Vayamos, para empezar, con uno de los asuntos sobre los que más nos ha preguntado todo el mundo: el precio. ¿Cuánto cuesta un Twizy? Pues depende. Depende de si queremos la versión 45, que se puede manejar simplemente con el permiso de circulación de ciclomotores, o la 80, probada en estas páginas. Y depende de si elegimos el acabado Urban, Color, 300 euros más caro, o Technic, otros 500 euros adicionales. Por último, depende de si continúan vigentes las ayudas fiscales del Gobierno, aún lo están, que rebajan aproximadamente en un 30 por ciento la factura a pagar.
De ahí que en la portada aparezcan esos 5.409 euros como punto de partida para la adquisición de un Twizy 80, pues hablamos del acabado Urban y del coste con ayudas gubernamentales incluidas, en condiciones normales serían 7.690 euros. Y de ahí también que el precio que encabeza esta página sea de 8.490 euros, pues eso es lo que costará con el acabado Technic de nuestra unidad de pruebas una vez que se agoten las ayudas oficiales, y se agotarán pronto, no cabe duda.
A ese precio habría que sumar los casi 600 euros de las protecciones laterales –no son puertas, pues no llegan hasta abajo y carecen de ventanillas–, cuyo sistema de apertura Renault llama de élitro. O, para entendernos, que se abren como las de un Lamborghini: giran hacia arriba pivotando justo desde el punto donde debería estar la aleta delantera.
Y aunque no permiten aislarse por completo –con lluvia fuerte tendremos un problema, sobre todo a coche parado– son recomendables porque, por ejemplo, no vemos pasar tan cerca el asfalto, pues vamos sentados muy cerca de la calzada: unos 42 centímetros, pues el Twizy tiene sólo 10,7 centímetros de altura libre al suelo –ojo con pasar sobre objetos caídos en el firme– y la banqueta va 31,5 centímetros por encima de esa cota. Y tiene otras ventajas: nos protege de salpicaduras de otros vehículos, quita viento lateral. Sin olvidar el cometido esencial, que es proteger en caso de un impacto lateral, y otra virtud con la que no contábamos: al montarlas, los retrovisores exteriores –no hay espejo interior– no van en una posición tan alejada, sino que se montan sobre las propias hojas abatibles, de modo que podemos ajustar los espejos manualmente con más comodidad.
Hasta que no nos ponemos al lado de un Twizy no comprendemos lo pequeño que es en realidad. Mide sólo 2,34 metros de longitud. El Smart Fortwo es casi una limusina en comparación, pues se va a 2,70 metros, por 1,24 de ancho –1,38 si incluimos los espejos– y 1,45 de alto. En ambas cotas, el Smart también le supera, pues el Fortwo mide 1,56 de ancho y 1,54 de alto. Y gracias a esas dimensiones compactas se producen hechos curiosos, como que podamos estacionar transversalmente en zonas donde el resto aparca en línea –si alguien nos multase por los centimetrillos que sobresale es que es mala persona– o que en una plaza de garaje normal podamos meter, a poco que los juntemos, cuatro Twizy en lugar de un turismo.
Una nueva movilidad
Y moverse en ciudad con el microutilitario de Renault, nos resistimos a llamarle cuadriciclo aunque lo sea, es una gozada. Tanto por las ventajas espaciales ya explicadas como por su maniobrabilidad, pues tiene un diámetro de giro de 6,8 metros, cuando el de un Smart es de 8,8 y el de un Fiat 500, de 9,3 metros. Pero no es un scooter ni una moto y no podremos circular entre los coches, lo que nos condena al atasco como a los usuarios de turismos, furgonetas o camiones. Ojo con esto, porque viajaremos entonces sobre un vehículo que no contamina, o al menos que no contamina in situ, pero acabaremos respirando los humos de nuestros vecinos.
Si el tráfico es más fluido, el Twizy se encuentra en su salsa porque acelera desde parado con bastantes ganas y dejará atrás a casi todos a la salida de los semáforos. Son sólo 10,8 CV de potencia y 17 cuando pisamos el acelerador a fondo, pero el conjunto pesa menos de media tonelada y disfrutamos de cierto brío: hasta 45 km/h tardamos sólo 6,1 segundos –el Twizy 45, que rinde un máximo de 9 CV, emplea 9,9 segundos en esa maniobra–, y pocos segundos más tarde iremos ya con el velocímetro digital indicando 83 km/h, que son los 80 km/h reales anunciados. Pero a partir de ahí, paciencia. Y eso significa que será mejor pensar bien los trayectos para no acceder a vías donde los vehículos suelen ir más deprisa, pues contemplar en cada retrovisor el faro de un camión a escasos metros no es plato de gusto: ¿sería mucho pedir que también guardasen la distancia de seguridad los conductores de vehículos pesados, aunque controlen mucho el entorno desde allí arriba?
Pero además de andar bien, en ciudad, claro, el Twizy va de cine en general pues tiene un chasis puesto a punto por Renault Sport Technologies. Los cuatro discos de freno permiten parar en pocos metros y la ausencia de ABS no tiene por qué plantear problemas en condiciones normales, salvo en situaciones muy concretas. Y estamos pensando en una frenada en mojado con las dos ruedas de un lado sobre una banda de pintura, las que delimitan el carril bus, por ejemplo, y las otras dos sobre asfalto adherente. Es decir, que nosotros sí le habríamos dotado del antibloqueo, por si acaso.
La suspensión también nos ha gustado pues el Twizy apenas balancea y, con la ayuda de una dirección muy precisa –no asistida, por cierto–, incluso nos parece divertido. Y si llevamos las cosas al límite –nosotros le hemos buscado las cosquillas pues es nuestro deber– reacciona siempre bien, sin sobresaltos, ya que es el eje delantero, dotado de neumáticos más estrechos, el primero que tiende a deslizar, lo que transmite seguridad. En el lado negativo, un confort de suspensión más que justo pues el modelo de Renault filtra mal los baches y apreciaremos hasta el más mínimo defecto del asfalto. Además, las dos banquetas son muy duras y acaban por transmitir a nuestros cuerpos cualquier irregularidad.
No es la única incomodidad pues tampoco hay calefacción o climatización. Conviene vestirse de acuerdo con la meteorología reinante si no queremos sudar en verano o tiritar en invierno. Es decir, hay que pensar con mentalidad de motero pero sin casco ni botas.
El Twizy es barato y aunque las baterías nos cuestan un mínimo de 50 euros al mes, esa fórmula evita tener que comprarlas, pues eso multiplicaría el precio inicial. Además, con una recarga completa –tres horas y media, y sirve casi cualquier enchufe– podremos hacer 100 kilómetros, lo que significa que el kilómetro recorrido sale, céntimo arriba o abajo, por la cuarta parte de lo que costaría en un utilitario con motor de combustión. Dicho todo esto, que nadie se plantee el Twizy como su futuro único coche porque ni es un coche ni vale para todo. Pero usar uno durante días te enseña que otras formas de movilidad son posibles y que la del Twizy tiene bastante sentido común.