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Carlos Sainz, del "¡trata de arrancarlo!" al Olimpo

Hace unos días escribí sobre las inagotables ganas y motivación de Carlos Sainz para volver al Dakar a defender su título, unas horas después se conocía que había sido elegido como el mejor piloto de la historia.

La verdad es que no se me ocurrían más adjetivos y elogios para un artículo de los que el piloto madrileño estaba recibiendo en todos los medios de comunicación, todos ellos justos y ganados a fuerza de trabajo y talento. Pero tanto piropo me ha hecho reflexionar, y es que esto no siempre ha sido así. Ahora cuando leemos y escribimos sobre Sainz, le vemos como el gran Rey del Desierto, el piloto inagotable, meticuloso, trabajador, eficaz y exitoso. Pero insisto, esto no ha sido siempre así.

Cuántas veces no he tenido que defender la calidad y la trascendencia de Sainz para con el mundo del motor y el deporte español frente aquellos que se quedaron atrapados en el peor momento de Carlos, en el "¡arráncalo por dios!". Esta frase, ya manida, da nombre a este blog, pero no como moza, como sí la han usado muchos, sino en honor siempre a nuestro campeón. Porque para nosotros lo fue y lo ha sido siempre, porque para el que entienda, aunque sea un poquito de este deporte, sabe que no se ganan por casualidad dos Mundiales de Rallies y porque alguien con mala suerte, San Benito que ha llevado Sainz durante años, no consigue el éxito profesional y personal que atesora nuestro piloto. Siempre, cuando alguien hacía un chiste sobre Carlos, o pronosticaba que no llegaría, que rompería el coche o tendría un accidente que le haría abandonar, siempre contestaba con la misma frase, "ojala yo tuviera la misma mala suerte que Carlos Sainz".

Pero como decía, Carlos no sólo pasará a la historia por sus triunfos si no por algo que es más trascendental, más profundo. Él, sí él, fue uno de los responsables de la profesionalización del mundial de los rallies, el impulsor de la creación de equipos, de estructuras profesionales en esta disciplina que parecía, hasta entonces, más una categoría que corrían amigos y amateurs con algo de dinero. Este salto cualitativo tuvo un impulsor clave y fue Carlos Sainz. Su forma de organizar, de preparar, de disponer de los recursos permitió llevar los rallies al nivel que hoy están. Si Carlos ha ganado a Loeb, pese al mayor número de mundiales del francés, es porque Loeb es consecuencia de Carlos, de su forma visionaria de ver y proyectar las carreras. Carlos asfaltó un terreno de dunas y pedregoso para muchos pilotos que han brillado después. Sé que al madrileños no se le han agotado las ideas, sigue proyectando su visión no sólo del motor sino de cómo debe ser el deporte, cómo debe financiarse. Ideas como el mecenazgo la colaboración público- privado son conceptos que el madrileño defiende allí donde va y toma la palabra. Carlos Sainz es nuestro campeón y no olvidemos esto aunque no vuelva a ganar un Dakar y parezca que la mala suerte vuelve a su box, porque nunca estuvo allí

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