muchos por romper la estética de los monoplazas o reducir el campo de visión de los pilotos que pierden cierto ángulo de visión lateral ha evitado la tragedia. Muchos, tras ver el accidente de Grosjean nos hemos acordado del fatídico accidente de Nicky Lauda, que tuvo final feliz aunque graves consecuencias médicas para el piloto austriaco. En cualquier caso, en el accidente de este domingo en Bahreim el principal peligro eran los guardarrailles que a más de 200 kilómetros hora se convierten en auténticas cuchillas capaces, como hemos visto, de partir en dos un coche de F1. Ahora está por ver las lesiones que este accidente dejará al piloto francés que seguro no volverá a ser el mismo ni dentro ni fuera de un monoplaza.

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